La semana pasada, Catalina Escobar, presidenta de la fundación Juan Felipe Gómez Escobar, publicaba unas cifras y datos sobre el embarazo adolescente en su cuenta de twitter que llaman a la reflexión y ponen de manifiesto la magnitud de la problemática; entre algunas de esas cifras, resalta el hecho que el 95% de los embarazos de adolescentes tienen lugar en países en vías de desarrollo, y que el 50% de las madres primerizas en esos países son adolescentes. Así mismo, las complicaciones asociadas a estos embarazos son la principal causa de mortalidad en las jóvenes entre 15 y 19 años residentes en esos países. Ante un contexto como este, en el que el embarazo adolescente es una de las amenazas mas grandes que tienen las jóvenes de un país como Colombia, cabe preguntar que se puede hacer desde la política pública en educación sobre el tema.
A la hora de abordar el tema, es necesario entender la realidad que este fenómeno está fuertemente condicionado a situaciones de pobreza y falta de oportunidades; junto a idearios constituidos alrededor de la función de la mujer… Las familias de estas muchachas no reconocen que ellas puedan tener un rol distinto en la vida al de tener y criar hijos por lo que cuando una joven queda embarazada, su núcleo familiar percibe la situación como un escenario plausible por lo que no se hace mucho al respecto. Esta situación perpetúa ciclos de pobreza por cuanto la maternidad temprana reduce de manera significativa las posibilidades de las madres adolescentes de entrar al mercado laboral o de cursar estudios superiores; esta realidad ha sido reconocida por filántropos como Bill Gates e investigadores como M.S. Swaminathan quienes ven en los programas de apoyo y empoderamiento a las mujeres una de las formas mas efectivas de reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida.
¿Qué puede hacer la política educativa ante un escenario como el descrito hasta ahora? En este caso, el momento ideal de intervención está relacionado con las etapas secundaria y media de la educación. En el caso de la educación secundaria, es necesario que la escuela le presente y le venda con éxito a las niñas de séptimo u octavo grado la idea que ellas pueden acceder a un proyecto de vida distinto al de ser madres lo mas pronto posible, y que su valor personal no está mediado por la maternidad; por otro lado, las adolescentes que cursan los grados noveno, décimo y once se verían mas beneficiadas por iniciativas como el de la educación media especializada, que capitalizan sobre la idea de ese proyecto de vida y les permitan construir alternativas de desarrollo personal de una manera efectiva. Cabe preguntarse también sobre la pertinencia de un enfoque preferencial en iniciativas como Ser Pilo Paga a las jóvenes graduadas, haciendo la salvedad que dicho enfoque, de ser mal gerenciado, podría agravar problemáticas existentes en la población e incluso crear otras relacionadas con el acceso de los adolescentes y jóvenes de bajos recursos a la educación superior.
El embarazo adolescente es una problemática que por su complejidad, requiere un manejo de muchos niveles y estamentos, que apuntan al empoderamiento de las jóvenes y la idea que estas sean parte importante en los procesos de reducción de la pobreza. La escuela, como proveedora de saberes, juega un papel fundamental, el cual debe ser tenido en cuenta dentro de la formulación de políticas públicas.
Junto a Alejandro Ome, colaborador de La Silla Vacía, hemos abierto una discusión sobre como debiera ser la evaluación docente. La discusión se puede ver acá. Las colaboraciones son bienvenidas.
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