“Desde que Pékerman llegó, la confianza creció muchísimo”, dijo James Rodríguez en diciembre de 2013, cuando la clasificación al Mundial de Brasil era un hecho. Hoy en día, podríamos preguntarnos si esa confianza se mantiene.
La efusión por la selección Colombia mermó, con razón. El proceso del entrenador argentino, que comenzó en enero de 2012, está en un momento crucial, pues la clasificación al Mundial de Rusia está en veremos y el equipo hace rato no juega bien.
“Sabíamos, cuando comenzamos este camino, que no sería fácil, que nadie nos regalaría nada”, apuntó Pékerman al celebrar la clasificación a Brasil 2014. Lo feo ahora, cuando las cosas de verdad están más difíciles, es que hay sectores que critican con saña el trabajo del entrenador y solo parecen esperar nuevas derrotas de Colombia para satisfacer la soberbia personal.
Hugo Gatti, aquel mítico arquero argentino, dijo hace una década: ‘Pékerman parece un sacerdote. No, ¡un predicador! Trata de elegir a los que juegan bien, pero a esos hay que agregarles cosas que él no les agrega. Parece que está bien con todo el mundo, y que a la Selección van todos… ¡Y no es así, viejo!”.
El idilio con Pékerman se está acabando. Y es normal que eso pase en un país acostumbrado a amar y odiar con pasión. Colombia apenas consiguió dos de los últimos nueve puntos en la Eliminatoria, pero estos deben ser tiempos de apoyar al técnico y a la Selección, lo cual no obliga al silencio si algo disgusta.
Necesitamos más, amigo Pékerman, o nos quedamos sin Mundial. Nos toca golear a Bolivia y empatar como mínimo con Ecuador para seguir en carrera. Necesitamos ver su mano en la recta final de esta Eliminatoria.
Yo todavía le tengo fe, pero no ciega.