En este mundo acelerado que busca el éxito a toda hora y a toda costa es grandioso que un equipo de fútbol renuncie a un título porque reconoce que la vida –y en este caso la muerte- supera todas nuestras posibilidades.


Hay algo que celebrar en medio de esta tragedia. En primer lugar, los sobrevivientes del siniestro (pruebas quizás de la absoluta providencia) y, luego, el mensaje que le deja Atlético Nacional al mundo entero.

«Luego de estar muy preocupados por la parte humana pensamos en el aspecto competitivo y queremos publicar este comunicado en donde Atlético Nacional invita a Conmebol a que el título de la Copa Sudamericana le sea entregado a la Associacao Chapecoense de Futebol como laurel honorífico a su gran pérdida y en homenaje póstumo a las víctimas del fatal accidente que enluta nuestro deporte. De nuestra parte, y para siempre, Chapecoense Campeón de la Copa Sudamericana 2016″.

Eso es grandeza. En la cancha lo que está haciendo Nacional es admirable y, ahora, lo que hace fuera de ella es abrumador, bienvenido y plausible.

Nacional ha jugado 15 finales en los últimos 5 años. Y ha sido campeón de todo, salvo del Mundial de Clubes y de una Copa Sudamericana que podría no estar en sus vitrinas a cambio de una histórica lección moral.

El deporte, el hincha y la sociedad deben aplaudir este gesto.

Si a mí me preguntaran, diría que el título de Chapecoense debería ser compartido con Nacional.