Por: Jorge Camargo

“Una sociedad que aísla a sus jóvenes, corta sus amarras: está condenada a desangrarse”
Kofi Annan

Un análisis prospectivo del conflicto armado interno en Colombia, con la intención de prever eventos futuros en un escenario de postconflicto, requiere de un diagnóstico de la realidad del país y las dinámicas que entorno a los diálogos de Paz en La Habana- Cuba se generan.

Nos encontramos frente a un momento histórico en el país, es una coyuntura importante, estamos en el marco de unos diálogos de Paz, y se debe reconocer la apuesta de la sociedad en general por un país incluyente que respeta las diferencias ideológicas, pensando en resolver los problemas enmarcado en el diálogo y el debate, donde exista una transformación del conflicto y el antagonismo ideológico se manifieste democráticamente y no por medio del combate en el sector rural.

Seis décadas de guerra, precedidas por violencia partidista en la época de “La Violencia”, nos arrojan un siglo de desangre, de generaciones perdidas, de exclusión e inequidad y de hambre y pobreza. Así como también, para la fecha, nos llenan de experiencia y sabiduría para lograr la Paz, y no cercenar el postconflicto.

De acuerdo con teóricos del conflicto como Vincenç Fisas, los actuales diálogos de Paz se encuentran en la etapa de unos acuerdos parciales y protocolarios, como se evidencia en los puntos negociados en La Habana, de la agenda en común entre el secretariado de las Farc y el equipo negociador del Gobierno de Juan Manuel Santos, es decir, estamos en un proceso de construcción de confianza y muestras de Paz, como puede ser un cese al fuego o la tregua al combate.

Por tales motivos, hoy queremos exigirle a Presidente Juan Manuel Santos que atienda el llamado de la juventud para propiciar una audiencia dedicada a los jóvenes con el equipo negociador del Gobierno. Lo anterior, partiendo de la premisa que tenemos, en cuanto a que los jóvenes han sido actores transversales del conflicto como víctimas y victimarios, y por tanto son estos la columna vertebral del postconflicto.

Estamos hablando de una juventud valiente y con iniciativa, que busca romper los esquemas de la apatía y la indiferencia, quienes a través de la recolección de cien mil firmas, tienen el firme propósito de acercar a la juventud y a la ciudadanía en general con los diálogos de Paz, y de esta manera concientizar a la juventud de los retos que el postconflicto implica, de cara a una próxima refrendación de los acuerdos de Paz, producto de los diálogos en La Habana- Cuba.

Sin duda alguna, esta iniciativa defiende fielmente la Paz y los diálogos, y en ese sentido propone, aporta y cuestiona, partiendo del reconocimiento del esfuerzo que se está haciendo en búsqueda de la Paz, pero definitivamente se han privilegiado unos sectores en relación con otros, dejando de lado a la juventud.

Los jóvenes como actores transversales no solo del conflicto sino también de la agenda común de negociación, es decir, queremos resaltar la relevancia de los jóvenes en la política de desarrollo agrario, o quiénes más sino los jóvenes serán los que deben retornar al campo y recibir incentivos para trabajar la tierra, así como en la participación política o ayudar a la solución de los negocios ilícitos de drogas, junto con la dejación de las armas. Nada más lamentable, que quienes se quedaran en la disidencia, como dilatadores y arruinadores del proceso fueran esos jóvenes que hoy se encuentran en la insurgencia, limitando su conocimiento a la simple acción de maniobrar un fusil.

La tarea consiste en generar un diagnóstico claro, acerca de las realidades del papel de los jóvenes en el postconflicto, basados en sus características, así como en sus exigencias, aspiraciones y expectativas, para confrontarlas con toda la oferta institucional y la cooperación internacional con la que se cuenta.

Como nación hemos podido consolidar un registro de víctimas, expedir una Ley de víctimas, soportar dos años de diálogos de Paz con atentados terroristas de por medio, crear una comisión de mujeres en el marco de la negociación, entonces por qué no abrirle el espacio a los jóvenes. Cerca de un 53% de la población colombiana es menor de 25, casi 10 millones de votantes, de manera que somos una fuerza decisiva y podemos unirnos fraternalmente en torno a unos ideales.

Para finalizar, hay que hacer claridad en cuanto al interés de aportar y construir desde la vitalidad y capacidad de movilización de la juventud, no se pretende dilatar el proceso de diálogo ni agregar un punto a la agenda, sino una audiencia dedicada a la juventud con el equipo negociador del Gobierno, con miras a diseñar e implementar una política pública para los jóvenes en el postconflicto.

@jorgescamargo