Por: Lorena Castañeda

Como una ciudadana que quiere aportar algo al medio ambiente de este planeta, trato de salir en bicicleta cuando tengo que hacer, como lo llamamos los rolos, un par de vueltas y hacer cosas que entre semana son imposibles. Así que un sábado decidí, como muchas veces, salir en mi mejor opción de transporte, una hermosa bicicleta que me regaló mi hermano, quien también es amante de este medio alternativo de movilidad.

Me puse todos los elementos que debe tener un biciusuario, casco, chaleco reflectivo y guantes. Una vez lista, me dispuse a salir en mi bici, pero conforme iba avanzado me di cuenta que en Bogotá, a pesar de muchos esfuerzos, sigue siendo un reto enorme mantenerse vivo en medio de la selva de carros y conductores imprudentes. Uno no sabe en qué momento va a terminar atropellado por algún bogotano estresado.

Llegué al primer lugar de mi recorrido, segundo reto, tratar de conseguir un parqueadero para bicicletas. Pregunté en tres estacionamientos y la respuesta siempre fue negativa. Llegué a la cuarta y última opción, pero tampoco tenían un espacio para mi bicicleta, aún así el señor que administra ese parqueadero, decidió abrirme un espacio para guardar mi bicicleta en su despacho. Me cobró $500, nunca supo si ese era el precio justo por su servicio, pero algo tenía que cobrarme.

Eso sí, debo agradecerle el gesto al señor. También aproveché para decirle que deberían adoptar un sistema de parqueo de bicicletas en su estacionamiento, que ayudáramos a respirar un poco el planeta, él se sonrió y me dijo que lo iba a tener en cuenta. Volveré algún día a ver si consideró mi recomendación.

Continué mi recorrido pero el centro comercial al que debía entrar tenía un letrero muy grande que decía “Prohibido el ingreso de mascotas y bicicletas, tuve que volver a rogar para encontrar un parqueadero para mi bicicleta. Primera opción, respuesta negativa. Segunda opción y para mi sorpresa un estacionamiento con un cicloparqueadero tipo “M-101 Tostador”, que es el más usado en Bogotá. Esta vez me atendió una señora, me dijo que no tenía candados, así que aporté el mío, me dio la factura y me fui feliz por lo que me había encontrado.

Según datos de la Secretaría Distrital de Movilidad, Bogotá cuenta con bicicarriles y 17 puntos de ciclorutas que conforman una red de 376 kilómetros exclusivos para los biciusuarios, también se han instalado en las zonas de mayor afluencia de biciusuarios, puntos llamados “Déjese ver”, una actividad que consiste en fortalecer la seguridad vial de los ciclistas con la entrega de material reflectivo. Bogotá también cuenta con los domingos de ciclovía y unos días dedicados a las ciclovías nocturnas.

Todo hasta ahí muy bonito, pero lo que falta es que la ciudad brinde de verdad, garantías para que los ciudadanos que usan su bicicleta a diario, no encuentren en ella un encarte al momento de parquearla. Así que aprovecho este espacio de opinión para sugerir lo que deben tener en cuenta los entes públicos y privados, cuando decidan abrir cicloparqueaderos en sus establecimientos.

Institute for Transportation and Development Policy, desarrolló un documento especial sobre los estacionamientos de bicicletas en cual recomienda lo siguiente: seguridad, comodidad, facilidad, protección contra la intemperie y un precio, creo que en el último requisito estamos bastante atrasados.

En Bogotá urge una política pública de la bicicleta donde se tengan en cuenta estos criterios, para que en verdad llevemos con orgullo el lema de la ciudad del país y del mundo que es más amable con los usuarios de la bicicleta. Pero también hace falta que el sector privado se comprometa más con sus clientes y cedan espacios de parqueo de los carros, para las bicis. ¡Será un buen negocio para todos!

Twitter: @Lore_Castaneda