Soy bogotana pero con raíces tolimenses y de eso me siento muy orgullosa. Viví mis primeros cuatro años de vida en un municipio llamado Icononzo al oriente del Departamento del Tolima, luego junto a mi mamá nos radicamos definitivamente en Bogotá. Fue el momento de mi vida donde nos reunimos de nuevo con mi papá y mi hermano. Mi papá me tomaba de la mano y me enseñaba la ciudad y por eso conocí muy temprano su parte histórica. Desde ahí esta casa me lo ha dado todo.
Desde mis cuatro años vi crecer Bogotá todos los días. La calle de la empresa de mi papá, donde pasé buena parte de mi infancia, fue cambiando poco a poco. Recuerdo modalidades de atraco como “el paquete chileno” y el “raponazo” que luego fueron desapareciendo, bueno la segunda modalidad aún a veces sucede. Pero los buses desordenados de la avenida Caracas, sí pasaron al olvido.
También viví la era Mockus, con aquellas tarjetas rojas y verdes con que daban señal de su comportamiento vial, los mimos y las primeras “cebras peatonales”. Recuerdo con nostalgia el sonreír de muchos al vivir en una ciudad ordenada, tolerable y con una cultura ciudadana que era la envidia de las metrópolis. Bogotá sin duda era el ejemplo a seguir para las otras ciudades del país.
Para mí, Bogotá sigue siendo un orgullo pero hace ocho años no veo que siga avanzando a pasos agigantados. Aún así, de estas crisis de gobierno brotan oportunidades para volver a creer, porque lo último que podemos perder es la esperanza y por eso este es el tiempo indicado.
Hay que volver a creer en la ciudad de todos, esa linda Bogotá que de noche encanta a los enamorados y también a los que le han roto el corazón. El lugar de Colombia donde usted se cruza con todas las regiones del país en una misma calle y a su vez puede degustar un tamal santandereano, una lechona o una bandeja paisa a cualquier hora del día y en cualquier esquina de un barrio bogotano. Una Bogotá que a pesar de los pesares es la casa de todos y siempre es amable con quien la visita.
Por eso, es clave que en esta coyuntura la ciudad cuide herencias importantes de gobiernos pasados, porque tampoco es cierto que estos últimos doce años hayan sido un total desastre para Bogotá, no. Valga este espacio para decirle a aquel Equipo por Bogotá que también se han hecho esfuerzos enormes por erradicar la pobreza extrema y evitar que una parte de sus ciudadanos solo tuviera de comida en el día un vaso con agua de panela y un trozo de papel periódico, porque alguien luchó para que los comedores comunitarios fuesen un alivio para muchos bogotanos, eso no se puede olvidar.
Bogotá también es referencia de un lugar donde todos los niños pueden estudiar sin que sus padres tengan que pagar un peso. Un lugar donde los niños van a las escuelas públicas y hambre en sus aulas no va a existir, pues la ciudad les asegura un refrigerio caliente para su jornada académica.
Nuestra ciudad capital también es la cumbre del país en bibliotecas, museos, transporte masivo y ciclorutas, y todo porque alguien decidió gerenciar la ciudad con un modelo de desarrollo urbano pensado en el aprovechamiento de recursos culturales. Bogotá también es la ciudad que decidió ser más humana con los animales y decirle no a la violencia contra ellos como acto cultural.
Sé que usted estará pensando en el momento oscuro de Bogotá y sí, no se puede olvidar ese capítulo nefasto de la corrupción que se robó la ciudad, pero confío en que la justicia hará lo suyo. Por ahora mi invitación es a que usted quiera esta ciudad; no se salte las normas, no bote basura a la calle, pase las avenidas por las cebras y puentes peatonales, ceda el puesto en el bus a quien lo necesite, use menos su automóvil y ayúdenos de nuevo a hacer de Bogotá, ese lugar que le dará todo a las futuras generaciones. ¡Es tiempo de volver a creer!