El canciller de Colombia tuvo un desliz al felicitar a los “ciclistas” Robert Farah y Juan Sebastián Cabal tras su título en el US Open. Pero nada como la embarrada que cometió el presidente Alberto Lleras Camargo cuando la Selección Colombia de fútbol se disponía a viajar al Mundial de Chile 1962.

A continuación, dejo la historia en manos de Nicolás Samper, a quien siempre agradeceré el haber escrito este exquisito prólogo del libro El fútbol en boca de todos:

Javier Borda Díaz – El fútbol en boca de todos

Prólogo

«‘Muchachos, que les vaya bien y que anoten muchas canastas’. Luego de que el presidente Alberto Lleras Camargo lanzara esa eterna frase a sus invitados en el salón presidencial solamente hubo perplejidad y signos de interrogación marcados en las caras de los interlocutores que no pudieron replicar por la inmunidad del personaje que los estaba interpelando y que por supuesto poco o nada entendía del porqué esos tipos estaban ahí a su lado. Seguro habían hecho algo importante, o eso parecía porque ¿De lo contrario cuál era el motivo para que él estuviera charlando con ellos y ellos charlando con él? Palmadita en el hombro, mucha suerte en el viaje y que Dios los acompañe. Y sobre todo muchas canastas, por favor.

«Un coach de autoayuda estaría arrancándose los pelos y escribiendo un libro sobre aquella sentencia. La famosa frase de las canastas debió ser tan incómoda como la soga que va amarrada al cuello de un delator de la mafia que presencia cómo sus verdugos toman la otra punta del lazo para atarle un yunque y así hundirlo y matarlo a él y sus secretos. En este caso era en realidad hacerles entender que a pesar de lo importante de su hazaña, para el presidente de la república era poco menos que una baratija deportiva que se resolvía con cualquier pronunciamiento de cajón. Era una cuestión para despachar pronto y ágil. También podía ser que el primer mandatario cargara un costalado de exuberante inocencia y desconocimiento magno, algo que hoy no ocurriría porque nadie más hábil que un político para treparse en las gestas gloriosas de los nuestros en las canchas para estar más cerca de los votos, de los electores que son aquellos que definen su destino.

«Lo que pasaba es que no había sido una obtención de menor valor la lograda por aquellos muchachitos impetuosos y con ganas de tragarse el mundo a su manera que estaban estrechando la mano del que regía los destinos de su nación. Ellos eran los integrantes del seleccionado nacional de fútbol que acababa de conseguir por primera vez en su historia la clasificación a una Copa del Mundo -Chile 1962- después de superar a su similar del Perú en dos encuentros que ellos lograron resolver con goles. ¡Con goles, presidente Lleras!

«Las palabras son navajas capaces de cortar el hielo y convertirnos en verdaderos profetas hasta de lo que desconocemos pero también son cuchillos romos que se nos entierran en las entrañas si llegamos a cometer un desaguisado. Y uno siente que esos momentos son eternos porque los demás también tienen esa capacidad de hacernos ver que hay sentencias que para bien o para mal, tienen los méritos suficientes como para ganar un lugar impostergable en la posteridad. Porque a partir de esas frases también se construyó el mundo.

«Y el fútbol es parte de ese mundo que se fue edificando mientras nos tocaba vivir eso de crecer, que es como ir muriendo a cuotas. Y no entender el fútbol -no como un asunto táctico, va más allá, como una sociedad constituida donde hay clanes, clases sociales, mendigos, mentirosos, criminales y santos- es también no querer entender al mundo, porque cada quien desde su propio costado hace con sus dichos que esta sea una microsociedad divertida, pero a la vez decadente; dolorosa pero paradójica; triunfal pero efímera.

«Haciendo memoria y además tomándome atribuciones que no me corresponden al incluir una que otra frase en estas páginas pienso en esa que para mí fue la más brillante, más sustanciosa, más delirante pero más real que algún futbolista haya pronunciado alguna vez. Y a la mente se me viene de inmediato Claudio “El Turco” García. Era un delantero rollizo, mañoso como pocos -una vez le marcó un gol con la mano a Independiente que definió un clásico- de voz carrasposa, nariz aguileña como la de un tucán y amplia en volumen como una pera de boxeo, de gran pegada, provocador en la cancha, transgresor de los de antes, que usaba lycras para protegerse del frío cuando las pantalonetas llegaban apenas hasta el final de las nalgas, habitual cliente de la peluquería adonde iba a hacerse iluminaciones en su pelo larguísimo y que vivió su primer gran dolor  -luego vendrían muchos más- cuando en una definición por penales ante Deportivo Italiano tuvo que irse a segunda división con el Club Atlético Huracán, el amor de su vida.

