Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Julieta Casallas. Foto: Cortesía de Julieta Casallas

Julieta Casallas. Foto: Cortesía de Julieta Casallas

Alcanzar un equilibrio entre cuerpo y alma cuesta mucho, así lo ha interiorizado Julieta Casallas, una colombiana que lleva 20 años en Miami, y que nunca pensó que sobreviviría a una clase que duraba 90 minutos, con 26 poses de yoga y a una temperatura que llegaba a los 40°C. Por eso relata con orgullo: “ mi experiencia con el Hot Yoga comenzó hace tres años, cuando me partí el tobillo del pie derecho pues siempre había hecho ejercicio, pero sufría de dolores muy fuertes, calambres y hasta terminaba cojeando por varios días al tratar de correr o usar una elíptica en el gimnasio, pero gracias a Jackie, una compañera de trabajo, terminé en el estudio de Bikram”.

Respirando profundamente, Kika, como le dicen sus amigos, retrocede en el tiempo para contar que llegó desprevenida a la sesión, solo con una botella de agua fría, pues en el estudio alquilaban el mat y la toalla. También había unos ventiladores de techo que los prendían por segundos en diferentes momentos durante la clase y agrega: “ese fue mi día cero, 12 ejercicios de pie, 14 en el piso, incluyendo los de respiración, pero antes de los 20 minutos ya me había tomado toda el agua, el desespero por el calor me estaba controlando, sentía ganas de vomitar, escalofríos, mareos y unas ganas infinitas de salir corriendo.”

Yoga_ StockSnap en Pixabay

Yoga_ StockSnap en Pixabay

Sin embargo, su colega Jacqueline le había advertido que la meta era permanecer los 90 minutos sin salirse del salón así se quedara acostada sin moverse, lo cual hizo:  20 minutos de clase y 70 minutos acostada mirando a los demás, tratando de no interrumpirles la concentración. Sonriendo, Kika confiesa: “solo pensé: esto no es para mí, es horrible, menos mal no compré tapete, ni toalla ¡No voy a volver nunca! …  Y no me preguntes cómo, pero ubiqué un reloj de pared y fue el peor error, porque el tiempo me pareció eterno. Recuerdo a la maestra decir: yo sé que hay muchos que están pensando en que no van a volver, pero mañana se van a sentir diferente y seguro los tendré de nuevo”.

Julieta salió roja como un tomate, felicitó a su amiga y le dijo que el Hot Yoga definitivamente no era para ella. Jacqueline tiene 54 años y practica yoga desde hace 10 porque una lesión en el cuello la llevó a esta actividad. Sin embargo, le respondió  a Kika: “Si yo pude, tu puedes. Te vas a sentir diferente así solo te hayas quedado acostada en el piso”.

YOGA_Irina Logra en Pixabay

YOGA_Irina Logra en Pixabay

Sus palabras fueron proféticas. Julieta recuerda que llegó a su casa, se duchó y durmió como cuando era una niña. Y lo mejor de todo, sin necesidad de tomar pastillas, las cuales venía usando por varios años. Con alivio explica: “la dependencia a los fármacos fue una motivación importante para que no me diera por vencida, los 20 minutos de práctica se convirtieron, poco a poco, en 40 y al mes ya hacia la clase completa. No voy a mentir, el juego entre los pensamientos me duró mucho tiempo, pero los cambios, no solo físicos sino emocionales, terminaron por enamorarme de esta práctica que se ha convertido en un hábito en mi vida”.

Julieta reconoce que se ha vuelto más consiente de la forma como se alimenta. También aprendió a conocer su cuerpo y sus dolores, tanto en la espalda como en el cuello, se han disminuido. Ahora duerme bien, ha perdido peso, su piel está rejuvenecida, no sufre más de estreñimiento y se hidrata mucho. Además, explica: “me he vuelto más paciente, abrazo más a la gente, controlo mejor mis emociones, sonrío con frecuencia, aprecio más las cosas que tenemos como el agua, el aire, el calor, etc. Mi cuerpo está lindo, he cambiado de postura y gracias a esto me siento un poquito más alta, mi pierna ya no duele, mi corazón está abierto y aprendí a meditar.  Esos 90 minutos son un regalo de mí para mí, porque yo soy mi responsabilidad más importante y me amo”.

