Hoy quiero contarles algo muy especial, acabo de cumplir 30 años y sigo aparentando 23 o 25. Eso es algo a lo que yo llamo una gran «cualidad» y la heredé de mi amada madre.

Bueno, este cumpleaños es más especial que todos los anteriores, porque me siento más vivo que nunca, y lo menciono de esta forma ya que existen muchísimos rumores sobre la «crisis de los treinta».

Sí, esa que supuestamente le da a muchos hombres y mujeres; aunque ya viví una cuando apenas tenía 15 años. A esa edad años experimenté algo que no le desearía a nadie, algo que me hizo pensar en más de una ocasión que no recibiría mi propia cédula.

Para esa época me encontraba cursando el grado décimo en un colegio parroquial, de esos en donde el rector es un sacerdote y una de las materias primarias por supuesto es religión.

A pesar de las enseñanzas católicas y las de mi mamá, yo manifestaba que no creía en Dios (puede que usted no lo haga, y lo respeto).

Uno cree Dios hasta que lo necesita

Para una mañana de un día común y corriente como el de hoy desperté sin poder mover mis piernas, mi cuerpo estaba adolorido y no era por algo que haya consumido, solo pasó y ya.

Mi primera reacción fue llorar (tenía 15 años) porque mi mente se llenó de terror al pensar que no volvería a caminar; mi mamá desconsolada no sabía qué hacer.

Luego, me llevaron al Hospital Central de la Policía y allá me formularon toda una droguería sin saber qué era lo que tenía. Estudios, exámenes, juntas médicas, preguntas sin sentido, Rayos X, incluso, alcancé a convertirme en un adicto a una pastilla que consumía todos los días, todo el tiempo, pero sin ver o sentir ningún resultado.

Estaba encerrado en una habitación de un quinto piso con un aviso en la entrada que decía «cuarentena», la única forma de salir de allí era con una silla de ruedas. Ya no podía dormir y cuando lo conseguía era porque sentía que mi mamá me acompañaba y me vigilaba.

Cada día era peor que el anterior, recuerdo que veía atentamente la ventana de mi habitación como una salida «fácil» a todos mis malestares.

El dolor me estaba matando poco a poco, levantar la cuchara para comer era una tortura, ir al baño una pesadilla y salir a las terapias en silla de ruedas, bueno, es algo terrible.

Después de 15 días así, supe que en el sexto piso había una capilla, así que salí caminando de mi habitación sin que nadie se diera cuenta para ir hasta ese pequeño espacio en donde guardaba mi última esperanza, por lo menos, para salir de ahí.

Cuando llegué a pesar de todo mi esfuerzo y el cuerpo muy adolorido, me arrodillé ante el altar y le pedí perdón a Dios, incluso, me atreví a desear que me curara o que me llevara con Él ya que no podía seguir así.

A los dos días salí del hospital, pero sin saber exactamente qué era lo que me sucedía.

Volví al colegio (difícilmente) y me olvidé de Dios, entonces recaí de nuevo y fue peor; todas las noches soñaba que caminaba sobre un espacio blanco y escuchaba a mi mamá llamándome en un mar de lágrimas, cuando abría los ojos ella me decía que yo había dejado de respirar y que estaba muy pálido, quizá morí por algunos minutos y ella me trajo nuevamente a la vida.

Al ver esta situación casi todos los días, les pedí que me llevaran a otro hospital para poder morir.

Saliendo de mi casa llegó una persona muy allegada a mi papá y nos recomendó un médico, médico que me salvó la vida y a quien le agradezco todo lo que hizo durante un año. Él decía que su trabajo solo era una herramienta y que Dios era mi verdadero médico, y sí, tenía razón, así fue.

Después de mucho tiempo de tratamiento, recuperé mi vida, aunque en el hospital me suministraron tantos medicamentos que uno de ellos me impidió continuar con mi crecimiento. Mi hermano menor es más alto que yo.

Terminó esta pesadilla y supe que eso había sido una verdadera crisis, y no entiendo por qué algunos dicen que la vida se comienza a acabar desde los 30.

10 años más tarde Dios me dio el mejor regalo después de una segunda oportunidad, a mi hija. Una niña que a pesar de tener 5 años es alta. Ella nació en febrero y me convirtió en su papá; sensación que también llegué a pensar durante mi enfermedad que no experimentaría.

Dos meses más tarde mi mamá, mi TODO, la mujer que siempre estuvo en las malas y en las buenas se fue y no pude despedirme de ella. Partió sin tener la oportunidad de disfrutar, conocer y explorar muchas cosas por mil razones y eso me dejó esta enseñanza:

No guarden nada para una ocasión especial. Vivir es una ocasión especial

Hoy en día gozo de una excelente salud gracias a Dios. Vivo felizmente con mi hija, le enseño a disfrutar cada momento, incluso, en los que tiene que hacer tareas; trabajo en lo que me gusta, amo lo que hago (hasta compartir mis experiencias en este, mi apreciado blog) y hoy soy lo que había querido ser.

Y para celebrar mis 30 años, aproveché el fin de semana para hacerlo por lo alto (exactamente a 11.000 pies de altura), porque además del licor, la fiesta o los amigos, siempre hay otras formas de festejar, y la mía fue en Flandes con los amigos de Xielo y su equipo de profesionales.

Sinceramente tenía nervios, pero ellos me ayudaron a dejarlos a un lado para realizar el salto que me hizo sentir vivo. Una experiencia que literalmente resume qué es dar un gran salto en tu vida y volar por una buena decisión.

Ya en el aire sientes que puedes enfrentar cualquier cosa (como deberíamos hacerlo todos los días en tierra) como yo lo hice ante una crisis de salud que casi me lleva «al otro lado»; definitivamente esa sensación de saltar con un paracaídas es PODEROSA.

Supongo que cuantos más saltos hagas, tu experiencia será mejor, porque podrás procesar todo lo que sucede desde que subes al avión hasta el momento de saltar «al vacío» para disfrutar cada milésima de segundo hasta aterrizar (o probar la adrenalina con las piruetas que realizan aquellos expertos, que además de ser muy buena onda, cuentan con Récord Guinness)

Qué emoción, qué grandeza disfrutar la vida con una nueva aventura, ver la vida misma debajo de tus zapatos y sentir que das pasos como un gigante ¡Esta es una buena forma de sentirse vivo!

Si nunca lo han hecho, les recomiendo al equipo de Xielo, gente profesional y experta que los ayudará a cumplir ese sueño con seguridad y la garantía de sentirse con alas.

Gracias por hacer ese sueño una realidad, gracias @ana_xielo y @niko_xielo. Conózcanlos aquí: xielo.co