Sale Hernán Peláez, entra César Augusto Londoño. Lo que marcará el suceso del programa radial será aferrarse al poder que tiene la anécdota en el fútbol, más que la simple noticia.

Iván Mejía lo dijo en la nueva era del programa: poco o nada cambiará. El formato con un personaje impetuoso, polémico, contrastará ahora con el de un César Augusto tranquilo, pasible, un símil de lo que siempre fue Hernán Peláez.

Este estilo, no carente de críticas, ha gustado durante 15 años en Colombia. Y por eso mismo los cambios drásticos no se harán realidad; es más, tal vez sean hasta innecesarios.

Sin embargo, ante la renuncia de su principal protagonista, debe recordarse que “El pulso del fútbol” ha dado buen rating gracias al goce que dan las anécdotas y no solo por el debate en torno a la actualidad deportiva.

Casi siempre pregrabado, este programa ha marcado generaciones adictas al gol. Y lo que más atrajo en su historia es el relato que supera la información, la remembranza que brilla sobre el resultado y la noticia simple.

El reto no es fácil. Como lo advirtió Gustavo Gómez al empezar a dirigir La Luciérnaga, Hernán Peláez es irreemplazable.

A pesar de esto último, nadie es imprescindible. ¡Nadie! Así es que todo esto resulta a la vez una oportunidad para la competencia y para los propios hinchas que pueden empezar a migrar a otros espacios en busca de nuevas propuestas o porque simplemente oían “El pulso de fútbol” por la memoria de Peláez.

Buen apetito en todo caso para este programa que acompañó ya miles de almuerzos. Con cambios en el menú, es imprescindible cuidar los buenos productos periodísticos y aprovechar para hacer un llamado para que vengan muchos más en un oficio que, en Colombia, ha dado grandes muestras de mediocridad.

En Twitter: @javieraborda