Ayer se conmemoró el Día Mundial del Agua, una fecha donde más que reflexionar es importante visibilizar el agua como instrumento transformador del territorio, un medio de conservación dominante en muchos ecosistemas y un elemento con alto valor económico, aspectos que considero indispensables para una certera toma de decisiones ambientales.
En nuestro país, el agua es una de nuestras mayores riquezas naturales, pues contamos con cerca del 60 % de los páramos del mundo, seis nevados, cinco vertientes hidrográficas, 30 ríos caudalosos y más de 1000 ciénagas. Sin embargo, existen poblaciones que no cuentan con acceso a agua potable y municipios categorizados como susceptibles al desabastecimiento de este recurso vital.
A pesar de su evidente componente socio ecológico, la reflexión teórica sobre la vinculación entre las problemáticas asociadas al agua y las transformaciones territoriales en sus diferentes dimensiones requiere ser profundizada con enfoques que complejicen la relación agua-sociedad, que los humedales sean vistos como lo más importante y no como el recurso inagotable que no sufre consecuencias ante tanta falta de conciencia.
Es indispensable tener una visión clara del territorio y de los elementos que lo integran, sus dinámicas y generar soluciones basadas en la naturaleza con un enfoque a la adaptación climática. Si bien, es necesario diseñar obras en humedales -quienes nos ayudarán a enfrentar la crisis por el cambio climático-, pensadas en estructuras menos invasivas que las tradicionales, como viaductos para evitar un verdadero desastre ambiental.
Necesitamos entender y reconocer a nuestros humedales como el inicio de todo, como la fuente de vida y como ecosistemas frágiles pero valiosos. El futuro de nuestras fuentes hídricas y de nuestra cultura depende de nosotros.