Cuando al minuto 88 Alemania le hizo el gol a Colombia en el Mundial de Italia 90 todo pareció perdido. Entonces William Vinasco Ché, desconsolado al igual que un país, no narró sino que suplicó al aire segundos después: “Solamente le pedimos al señor que ni siquiera nos ayude, sino que haga un poquito de justicia aquí”.
Muchos años después, nuevamente los colombianos tenemos que recurrir a la esperanza. Pero lo triste es que cuando esto pasa aparece el pésimo hincha que vaticina con inquina la eliminación, que habla pestes de Pékerman y culpa a David Ospina, Fabra y Arias de nuestra desgracia.
¡Gente, basta! Guárdese el negativismo para después. Ahora no se necesitan análisis desmemoriados, facilistas y revanchistas, sino de personas que soporten un propósito.
No queremos más colombianos mezquinos, de esos que engrandecen su voz en los momentos adversos. Seres que después de la derrota enfilan sus sentencias apresuradas y esperan la confirmación de la desgracia solo para darse razón a sí mismos.
En un aspaviento nuestro mundo deportivo cambió. Sí. Pero es muy ruin despotricar de un compatriota cuando las cosas no salen bien. La blasfemia casi siempre es digna de mediocres que exigen en los demás la excelencia.
La sana crítica es bienvenida, no la injuria. Se vale opinar, no ofender. ¿Y la reflexión? ¿Acaso usted nunca tuvo un momento difícil? ¿Acaso usted jamás necesito ayuda? La Selección, los jugadores y el técnico la necesitan.
Haga parte de quienes creemos que el apoyo da mejores resultados que el pesimismo. ¡Vamos, Colombia! La fe está intacta. No importa la frase cliché en estos momentos, es lo de menos cuando importan las buenas intenciones. Si no clasificamos al Mundial, habrá mucho tiempo, demasiado, para lamentarse y buscar, si se quiere, responsabilidades individuales y colectivas.
‘Señor, solamente te pedimos que nos ayudes, que hagas un poquito de justicia aquí en nuestros deseos’, diríamos hoy al estilo Vinasco Ché. El 1-1 contra Alemania fue un milagro. Contra Perú parece que necesitamos otro.