‘Un profesional de la Comunicación debe saber que el propósito del fútbol es el dinero. Está bien que el aficionado raso piense otra cosa, pero no el profesional de la Comunicación. Claro, si uno le dice eso al hincha no lo va a creer. Pero esto lo manejan empresarios. Lo contrario es como alguien que a los 15 años sigue creyendo en Papá Noel’.
Ese es uno de los apuntes del profesor Jairo Valderrama mientras dicta clase a periodistas en la Universidad de La Sabana. Parece que este hombre calvo y barbado sufre de un amor perdido por el fútbol. También por el periodismo. No es “doctor” porque sí, sino doctor en Ciencias de la Comunicación.
‘El fútbol siempre es lo mismo. El mismo discurso, la misma esencia, siempre la misma plantilla, lo único que cambia si acaso es el resultado’, critica.
Profesor, ¿por qué tantas referencias en clase al periodismo deportivo y en especial al fútbol? ¿Está tan mal el periodismo deportivo en Colombia?
Sí. A un redactor que cubre este campo de la información periodística le preguntan cuánto pesa la pelota aquella del lanzamiento de bala y no tiene ni idea. ¿Y a cuánto debe lanzarla? Tampoco. ¿Y cuánto mide la jabalina? No tiene ni idea de eso. Lo que le importa es el fútbol y, claro, sabe mucho de fútbol, pero es más una información desde el punto de vista erudito, del cúmulo de datos archivados. ¿Qué falta? Falta contraste, falta asociación, falta inferencia, falta deducción.
La mayoría de comentaristas lo que hacen es replicar lo que casi siempre los televidentes ya han visto en los monitores. Vuelven y cuentan a los televidentes, lectores y radioescuchas lo que ellos ya saben y de lo cual ya están enterados. El discurso tiende a ser repetitivo y funciona como una especie de plantilla. Claro, cambia el estadio, la hora del juego, la alineación, el director técnico y el marcador. Pero el fondo discursivo es el mismo, los comentarios tienden a ser los mismos.
¿Usted ve fútbol?
Claro.
¿Lo oye o quita el audio en una transmisión televisiva?
Escucho el televisor y escucho también la radio. Me divierte mucho encontrar siempre al hijo de Juan Guillermo Cuadrado, ¿no? Siempre (el narrador Javier Fernández) es “¡vamos, papá, para delante, papá!”… la verdad no sabía que Juan Guillermo tenía un hijo. A veces las transmisiones tienen tanta emoción, tanta entonación sonora, que hay un contraste inmenso con lo que se está viendo en el terreno de juego. A veces ni siquiera hay una jugada riesgosa, pero el locutor suelta un grito desaforado como si así fuera y no ocurre nada extraordinario. Obviamente es para infundirle, creo yo, emoción al televidente.
¿Qué errores encuentra repetitivos en los periodistas deportivos?
Una terminología cliché. Muchas veces les pregunté a varios comentaristas qué es un cotejo y contestaron que es un partido. ¿Partido es un cotejo? Busca en el diccionario. Para no repetir el término meten otros. Y también hay unas expresiones muy retocadas; creo que los mensajes se entienden mejor cuando se acude a un lenguaje sencillo. Ese tipo de palabrería a veces muy rococó, muy recargada, parece que a algunos les gusta o creen que así pasan como sabios del fútbol. No está bien establecer comparaciones, pero uno escucha a los comentaristas argentinos y de verdad son unos críticos profundos, elevados, especialistas de verdad, expertos. En Colombia los hay, por supuesto, pero son pocos.
Las nuevas generaciones intentan imitar algo que no va. Encuentra uno en los espacios televisivos emisiones simultáneas de grupos de muchachos hablando de la última fecha y parece que se gritan el uno al otro, echan chistes flojos, pero ninguno da un aporte profundo o un enfoque distinto acerca de lo que el aficionado corriente ya sabe porque está informado, lee páginas deportivas, escucha la radio y ve todas las transmisiones de los partidos. No hay un aporte, un enriquecimiento, algo adicional.
¿Y esto no se vale como estilo de nuestro periodismo deportivo?
El estilo no se puede modificar. Siempre lo he considerado como una particularidad de cada ser humano. Para caminar, para vestirse, para comer, para hablar, para comentar hay un estilo. Lo que me preocupa es que los estilos están unificados, es decir, como todos intentan adoptar el mismo estilo ninguno tiene uno particular. No son buenas las comparaciones, pero acudo al maestro Hernán Peláez, quien habla con pasividad, con un tono reflexivo pero siempre acertado. Nunca suelta palabra sin haberla masticado intelectualmente, por eso es un maestro del periodismo nacional. Muchos de los periodistas nuevos, de las nuevas generaciones, deberían aprenderle a él.
Finalmente, el periodismo en Colombia en general atraviesa momentos difíciles, tal cual ha dicho en clase. ¿Las nuevas generaciones que quieren estudiar para figurar en medios como periodistas deportivos deben cursar cinco años de pregrado para llegar allí?
Sí. Y eso es preocupante, por supuesto. Pero también he notado, sobre todo con mi experiencia en las facultades de Comunicación, que muchos de ellos –no todos- llegan con esa pretensión de figurar, de ser ellos los protagonistas del periodismo nacional. Y se supone que un periodista es el enlace entre el público y los hechos, se supone que un periodista es la cámara que está detrás, es lo que muestra, no lo mostrado. Ese es el mayor error de estos periodistas, muchos vienen con esa intención de figurar, no de aportar al periodismo. Quieren ser ellos mismos los protagonistas y eso no es muy adecuado: el protagonista siempre es el hecho noticioso y eso es lo que merece ser mostrado al público.