Por fortuna, desde que tengo uso de razón he estado muy cerca de los educadores. Soy hija de una docente que se formó en el municipio de Icononzo (Tolima), un lugar del oriente tolimense donde es común que la mayoría de sus habitantes desee formarse como profesor. Por esta razón, siempre he sido testigo de cada una de las marchas e inconformidades del sector docente.
Esta semana, mi mamá como muchos profesores recibieron el día de la Excelencia Educativa o como también llamaron el “Día E”, una imposición hecha a través del Decreto 325 de 2015. Lo que se buscaba con este día era que por medio de unos talleres, los rectores, directivos, docentes y maestros de colegios públicos y privados propusieran planes de acción orientados a mejorar los estándares de calidad y eficiencia en la educación. Todo parece indicar que hasta ahí vamos muy bien en las intenciones.
Pero lo que no sabe la ministra de educación nacional, es que la ruta para mejorar los estándares de educación no se hace a través de exigencias de resultados sin analizar las razones por las cuales los estudiantes no mejoran los indicadores educativos, además de no tener en cuenta las condiciones laborales de la mayoría de los docentes. Falta mucho todavía por trabajar.
No se le debería exigir de esa manera a los docentes cuando el Estado no les da las herramientas necesarias para hacer de la educación en Colombia lo que todos esperamos. Pretender establecer un modelo educativo extranjero en nuestro país sin tener en cuenta las condiciones sociales actuales de nuestra sociedad, es un yerro y de los más grandes. Creo que para empezar a mejorar la educación, es otro el camino.
Así que en mi opinión, la Ministra debería mejorar la educación, por ejemplo a partir de los docentes en capacitaciones más frecuentes y mejores salarios; y no solo a los que están las ciudades, también para aquellos que están en la zonas más apartadas del país, sí aquellos que deben atravesar trochas para llegar a enseñar en la escuela de la vereda del municipio. También debería dotar las escuelas de libros, material educativo y deportivo y claro de computadores para educar, pero insisto, para lograr una educación de calidad en el país hay que ir más allá de las cabeceras municipales.
Finalmente y como estamos en medio de un diálogo de paz, propongo que como punto clave para mejorar la educación en las zonas campesinas del país, se proteja a las escuelas como territorios de paz y evitemos a toda costa que los niños y jóvenes de estos lugares, dejen de ir a estudiar por culpa de la guerra y mucho menos que fallezcan camino a la escuela por culpa de una mina antipersonal.