«Liberales y godos… Total, piensan igual, gobiernan igual y roban igual».
– Jaime Garzón –
Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre la llamada “tercería”. Esa idea trae consigo una trampa implícita y es que, de entrada, reedita el bipartidismo. Hablar hoy de una tercería es dejar sentado que hay dos grandes fuerzas políticas en disputa y que puede aparecer una más, no se aclara si para rellenar la foto o para disputar el Gobierno y el poder.
Es claro que el bloque dominante en Colombia se encuentra fragmentado. Algunos lo ubican simplemente como una disputa personal entre Santos y Uribe, otros con más elementos de análisis destacan diferencias en el énfasis del modelo de acumulación que uno y otro representan, en donde el primero le da mayor preponderancia al desarrollo económico desde el capital financiero y la extracción minero-energética, mientras el otro concentra mayor atención en la ganadería extensiva y la agroindustria. Sin embargo, el debate central se ubica, en la actual coyuntura, en la posición frente a los diálogos de paz, los cuales han golpeado fuertemente las fibras sensibles del uribismo, arreciando las disputas entre las dos facciones.
Mientras en el sector que representa Juan Manuel Santos se ha fortalecido enormemente el Partido Liberal y un poco Cambio Radical, ambos cohesionados con el presidente, otro gallo canta en la U, en donde no hubo consenso en cuanto al apoyo a la reelección o en el Conservador que lanzó candidata propia.
En el lado uribista hay preocupación, no sólo porque el proyecto guerrerista que encarna se encuentra cada día más aislado, sino también porque luego de haber evitado lanzar a Pacho Santos, Oscar Iván Zuluaga continúa siendo un desconocido con menos carisma que el mismo Juan Manuel Santos, y eso es ya bastante decir.
En medio de esa reedición de las disputas entre ‘godos’ y liberales, en donde pareciese no vislumbrarse un consenso inmediato, la disputa presidencial parece estar enredada. La opinión pública ha girado la mirada hacia la llamada tercería, lo cual en principio supondría una alternativa distinta a la ofrecida por santistas y uribistas (representados por Oscar Iván). Lastimosamente, en el panorama político no aparece una tercería, sino muchas, lo cual supone de entrada que estamos es ante tercerías, cuarterías, cincoerías, etc.
Sin embargo, es claro que la tercería no es Peñalosa, quien toma lo más neoliberal de Santos y lo más guerrerista de Uribe, tampoco Martha Lucía Ramírez, quien encabezó el Ministerio de Defensa de los falsos positivos y luego recibió su porción de mermelada del gobierno actual.
Tomás Uribe hizo filtrar un chat donde dice que Santos no es un traidor, sino un tramposo. Los santistas le recalcan las incontables trampas de su papá y, mientras unos y otros se sacan los trapos al sol, se evidencia que en medio de sus diferencias, ambos representan un modelo que Colombia debe superar. Derrotar a los tramposos de Santos y Uribe debe ser consigna en este 2014, mucho más allá del escenario electoral.
Pese a ello, dada la dispersión en el campo de los sectores populares y de la izquierda, la construcción de una candidatura presidencial conjunta es un escenario casi que imposible en las elecciones de mayo, no solo por la falta de garantías para el ejercicio de la oposición política que todos los días sacude al país con decenas de dirigentes sociales amenazados, encarcelados y asesinados, sino también por la ausencia de un programa común con una idea de paz construida desde los movimientos sociales, con propuestas férreas frente al modelo económico y con la decisión de construir una nueva institucionalidad, es decir, con la vocación real de trascender del ejercicio de la oposición al del poder.
Mientras el voto en blanco y la abstención siguen siendo las tercerías con más adeptos, como símbolo de rechazo a un ejercicio ya desgastado de la politiquería tradicional en el país, hay que reflexionar profundamente sobre el ejercicio electoral mismo, alzando las banderas de la paz, la democracia, un nuevo modelo económico y la justicia social que converjan en esa tercería emergente que es la Asamblea Nacional Constituyente, cuya apuesta debe seguir llenando las calles, plazas y caminos para afianzar esa auténtica opción de democratización del país que permita superar el bipartidismo en el que sumergieron a Colombia las trampas de unos y otros.