Me dirijo a usted con la única intención de darle una cachetada con toda la amabilidad posible. Y la cachetada escrita solo tiene la intención de hacerle entender que, como ya sabe que no va a ser presidente, igual que sus subalternos más cercanos y sus amigos verdaderos; entonces deba ser este el momento preciso para renunciar con dignidad al grupo ese de uribistas fanáticos que han querido llamar el tal Uribe Centro Democrático.
Yo sé que usted es un hombre inteligente, es un tipo de buenos principios y ha conformado una familia que lo apoya y lo quiere. Como debe ser, por supuesto. También sé que su intención de ser presidente de este país de gente inculta, borracha, futbolera y de cerebros ensiliconados no es un capricho circunstancial como tal vez sí era el caso de algunos de sus compañeros de viaje por todo el país.
Alguna vez estuve en su casa. Usted me recibió con amabilidad y la señora que le ayuda en los deberes hogareños me brindó un jugo en un vaso de vidrio. Nos sentamos en la sala principal de su apartamento y lo primero que le dije era que no quería trabajo, que no buscaba un salario ni un puesto. Fui claro cuando le dije que mi único interés era otro vaso del delicioso jugo que prepara la señora amable que conocí en su apartamento. También le dije que su campaña tenía varios desatinos en redes sociales, en presencia en internet y en su grupo de colaboradores jóvenes que con entusiasmo impulsan su candidatura por doquier.
Ahora, varios meses después me veo en la vergonzosa necesidad de ratificar lo charlado en aquella ocasión y además de eso decirle que hoy en día está peor. El principal problema es estar detrás de la espalda de Álvaro Uribe, le dije, y también le dije que los jóvenes que lo apoyan no son zuluaguistas, son uribistas y eso le crea desestabilidad a su campaña. Alguna vez leí una columna suya en donde aseguró que el Gobierno del presidente Santos iba por buen camino y también le pronosticó buenos resultados a las políticas que se estaban implementando para esa época. Estoy hablando de una columna escrita un año después de la posesión de Santos. En ese momento, el malestar entre Uribe y Santos ya era evidente, entonces me pregunto qué lo llevó a escribir la columna a la que hago referencia y que ahora parece olvidada por usted. Señor Zuluaga, usted me cae bien y su hijo mayor también, (me cae muy bien), por eso me parece injusto y odioso que su sana intención a la Presidencia sea arruinada por Uribe.
Los muchachos de Creo Colombia son buenos, inteligentes, cada uno con sus cualidades importantes y con sus visiones respetables del panorama político actual, todos uribistas; pero pocos, o tal vez ninguno, sea zuluaguista. Usted debería tomarse el tiempo de analizar a cada uno de los integrantes de esa asociación. No dudo que cuente con buenos elementos, personas con las que en el pasado llegué a compartir buenos momentos y a los que hoy día, a diferencia de ellos, siempre me refiero de sus nombres con respeto. Por eso no me tomo el atrevimiento de escribir sus nombres en esta carta. Sería una vergüenza para ellos.
Pero así como tal vez cuenten con buenos elementos, también cuentan con seguridad con muchos lagartos que no tienen clara la definición de hacer política sanamente y usan su nombre para conseguir apoyo de terceros. Hay muchos hombrecitos poco agraciados y mal vestidos que les encanta más exponer fotos con Uribe que con usted y buscan no que usted gane, porque eso ya lo entendieron como un imposible, sino que a su lado ellos puedan darse a conocer.
Germán Medina no es un buen estratega político. Lo fue hace ya varios años. Hoy en día no lo es así David Luna me diga lo contrario. Y el estancamiento de su campaña lo demuestra con facilidad. Me he tomado el trabajo de preguntarles a diferentes ciudadanos con los que me tropiezo a diario: el conductor de un taxi, la señora que me atiende en un restaurante, mi compañero de asiento en el transporte público; y me apena decirle, señor Zuluaga, que nadie lo conoce y mucho menos conocen sus propuestas. Eso pasa porque la imagen de Uribe es mil veces más fuerte que la suya y por más que le meta fuerza a sus discursos públicos, recorra el país o reparta volantes en todas las ciudades; su imagen no va a superar la de Uribe. Hoy día es evidente que su nombre es mucho más recordado. Ser el único candidato del uribismo hace que los lentes periodísticos estén sobre usted, eso es lógico y evidente, pero no es resultado de su estrategia de marketing político.
A esto súmele que los jóvenes colaboradores de su campaña pasan más tiempo tomando trago y defendiendo la imagen de Uribe por las redes sociales que organizando estrategias que permitan posicionar su nombre en las universidades, las calles y las casas de todos los colombianos. Es que la política no se hace como ellos piensan. Una campaña política no se maneja solamente con buenas intenciones y demostraciones de grandeza. Usted tiene una asistente atractiva, por supuesto también es muy inteligente, pero eso no hace que sepa cómo manejar a todos esos que intentan llegar a usted con buenas intenciones y ella se los impide porque no quiere dejar de estar a su lado, porque ella quiere que todo el mundo crea que sabe perfectamente manejar las situaciones a las que se debe enfrentar desde que está a su lado.
Anoche vi un trozo de su discurso, justo después de la alocución presidencial. Y me preguntaba dos cosas: ¿no tienen teleplomter? ¿y si no tienen por qué usted no se aprendió con juicio su discurso? Es que subir y bajar la cabeza mientras lee unas cuantas hojas sostenidas por sus manos, como usted lo hizo, hace que nosotros, los que estamos al otro lado de la pantalla, lo confundamos con uno de esos perros decorativos que uno puede encontrar con regularidad en los taxis bogotanos.
Ahora la mayoría quiere llegar a ocupar algún cargo de elección popular porque sabe que cuota burocrática no habrá y creen que lo van a lograr con los votos de Uribe, porque creen con fervor incontrolable que el expresidente es el todo poderoso de la política y se equivocan. Uribe no es más que una celebridad, es como el Jaider Villa del mundo político. Se ha convertido en una celebridad. Por eso la muchedumbre lo quiere tocar y le pide fotografías y autógrafos. Pero sus votos no son endosables, no a esta altura, y como no son endosables entonces va a encabezar la lista al Senado. Pues si en este país votan más por un programa de televisión que por un alcalde, no se me haría raro que los candidatos uribistas que nutrirán las listas al Congreso se quedaran todos con el traje comprado y el discurso escrito para el día de su posesión como ya le pasó a Juan Pablo Echeverry: el barranquillero una vez más quiere sentirse el centro de atención y va a poner su enorme cuerpo al escrutinio público al lado de la joyita de José Obdulio Gaviria, Juan David Vélez, Paloma Valencia y María del Rosario, entre otros. Algunos por la Cámara y otros por el Senado, pero todos por el uribismo, no por el zuluaguismo.
Creo que es momento de aceptar que se equivocó y que la mejor decisión en este momento es dejar de gastar dinero y retirarse con la cabeza entre las piernas, pero con la tranquilidad de hacerlo a tiempo. No pasará nada. Nadie lo echará de menos. Usted ni quita ni pone. Usted más bien aléjese de ese montón de oportunistas y afanosos de poder. Si sus aspiraciones son fuertes y si tiene el apoyo de los que más lo quieren, entonces sea un candidato uribista pero independiente. Recoja sus firmas y haga la tarea sin el estorbo de los que no sirven para nada. Esa jugada le daría medios, rápidamente la gente lo conocería con facilidad y usted por lo menos tendría posibilidades propias y tangibles.
Por ahora me despido, y le deseo buena marcha.
Atentamente:
Giovanni Acevedo
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