Hace muchos años mi papá llevó a casa el famoso libro de reflexiones motivacionales La culpa es de la vaca. Como era costumbre en la formación de las 6.30 a. m. del Poli, mi colegio, los profesores leían todas las mañanas una reflexión, precisamente de ese mismo libro. Ese era mi momento favorito de la formación, llena de regaños, oraciones y anuncios parroquiales al iniciar la jornada escolar.

Hojeándolo en casa me encontré con una de las reflexiones más bonitas y reales que hasta el día de hoy he conocido, y qué, más adelante, me sirvió para entender los conceptos de perdón y dolor, y sobre todo para entender lo válidos que son, pues todo no es color de rosa, pero esa es otra historia.

La parábola de los clavos en la puerta cuenta la historia de un niño que tenía grandes problemas para manejar su ira, por lo que su papá un día le dio una bolsa de clavos y le pidió que por cada vez que perdiera la paciencia clavara uno detrás de la puerta. El niño así lo hizo y, conforme los días pasaban, iba disminuyendo el número de clavos. Su papá lo invitó a ir retirando cada clavo en lo que regulaba su problema con el manejo de su ira, finalmente llegó el día en que no tuvo ninguna crisis y no hubo clavos tras la puerta.

Su padre lo invitó a reflexionar sobre el estado de la puerta, que pese a quitar todos los clavos jamás volvería a ser la misma. Lo mismo ocurre con nosotros, el perdón y el dolor.

Hace unos días -y después de muchos años- una persona que admiro mucho me reenvió la reflexión y confirmó la increíble forma de reafirmar conceptos, transformarnos y crecer a lo largo de los años. Antes pensaba que perdonar no era igual a olvidar, y lo sigo pensando, pero hoy agrego que perdonar es recordar, pero sin dolor. Tocar las hendiduras causadas por aquellos clavos y sonreír. Celebrar que estamos en constante transformación y que nos merecemos tener “un final (o un comienzo) feliz”; cuando un día esté soleado, cuando la sonrisa inunde tu mundo, cuando todo va bien, cuando trabajas o haces lo que te gusta, cuando te levantas con sueños bonitos, cuando dentro de ti no está nublado. La virtud de ver magia donde otros ven caos, es tu decisión.