De nuevo el mundo nos pone a especular fantasías. No se trata hoy de tener un país en paz sino de prever, como el más soñador de los hechiceros, en una selección Colombia capaz de llegar a la final de un Mundial, lo que sería el final de nuestro mundo.

Y lo sería porque semejante gesta -solo llegar a la final, incluso sin ganarla- marcaría hasta la eternidad nuestra historia, llenaría de orgullo a las nuevas generaciones y sentenciaría un antes y un después para el país. Para siempre.

La mayoría de millennials colombianos no sabe lo que fue el Mundial del ’62 y hasta minimiza lo que pasó en la anterior generación dorada de la Selección, con el Pibe, Rincón, Asprilla y demás en los noventa.

Para ellos la participación en los mundiales del ’90, ’94 y ’98 fue simplemente eso: participar, sin reconocer lo que éramos antes, es decir, casi nada en las canchas.

Los jóvenes de hoy sí hablan con propiedad de nuestro Mundial en Brasil, de un James goleador, del exrécord de Mondragón, del quinto puesto general y hasta del mejor equipo del juego limpio que fuimos.

Así es que llegamos a este panorama que produce ansias, insomnio y esperanza. Si Colombia le gana a Inglaterra tendrá el camino menos espinoso para llegar a la final de Rusia 2018. No es realismo mágico. Ni siquiera el surrealista de Dalí nos podría entregar una escena tan disparatada.

Pero el mundo nos ha puesto aquí. Y para desgracia de todos los pesimistas, es válido decir que hoy somos otros, que la Colombia del noventa dista mucho de esta que aún padecemos y que la Selección es su reflejo, así muchos de sus integrantes jueguen fuera de estas tierras.

No hay que ser muy inteligente, pero sí muy ciego, para ver que Colombia puede ganarle a Inglaterra. Aconsejo a los agoreros esconderse mientras la selección al menos lo intenta.

Señoras y señores, nadie dice, como asegurábamos en el Mundial del ’94, que somos favoritos. Al frente se nos posa un campeón del mundo, ¡vaya osadía creer que los podemos eliminar! ¡vaya estupidez no confiar en nosotros mismos!

Recomiendo calma. Lo que sirva para apaciguar este aluvión de sueños es bienvenido. En Francia ’98, perdimos ante Inglaterra sin atacar. Esperemos que esta vez sea diferente porque el mundo lo es.

Después de eliminar a Inglaterra, nos quedaría Suecia o Suiza en cuartos y Croacia o Rusia para llegar a la final. Por favor, Colombia, pensar solo en esta posibilidad da escalofrío. Por favor, hay que adueñarse del balón y acompañar a Falcao. Por favor, James, Quintero y Cuadrado, ¡sean dinamita! Por favor, Roca, no te desmorones. Por favor, Yerry, Dávinson y Ospina, seguridad y concentración. Por favor, colombianos, perder o ganar este partido no debe desembocar en reacciones violentas. Por favor, Pékerman, no falles. Por favor, ¡vamos, Colombia!

¡Vamos, Colombia! ¿Se puede? ¡Se puede!

PD: Escribí esto desde un geriátrico este lunes en la tarde. Mi abuela dormía en su silla de ruedas, mientras yo, tecleando a toda velocidad en el celular, me convencía cada vez más de la importancia que tenemos de soñar mientras estamos vivos. La verdad, ante algunas cosas de la vida es lo único que podemos hacer. Mi abuela se llama Esperanza.

En Twitter: @javieraborda