Pasa en la vida que hay situaciones que nos llevan al extremo. Hoy les traigo una historia que le pasó a la amiga de un amigo, que quienes la conocen estoy segura la identificarán.

Hace algunos años, Laura -una joven estudiante de una prestigiosa facultad de ciencias- estaba muy entusiasmada con el desarrollo y casi finalización de su trabajo de grado. Ella estudiaba apasionadamente los cactus y disfrutaba con locura sus idas al desierto, donde los colectaba, identificaba y llevaba a su laboratorio de botánica para continuar con un análisis completo. La joven investigadora viajaba constantemente desde su sitio de origen hasta el sitio donde colectaba sus plantas, y con cada ida avanzaba progresivamente en la realización de su proyecto final de grado.

La estudiante contaba con el apoyo de un equipo docente y científico, quienes la motivaban y apoyaban para seguir con su investigación científica, charlaban largas horas sobre los sueños profesionales de Laura y su interés por convertirse en una de las más importantes investigadoras en su área. Hasta que un día el equipo de profesores y tutores mostraron realmente su interés; más que ayudarle era beneficiarse de la producción científica que ella estaba construyendo. La investigación final de Laura para optar por su título dependía de la actitud cambiante e interesada de investigadores que no estaban siendo leales ni honestos con ella, por lo que -con todo el dolor- decidió dar punto final a esa relación académica desgastante que no iba a ningún lado y comenzar desde cero con otra investigación.

Muchos tildaron a Laura del peor modo, de mal agradecida, de una investigadora con falta de constancia y hasta de traidora, sin conocer la versión real de los hechos. Otros le decían: “Los profesores siempre tienen la razón y debes hacer lo que digan”. Pero al final ella demostró con rigor científico de qué estaba hecha y pudo aplicar el método científico en un proyecto que cambió su perspectiva de la ciencia y forjó en gran medida su vida profesional.

Tiempo después Laura comprendió que muchos investigadores, en su afán por lograr méritos en el área científica, se aprovechan de los estudiantes, sus investigaciones, y eso es algo que no puede ocurrir. La vida, las circunstancias y los triunfos profesionales de Laura en su nuevo campo la llevaron a coincidir con esas mismas personas que en algún momento hicieron trizas la ilusión por seguir trabajando con sus amados cactus, y qué sorpresa, ellos querían llevar a cabo -después de muchos años- aquel proyecto con nuestra protagonista.

Ustedes se preguntarán que decisión tomó Laura, y lo único que les puedo decir es que en la vida, así como en el tetris, todo tiene su lugar.