Por: Josué Martínez

«Sólo me acuerdo de que cuando caí, miré y vi mi pie girado de aquella manera. Después no me acuerdo de nada más» Eduardo da Silva.

23 de febrero de 2008, transcurría el minuto 3 del primer tiempo en el partido que empataban el Arsenal y el Birmingham City. El balón había sido interceptado en el medio campo por Cesc Fábregas y le había quedado a Gael Clichy; quién dió un pase preciso para que Eduardo recibiera y avanzara en campo contrario. El brasileño nacionalizado croata vio venir un contrario y enganchó hacia adentro… El defensa inglés Martin Taylor que había nacido en 1979 y que había sido expulsado solamente una vez en su carrera; le entró a Eduardo con una brutal plancha a la altura de la canilla.

La patada salvaje de Taylor encontró la pierna izquierda de Eduardo clavada al piso, sirviendo de apoyo para todo su cuerpo. Los jugadores no podían creer lo que estaban viendo. Flaminí le recriminaba al central británico por su actuar; Fábregas alternaba entre agarrarse la cabeza y agacharse a consolar a su amigo accidentado en el suelo; Hleb se alejaba de la escena con la cara entre las manos… La acción le provocó a Eduardo da Silva fractura expuesta de tibia y peroné, incapacidad de caminar por 6 meses y de jugar fútbol por más de un año. Yo diría que le provocó más que eso. Terminó la carrera de un jugador que estaba en su mejor momento, en uno de los mejores equipos de fútbol del mundo, le impidió jugar la Eurocopa de Naciones con Croacia e hizo que el nacido en Brasil nunca volviera a jugar igual.

«Fue un crimen. Quería terminar mi carrera, nunca voy a olvidar lo que me ha hecho» Rafi Dahan

El 23 de marzo de 2014 Rafi Dahan, futbolista Israelí de 24 años, recibió una violenta entrada por parte del español Rubén Rayos en un partido disputado entre el Maccabi Haifi y el Bnei Yehuda en el marco del torneo doméstico de Israel. El español entró con los dos pies por delante sobre la rodilla de Rafi y le provocó fractura de su pierna y rotura de ligamentos de su rodilla. Ya pasó un año y esta semana se conoció que por orden médica, Rafi Dahan no podrá volver a tocar un campo de fútbol.

Hay varios ejemplos similares que se podrían adicionar a los anteriores. Es más, los colombianos hemos sido víctimas de bárbaros vestidos de futbolistas. Fabián Vargas sufrió fractura de peroné y rotura de los ligamentos del tobillo, después de que un ecuatoriano lo barriera con fuerza en un partido disputado en Medellín válido por las eliminatorias al mundial Sudáfrica 2010. O cómo olvidar que Radamel Falcao García se quedó fuera del pasado mundial después de sufrir rotura de ligamento cruzado, causado por la imprudencia de un pesado y torpe defensa central de algún equipo de la tercera división del fútbol francés. Pero, ¿qué se puede concluir de estas escalofriantes y tristes historias? ¿Cómo frenar esto que se ha vuelto tan común en el fútbol? No sé a usted, pero a mí no me satisfacen las excusas que se dan por parte de los agresores después de cometidos los hechos. Sabemos de por sí que nadie quería cometer este tipo de accidentes. Sabemos que ninguno de los victimarios quería acabar con la carrera de nadie. Pero me parece que no se trata de lo que se quería o no hacer; se trata del terrible desenlace al que se llega, cuando no se tiene control de las acciones bajo la excusa de “tenía la cabeza caliente”. ¿Hasta qué punto un deportista de cualquier disciplina puede escudarse en estar “pasado de revoluciones”, para de una patada quebrar en dos la pierna de un contrincante? ¿Acaso este actuar no le suena animal? ¿No tienen los deportistas de alto nivel, educación psicológica en este sentido? ¿Qué clase de orgullo o instinto lleva a generar este nivel de rabia para en la siguiente oportunidad cargar contra el oponente con ese salvajismo desmedido? De verás no lo entiendo.

Las medidas disciplinarias de los organismos que regulan los deportes tampoco me parecen la solución al problema. No obstante se viene mejorando en ese sentido. Hace algunos años ni se expulsaba de los partidos a quienes cometían estos actos violentos. Hoy se suspende al infractor por el mismo período de tiempo que va a estar incapacitado el jugador lesionado. Si bien una sanción ejemplarizante sirve de advertencia para eventuales acciones violentas, hoy seguimos viendo que le puede más la adrenalina a los jugadores que la razón y la cordura.

Es el caso del volante italiano del Verona Federico Mattiello, quien el domingo pasado luego de un fortísimo choque con el belga Radja Nainggolan de la Roma, sufrió fractura abierta de tibia y peroné. La escalofriante lesión le dio la vuelta al mundo y provocó horror entre los jugadores del partido que nuevamente negaban con sus cabezas y se tapaban la cara en un intento desesperado porque lo que acababan de ver fuera una simple pesadilla.

Yo me pregunto algo después de ver esas traumatizantes imágenes. ¿No es suficiente lo que se ve por televisión, para adquirir consciencia y experiencia para en una próxima ocasión ser más precavidos a la hora de entrarle a un contrario en la disputa del balón? Es decir yo sé que el fútbol es de contacto y que todos los balones hay que ir a lucharlos, pero ¿No se puede tener algo de equilibrio entre la fuerza y la consciencia de que el otro es un ser vivo, con sueños, con familia, con talento, con una carrera y unas ilusiones por delante? ¿Definitivamente hay que ir con vehemencia sobre el rival para derribarlo sin importar las consecuencias? ¿Es más importante que el rival pierda una opción de gol; o que gane la posibilidad de seguir adelante con su carrera?

No sé si esté exagerando pero considero que se puede evitar este tipo de acciones dolorosas y espeluznantes. Me parece que el fútbol es un deporte de clase, elegante, jugado entre caballeros, que entienden que más allá de perder o ganar un balón, la hombría en un campo de fútbol es cuidar y saber respetar al contrario.

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