Con el título de la Libertadores 2018 acabará la Copa que vimos los que tenemos ahora entre 30 y 50 años. Este fin de semana seremos testigos del fin de una era titánica, épica, que le dará paso a un fútbol más que nada supeditado al mercado y aún ensombrecido por la corrupción.
Si algo emocionante tenía la Copa Libertadores de nuestra época era su sencillez y rivalidad desde el inicio del torneo. Eso ya no existe. En grupos de cuatro –sin horribles y eternos repechajes-, los equipos se enfrentaban por nacionalidades en primera ronda. Universidad de Chile, Universidad Católica, Millonarios y Nacional, por ejemplo, marcaron el inicio de lo que fue una emocionante Copa en 1995. Luego venían las eliminaciones directas, las batallas –y grescas- típicas de nuestra estirpe.
Ahora vemos cómo el horario de un juego se cambia si literalmente se puede vender mejor. Si los directivos ven más dinero, sucumben una y otra vez al dólar, sin reparo. A este paso, podremos jugar dentro de poco una final de la Libertadores el primero de enero al mediodía. ¡Qué importa! El juego está al servicio del comercio y no al revés. ¿Que se juega la final entre River Plate y Boca Juniors un fin de semana? Bueno, eso ya había pasado con la Champions League. Obvio, nos copiamos.
Es mucho más lo que se extinguió en la Copa, al menos para nuestra generación. Desde 2019 se jugará un solo partido para definir al campeón, lo cual significará perder algo de nuestra esencia. Si en Europa es así, aquí es otro mundo, no sobra recordarlo. De España a Portugal se puede viajar cómodo y barato, pero en Suramérica viajar entre países no es tan fácil. Ver una final en propia casa era para los hinchas la recompensa por pasar muchos años de espera, sufriendo. En el futuro quizás tocará ir a Paraguay para ver una final entre Junior y Colo Colo. Horrendo.
Otra cosa espeluznante que hemos tenido que soportar es atender al tiempo dos juegos de los máximos torneos del continente. Hace poco nos pasó que mientras en un canal veíamos Gremio vs. River por la Libertadores, en otro pasaban un choque definitorio de la Sudamericana, entre Cali y Santa Fe. ¿Cuántos idiotas no nos vimos a cada rato cambiando el canal a cada instante, tratando de ver sin ver realmente?
No hay que resistirse al cambio. El uso del VAR puede estar en discusión, ya se aceptó la definición por medio del gol visitante (así le sigan diciendo estúpidamente que “vale doble”) y al menos han surgido normas para acelerar el juego. Sin embargo, a veces el rumbo parece inadecuado, más con los escandalosos casos de corrupción que vimos en la Conmebol bajo la sombra del #Fifagate. Casos que lejos están de aclararse, ¿o es que usted cree que en Colombia, uno de los países más corruptos del mundo, no pasó nada entonces?
Nos falta una Eliminatoria suramericana al Mundial reñida antes de clasificar –esperamos todos- a los mundiales de 2026 en adelante. En Europa ya no hay amistosos sino la Uefa Nations League; los clubes poderosos del Viejo Continente quieren su propio campeonato. Van a cobrar dizque por un canal Premium para ver el fútbol colombiano…
Tal vez sea la nostalgia la que hable: la final entre River y Boca es el éxtasis de una Libertadores que muere en concepción. El fútbol se ha ido modificando para explotarlo a costa de todo. El hincha no importa tanto como los derechos de televisión. Es lo que hay. Lo que nos toca. River vs. Boca, la final para el eterno recuerdo.
En Twitter: @javieraborda