Resolver un conflicto, tener una buena comunicación, ser líder, trabajar en equipo, estar prevenido, tomar decisiones, ser resiliente, controlar la ansiedad… Todas esas corresponden a la diferencia entre emoción y afecto.
Las emociones son respuestas internas, intensas, breves y sobre todo individuales, mientras que los sentimientos son plurales, estables y muy duraderos (demasiado, en algunos casos).
Cuando nos sumergimos en las aguas de los afectos, a los excelentes nadadores se les llama «inteligentes emocionales» y considero que esto no es más que la gran habilidad para ser empático, tolerante y saber alinearse con el otro. Difícil tarea para quienes poco toleramos a quienes predican, pero no aplican, al egocéntrico, al intelectual excluyente, al clasista y a todo aquel que mira hombro arriba a los demás.
Querido lector desocupado, si usted se siente identificado con alguna de las categorías expuestas, discúlpeme. Cuando trascienda sentiré afecto por usted y no emoción, por ahora soy un alma joven que vino a aprender a este extraño mundo sobre dar y recibir. Eso me han enseñado en casa.