La respiración es vital

Imagen: tomada de la cuenta Instagram de H3 Wellness Center

Imagen: tomada de la cuenta Instagram de H3 Wellness Center

Si Julieta Casallas tuvo su propio despertar, el canadiense Brian Dawson, quien es profesor y fundador del H3 Wellness Center en Bogotá, no se queda atrás. Brian practica esta disciplina hace 38 años, ha tenido muchas experiencias en otros países, y ha descubierto que a la mayoría de la gente lo único que le interesa es la postura. Por eso confiesa: “me tomó 3 años y medio haciendo lo mismo sin parar en el Hot Yoga, porque nunca estaba realmente conectado con mi respiración, me concentraba más en las posturas, solo posturas.”

Para Brian, si olvidas respirar bien, dándole prioridad a las posturas y el equilibrio, te sofocas, colapsas y tienes que parar. Lo bueno de esta técnica es que calmas tu mente y luego empiezas a sentir los pensamientos positivos, por eso desde el comienzo de su clase, él les hace adoptar a sus alumnos una buena postura, que levanten el mentón, pongan su frente en alto, el pecho recto, las piernas firmes. Cuando se adopta una buena postura, se ven en el espejo y se sienten diferentes.

Imagen: tomada de la cuenta Instagram de H3 Wellness Center

Imagen: tomada de la cuenta Instagram de H3 Wellness Center

Pero ¿cuál es entonces la diferencia entre yoga tradicional y el hot yoga? Sonriendo, el profesor canadiense dice: «en H3 Wellness Center se combina el yoga con el calor  (32 grados) que es otra terapia, las paredes interiores contienen sal, la cual se agrega al aire para respirar. Tú no puedes sentirlo o degustarlo, pero está allí, es terapéutico, el sonido ambiente es una vibración particular de 532 megahertz que va directamente a tu cerebro.  Tenemos paneles que emiten calor y rayos infrarrojos, los cuales disminuyen las líneas de expresión y las arrugas; estimulan el tejido corporal, mejoran la circulación, reducen la hinchazón y la inflamación. También ayudan a aumentar la oxigenación sanguínea removiendo las toxinas acumuladas en el cuerpo”.

Brian recomienda que cuando estemos estresados tomemos aire profundamente e inhalemos despacio y cuando soltemos el aire, hay que hacerlo dos veces más despacio de la inhalación. Con esa profundidad se logra llegar al sistema nervioso y manipularlo, al igual que a la mente, el cuerpo, usando la respiración todo el tiempo. Y explica: “lo paradójico es que al final de la clase de hot yoga, cuando te recuestas y no haces nada, tiene un tremendo beneficio dejar tu mente en blanco por 5 o 10 minutos, pero sientes como si hubieras corrido una maratón, con la diferencia de que creas energía en tu cuerpo, en lugar de eliminarla. Eso es lo más maravilloso.

Yoga_ Jenia Nebolsina en Pixabay

Yoga_ Jenia Nebolsina en Pixabay

Por último, el fundador de H3 Wellness Center insiste mucho en aprender a manipular nuestro cuerpo, porque es una fuente inmensa de comunicación, por eso advierte: “todo lo que comunicamos se transmite a través del cuerpo, lo que conocemos como body language o lenguaje del cuerpo, luego tenemos el tono de tu voz, pues las palabras son las más pequeñas cosas de la comunicación.  La mayoría de la gente ya no escucha nada, recogen una cosa por aquí: otra por allá y de resto hacen supuestos, asumen qué les están diciendo”.

 

Agradecimientos: Julieta Casallas- Brian Dawson- Magaly Casallas- Estudio de Hot Yoga  Brickell.

Compartir post