La anterior entrada comentando las implicaciones de la discusión sobre resultados entre el alcalde mayor de Bogotá y la ministra de educación, cerraba explorando la idea sobre cómo este conflicto es la muestra de una desconexión entre las entidades encargadas de la educación a los niveles distrital y nacional. Una desconexión la cual, está vinculada al problemático matrimonio entre políticas públicas y ejercicio político, y que, en el caso de la desconexión que hoy ocupa a esta entrada, se manifiesta en dos escenarios.

El primero de estos dos escenarios, es uno el cual ha sido explorado con anterioridad en el blog, y tiene que ver con la manera en la que ha sido abordado el tema de la enseñanza de la lengua inglesa dentro de las políticas públicas en ambos niveles. Conociendo de primera mano los esfuerzos realizados a nivel distrital para desarrollar e implementar currículos bilingües en los colegios de Bogotá, sería razonable creer que el escenario está preparado para un interesante diálogo de saberes entre Bogotá y la nación en el cual el programa nacional de lengua inglesa recientemente relanzado podría verse como el principal beneficiario.

Sin embargo, la comunicación es casi inexistente, perdida en discusiones tan inverosímiles como el hecho que la SED esté pidiendo recursos al nivel nacional aun cuando la inversión de la entidad a los programas de bilingüismo excede la del ministerio para todo el territorio colombiano. Si bien una petición como esa no es cuestionable en si misma, lo que es cuestionable es que no haya el sentido común por parte de Bogotá para entender las circunstancias del contexto y trasladar el diálogo a otros niveles. El hecho que sea una discusión enfocada a solicitudes de recursos adopta un tono que algunos podrían interpretar como mezquino a la luz del hecho que la SED ha insertado en su discurso público constantes referencias a la cantidad de recursos que tiene disponibles.

El otro escenario se relaciona con una iniciativa que ha sido la niña de los ojos del Ministerio de Educación a lo largo de los últimos dos años; el programa Todos a Aprender, el cual ha buscado la mejora en la calidad educativa del país a través del trabajo de un grupo de facilitadores y tutores quienes además de un acompañamiento para la mejora en prácticas de los docentes de las regiones, también han ido constituyendo una red de trabajo en la que los saberes y buenas prácticas son divulgados, transmitidos e intercambiados. En este caso, se podría suponer que el escenario distrital, con sus colegios conectados y centralizados alrededor de las direcciones de educación en cada localidad, podrían convertirse en un telón de fondo óptimo para el trabajo del programa; sin embargo, la presencia del mismo en Bogotá no ha sido tan notoria… Cabe preguntarse si esto obedece a un desinterés por parte del distrito o si el componente observacional del acompañamiento que realizan los tutores entra en contravía con los intereses de una organización como la ADE (también resulta curiosa la desconexión en discursos y acciones de los sindicatos docentes nacional y distrital, como lo muestran las recientes acciones de ambos).

Si bien no es la única causa, la mezcla entre agendas políticas y políticas públicas es en parte responsable de esto. En la discusión Petro-Parody, el alcalde estuvo peligrosamente cerca de sugerir una conspiración en contra de la Bogotá Humana, de esas que le gusta tanto armar cuando encuentra contradictores con argumentos sólidos, y en otras circunstancias, tanto el como el secretario Óscar Sánchez han dejado clara la nula voluntad de establecer puentes de comunicación con el nivel estatal (probablemente, uno de los lunares mas significativos de la gestión de Sánchez). Un ejemplo más de cómo las políticas públicas en educación deben ser separadas de las agendas políticas de los gobernantes para garantizar su efectividad.