Todo había transcurrido normalmente hasta ese momento. Había llegado con anterioridad al aeropuerto, había bebido más de un café, me había sentado a esperar la hora del vuelo en una sala equivocada, una funcionaria me había indicado con poca amabilidad el lugar correcto: -Señor, es en la sala 73, debe mirar las flechas; le indican cómo llegar…-. A mi lado en la sala de espera alguien gritaba por su teléfono intentando programar su vuelo de regreso. En frente de mí había un joven no muy bien vestido que me miraba insistentemente; cosa que me inquietó por el valor de las cosas que llevaba en mi maleta. En un costado de la sala, esperaba con nosotros una delegación departamental de algún deporte a juzgar por sus uniformes de presentación. De pie muy cerca de la zona de abordaje esperaba una mujer muy atractiva, mirando su celular y moviendo con insistencia una pierna. Y como no podía ser de otra manera, también estaba el que viajaba por primera vez en avión, o al menos eso parecía porque le tomaba fotos a todo y se sacaba selfies por toda la sala. El check in no lo hice yo, así que me tocó en el asiento del medio en la fila 10, creo. Una asistente de vuelo realmente muy bonita nos dio las instrucciones y después de varios minutos de pasear por las pistas del aeropuerto el avión despegó.
Diez o quince minutos después sonó el timbre que le da paso a alguna información de la tripulación y se escuchó la voz del capitán: “Les informamos a todos los pasajeros que debido a un inconveniente el aeropuerto de Barranquilla se encuentra cerrado y no podremos aterrizar. Un avión de la Fuerza Aérea se accidentó en la pista. Aterrizaremos en el aeropuerto de Cartagena y esperaremos allí nueva información”. Yo había escuchado y era de los que sostenía que el avión es el medio de transporte más seguro del mundo. El aviso de que había un inconveniente en pleno vuelo me hizo cambiar de parecer súbitamente. Y es que cuándo el capitán apenas había dicho inconveniente, por mi cabeza pasaron varios inconvenientes posibles: – ¿Será que las condiciones meteorológicas no se dan para que sigamos y hay que volver?, ¿Será que algo pasó al momento de despegar? ¿Será que perdimos una turbina y el avión caerá en picada?, ¿Será que el avión fue secuestrado por extremistas musulmanes?, o pero aún ¿Será que el copiloto tiene problemas con la novia?… No sé cómo alcanzan a pasar todas estas cosas por la mente en tan pocos segundos, pero pasan.
El 11 de septiembre en Estados Unidos murieron 2.977 personas en ataques deliberados y premeditados por parte de terroristas de Al Qaeda y aunque no se consideraron accidentes de aviación, si quedó evidenciada la vulnerabilidad de este medio de transporte y el daño que pude llegar a hacer en manos equivocadas. El 27 de marzo de 1977 quinientas ochenta y tres personas murieron en el aeropuerto Los Rodeos de Tenerife, cuándo dos Boeing 747 colisionaron en plena pista. En 1985 quinientas veinte personas perdieron la vida cuándo un avión de Japan Airlines chocó contra las montañas. En 1996 dos aviones de Saudi Arabian Airlines y Air Kazakhstan colisionaron en pleno vuelo dejando un saldo de 349 muertos. Y así podemos seguir registrando catástrofes aéreas hasta llegar a las más recientes. 239 personas del vuelo 370 de Malaysis Airlines están desaparecidas desde el 8 de marzo de 2014. 150 fue el saldo de fallecidos en el vuelo 9525 de Germanwings que estrellaron intencionalmente en los Alpes franceses.
En la totalidad de los accidentes que involucran aviones mencionados anteriormente los errores fueron netamente humanos, y casi en ninguno el medio de transporte como tal presentó fallas; y es esa precisa razón por la que creo fervientemente que la frase: “el avión es el medio de transporte más seguro”, debería ir con asterisco. Averiguando un poco sobre la producción de estos monstruos con alas, queda en evidencia que se toman todas las precauciones a la hora de fabricarlos y que dejan prácticamente nada al azar en cuanto a la funcionabilidad, seguridad y resolución de eventuales problemas en tierra y aire. Por ejemplo los procesos industriales en materia de seguridad son los más rigurosos que existen en la tierra. Cada procedimiento y ejecución de tareas es revisado y probado hasta el cansancio. Los ingenieros que tienen a cargo el control de calidad deben tener la mayor experiencia y son extremadamente exigentes para poner su sello de conformidad; sello que guardan diariamente bajo llave. Cada vez incorporan más herramientas tecnológicas que ayudan a minimizar los riesgos de accidentes. Por más que uno o dos procedimientos fallen ya sea en vuelo o antes de estar en el aire, siempre hay una forma de arreglar los inconvenientes y prevenir las emergencias. Adicionalmente cada vez las aerolíneas se preocupan más por trabajar en la preparación psicológica y social de la tripulación para que en las circunstancias más extremas sean capaces de resolver problemas y llegar a la mejor decisión. Pero no obstante todas estas medidas, las personas siguen y seguirán muriendo por cientos cada vez que se produce un accidente aéreo. El problema es que no importa cuánto se avance en tecnología o si las máquinas y los procesos tienen cada día menos errores, siempre, la seguridad aérea estará supeditada al error humano. Y en ese orden de ideas, los técnicos olvidadizos seguirán haciendo de las suyas cuándo no revisen bien alguna compuerta; las mentes con problemas psicológicos de los copilotos seguirán produciendo catástrofes; los extremistas seguirán buscando la manera de utilizar los aviones para sembrar el terror, etc…
Todos decimos que viajar en avión es lo más seguro del mundo hasta que se oye la voz del capitán diciendo que le informan que hay un problema; hasta que a mitad del vuelo anuncian que habrá turbulencia y comienzan a sentirse esos vacíos insoportables en el estómago; o hasta que las asistentes de vuelo que van sirviendo el café, se miran asustadas, dejan de repartir y van a buscar seguridad con el resto de la tripulación. Todos somos valientes hasta que la cucaracha vuela.
Con respecto a mi vuelo; aterrizamos en Cartagena y dos horas después volamos a Barranquilla sin contratiempos. Gracias a Dios no hubo errores humanos.