«De ahí se fue a muchos lados: anduvo en Vélez Sarsfield y la rompía; después viajó a Europa al descafeinado fútbol francés para alegrar a los atildados fanáticos del Olympique de Lyon y regresó a su país, Argentina, para defender los colores de una institución que estuvo muchos años regida bajo una extraña égida tragicómica: Racing Club de Avellaneda, sitio en el que se transformó en ídolo a pesar de no poder ganar nada allí.

«Tipo de barrio como pocos y conocedor de la calle -nació en el mismo lugar que Diego Armando Maradona, Villa Fiorito, un barrio donde abunda la escasez y que hace parte de Lanús, en el conurbano bonaerense- un día se sentó a charlar con un periodista de la Revista El Gráfico. Y en esa entrevista lanzó una joya cruel pero implacable. Dijo ante una requisitoria y provisto de la mayor cuota de sinceridad posible: “Si no hubiera sido futbolista seguiría siendo virgen”.

«Dan ganas de aplaudirlo hasta que sangren las manos al buen “Turco”. Nadie fue capaz de sintetizar mejor todo lo que puede dar el fútbol: un gol en el último minuto y en cancha embarrada cambia cualquier perspectiva de vida para cualquiera porque de alguna manera, empujando una pelota a la red, talló en su epitafio su propia inmortalidad. El débil, el ignoto, el fronterizo, el ignorado se convirtió en alguien poderoso, admirado y asediado. Un gol le dio la posibilidad de poder copular con más frecuencia que el ciudadano promedio, por supuesto, pero va más allá: un gol fue capaz de construir un futuro que antes no existía para él.

«A eso se refería inicialmente. Y aunque un gol es capaz de salvar una vida también es capaz de hacerla perder: en 1991 cuando García era convocado a la Selección Argentina y salía en todas las portadas ya llevaba cinco años consumiendo drogas. El ser futbolista le quitó la virginidad pero para zafarse de encima ese lastre adolescente tuvo que pagar un precio muy alto: se transformó en un visitante de la noche, de las compañías extrañas y de los peligrosos ensayos y errores que se mezclan en una jornada de fiesta, todo esto cuando empezaba a descollar, cuando dejaba de ser virgen en un montón de cosas.

«Así hay muchas más. Frases que impactan sobre todo en un escenario que parece blindado para la expresión real. ¡Es que es muy complicado que un futbolista profesional decida salirse del riel dialéctico tradicional con la única ambición de transgredir! ¡O de expresar su propia verdad! El lugar común a la hora de declarar y los filtros a los que son sometidos hoy las figuras hacen que esa tarea genuina de recolectar dichos de esos que son inolvidables y que sirven para entender todo, termine siendo nada. Porque hay zona mixta, porque solo atienden en ruedas de prensa, porque cuánta plata hay para que hablemos, porque sí y porque no. Entonces sentarse a charlar con ellos como hace unos años y recorrer el campo de entrenamiento mientras se les entrevista parece más inalcanzable cada día que pasa y la posibilidad de que alguno se salga del molde se reduce aún más por cuenta de tantas precauciones y de tanta asepsia alrededor.

«Pero a pesar de todos estos avatares, por fortuna se siguen colando frases sin filtro. Frases que invitan a creer y a soñar. Frases que dan risa y otras de las que hay que reírse para no llorar en este diletante pajar que es la “familia del fútbol” -no puede haber expresión más detestable que esa porque si bien en mi familia hay cada joya, lejos están de algunos de los que componen este mundillo-.

Un día

«Javier Borda, de quien me precio ser amigo y que la vida nos encontró alguna vez en una desvencijada sala de redacción de un entonces portal emergente llamado Futbolred, decidió meterse en un abundante y tupido pajar y pensó que era lindo ponerse en la tarea de encontrar agujas.  Recolectó con juicio y rigor infinidad de máximas vertidas por los protagonistas sin importar el tiempo que le tomara la tarea incluso esquivando hasta una celada fugaz que la muerte quiso hacerle. Nada fue capaz de quitar su foco de atención en su meta y con una disciplina admirable fue incluyendo en su dossier no solamente a los jugadores, sino que presto en su labor repasó lo que promulgaba la dirigencia y de ahí sacaba cosas; y lo que vociferaban los colegas, los del micrófono y la pluma, era por supuesto otra vertiente valiosa para ir dándole forma a la materia prima que está consignada en estas páginas con un método tan sencillo como digno y que resalta el buen periodismo: Javier Borda hizo un culto del saber escuchar, del saber leer y del saber seleccionar. De esas jornadas en las que las voces y las consignas de todos llenaban su cabeza está hecho este libro«.

Y por si acaso…

Después de unos minutos, el canciller Holmes corrigió su trino y así quedó, como debió ser:

¡Gran orgullo nuestra dupla de @RobertFarah_ y @jscabal! Felicitaciones a nuestros tenistas vallecaucanos, merecidos campeones del #UsOpen

Vea: El canciller sí les dijo ‘ciclistas’ a los tenistas Cabal y Farah