Por: Josué Martínez

“Si me olvido de ti, Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acuerdo; si no enaltezco a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría”.

Salmos 137: 5-6

El conflicto entre musulmanes y judíos es una fuente permanente de novedades en las secciones internacionales de cualquier noticiero, aunque en estos sólo se muestren cantidades de víctimas que entran a engrosar las estadísticas de barbarie en oriente medio día trás día. No por esto deja de ser una historia de enfrentamientos culturales y conflictos religiosos fascinante, rica en terminología y simbología que ha sido manchada por un sin número de personas que han derramado su sangre sin vacilación en la guerra santa que, según lo que creen, es el propósito máximo en esta tierra y a su vez les dará entrada digna a lo que sea que venga después.

Es también una historia de fe y perseverancia por que el pueblo hebreo fue, es y será fundamentalmente religioso y tradicionalista, capaz de ser fiel y tener seguridad y esperanza en promesas hechas a sus ancestros hace mucho más de dos mil años. Promesas que vieron lejanas en otros tiempos, casi imposibles de conseguir por las circunstancias en las que estaban pero que sin embargo siguieron guardando como razón de su existencia y motivo para vivir.

Es imposible pretender resumir en unas cuantas líneas este conflicto, y aún más difícil intentar entenderlo y concluir con certeza quién es victima y quién victimario; aunque estoy seguro de que después de escudriñar más profundamente, uno tiende a inclinarse por un bando, según sus propios principios y por las acciones de ellos a través de los tiempos. No obstante , hay preguntas básicas que quisiera se despejaran después de que leyera este artículo. Aunque el conflicto árabe-israelí es más extenso y abarca países como Siria, Egipto, Jordania y Líbano, me referiré al punto neurálgico que es la lucha de palestinos y judíos por Jerusalén. Iniciada hace casi 100 años por el movimiento Sionismo Político que buscaba (durante la primera Guerra Mundial) la reagrupación en un estado propio de los judíos esparcidos en su mayoría por Europa, siendo Palestina el lugar ideal porque de esta zona surgió el pueblo hebreo y en ella está Jerusalén, ciudad indispensable para los judíos. Después de que con los años el pueblo judío creciera significativamente en número y en poder por medio de la Organización Sionista Mundial y la Agencia Judía para Palestina, comenzó a ser una gran preocupación para el pueblo palestino, (árabe y en su mayoría musulmán) que no contaba con instituciones similares. Después de varios intentos de revolución y manifestaciones de descontento de grupos islámicos en respuesta a la creciente organización y aumento en número de judíos en palestina, llegó la segunda guerra mundial y con ella el crecimiento del antisemitismo en Europa, lo que provocó que el pueblo judío tuviera como único lugar de refugio las tierras palestinas por las restricciones migratorias que impuso por ese tiempo el gobierno de los Estados Unidos.

En pleno comienzo de la ofensiva Nazi sin precedentes (El holocausto), Gran Bretaña, quien gobernaba gran parte de medio oriente; impidió la migración judía a tierras palestinas, confirmando que ya no estaba del lado judío y promoviendo un nuevo estado unificado que debería ser gobernado por dirigentes árabes y judíos por igual. Esta traición llevó a que los judíos se alzaran en armas, creando los primeros grupos clandestinos que fueron responsables de asesinar al ministro británico en Oriente Medio, amigo cercano de Winston Churchill;  y quienes realizaron también un atentado contra el cuartel general británico causando 91 muertos entre otros atentados. Finalizada la guerra, el panorama para Oriente Medio y sobre todo para Palestina había cambiado un poco: las decisiones sobre el futuro de Palestina no las iba a tomar Gran Bretaña sino la recién nacida Organización de Naciones Unidas, bastante condescendiente con la causa judía por el horror que significó para todo el mundo el exterminio de este pueblo en el holocausto. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la partición de Palestina. 54% del territorio para los judíos y 46% para los árabes; Jerusalén (tesoro más preciado para judíos y musulmanes) pasaba a ser del Consejo de Administración Fiduciaria de la ONU, además terminaba la ocupación del ejército británico en esa tierras.

Aunque parecía una solución justa al problema de la repartición de tierras; todo el mundo sabía que una vez no hubiera poder militar ni gubernamental imparcial en Palestina, judíos y árabes saldrían a las calles y comenzarían una cruenta lucha entre sí. Países árabes (Egipto, Irak, Siria; Líbano y Transjordania) declararían la guerra a Israel al no reconocerlo como estado. De esta lucha, Israel conseguiría afianzarse en territorio con ayuda internacional y haría que árabes tuvieran que huir a territorios vecinos como Gaza y Cisjordania en la que se denominó «La guerra de 1948». De ahí en adelante no es necesario entrar en detalle: el conflicto arroja cada determinado tiempo nuevas cifras de muertes, de atentados, de ataques suicidas; de coaliciones, de acuerdos y de tratados.

Israel descarga la culpa en los actos terroristas de grupos radicales islámicos, a su vez los islámicos exigen ser reconocidos como estado y que se le mejoren sus condiciones de vida, que atiendan a sus refugiados y acusa a Israel de romper los tratados de paz. Podemos ver por ejemplo de qué manera Israel se ha convertido en una de las potencias a nivel mundial, militarmente hablando, teniendo como bandera su poderoso sistema de defensa «cúpula de hierro». Por su parte cada vez hay más grupos terroristas radicales islámicos: Al Qaeda, Boko Haram, Al Shabaab, Hezbollah, Jemaah Islamiyah, Jihad Islámico, Facción Shekaki, Hamás entre otros; siendo el Estado Islámico el más poderoso de todos hoy por hoy, llevando a que la comunidad internacional cree una coalición militar que busca frenar el avance de este grupo terrorista en Irak y Siria.

Lejos de que este conflicto muestre señas de terminar y teniendo muy frescas en la memoria las cifras del último enfrentamiento bélico protagonizado por la ofensiva militar Margen Protector de Israel en contra de Hamás en la franja de Gaza, que dejó miles de muertos, destrucción y recrudecimiento de los odios y rencores; hoy judíos y árabes vuelven al escenario a enfrentarse esta vez, por la decisión del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu al ordenar por tiempo indeterminado el cierre de todos los accesos a la explanada de las mezquitas donde se encuentra la venerada mezquita de Al Aqsa, tercer templo en importancia para el Islam tras la Meca y Medina. Es la primera vez que la explanada es cerrada al rezo musulmán en más de 40 años y para el presidente palestino Mahmud Abbas se trata de un acto de guerra. Con este panorama, no es descabellado pensar en que pronto volverá el terror a las calles de Israel y Palestina.

Un nuevo episodio judío-musulmán de la lucha por la tierra prometida, por esa ciudad de valor incalculable que según sus tradiciones fue prometida a los ancestros de ambos bandos y por la que no van a escatimar, como se ha visto, sus propias vidas ni las de los demás.

@10SUE10