Fotografía original: imaginabogota.com

Si tienes un vehículo propio o eres de esos afortunados que cuenta con una ruta para ir y volver del trabajo, entonces no tienes ni la menor idea de cómo se comportan tus vecinos cuando usan el transporte público de nuestra querida Bogotá. Digo querida porque esta ciudad es de todos, y por esa misma razón tenemos que pensar de manera colectiva. No importa qué o cuál administración tenga el control, tampoco si el transporte público es bueno o malo, costoso o no. Todos podemos contribuir en algo para mejorar nuestra convivencia.

¿Entonces por dónde empezamos? Las respuestas a este interrogante pueden ser muchas, pero aquí solo voy a tratar una que perdimos con el tiempo: la cortesía de ceder la silla en un bus. Aquí incluimos a los caballeros y a las damas que tienen la edad suficiente para ocupar una silla y que por alguna razón olvidaron compartirla. No hablemos del color, para muchas personas, incluyéndome, eso no tiene importancia, si es roja o azul todas se deben prestar para quien las necesita.

Debo confesarles que soy un usuario frecuente de Transmilenio y sus Alimentadores, por eso he vivido casos en los que me sorprende la indiferencia de los hombres e increíblemente de las mujeres, porque son capaces de ignorar a otra mujer embarazada, a los ancianos con un bastón o a un padre con su hija en los brazos. Y por mi experiencia, quiero presentarles a esas personas que casi siempre están junto a nosotros en cualquier bus:

  1. Los que ignoran la señalización y el color de la silla por preocuparse de su comodidad.
  2. Los que miran al infinito a través de la ventana, ignorando a todo aquel que busca su mirada para pedirle la silla.
  3. Los que toman asiento y se duermen instantáneamente.
  4. Los que pierden su campo visual por usar audífonos gigantes.
  5. Los que no hicieron la tarea en casa y convierten el bus en un escritorio rodante.
  6. Los que no pierden de vista su celular desde que toman asiento hasta llegar a su destino.
  7. Los que por celos no permiten que alguien más se siente al lado de su mejor amigo o su pareja.
  8. Los que se casaron por lo civil con la ventana.
  9. Los que creen tener las escrituras de propiedad de la silla que usan.
  10. Los que creen que son reyes y reinas y su silla en el bus es un trono.

Si conoces a alguien así dile que existe un remedio muy bueno para recuperar la cortesía de ceder la silla, que se puede conseguir en cualquier ciudad del país, no cuesta mucho y no tiene el IVA del 19%, se llama “Ponerse en los zapatos del otro”, es para todas las edades y también funciona contra estos síntomas: Subir al bus sin hacer la fila, sentarse en las escaleras, comer en el bus, gritar cuando alguien los llama a su celular, entre otros.

Por cierto, este medicamento tiene serias contraindicaciones, la más peligrosa es así: la convivencia de todos en el transporte público puede cambiar radicalmente, el efecto del remedio puede llegar hasta esos lugares donde nadie cede la silla, hospitales, bancos, centros comerciales, iglesias y restaurantes. No lo consulten con nadie, ni siquiera con su médico de cabecera. Tomemos una dosis diaria de este remedio para ver en la calle a otro bogotano amable.


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