La política estadounidense ha estado movida en las últimas semanas por el fenómeno de Donald Trump, quien ha crecido de manera constante e increíble en las encuestas respecto a los candidatos republicanos por la presidencia de Los Estados Unidos. No voy a replicar ninguno de sus polémicos comentarios, pero haré un llamado de atención al trasfondo de lo que implica la candidatura del extravagante empresario.
Donald Trump es la prueba viva de que actualmente se tiene una gran deuda en cuanto a pedagogía social y política, en la medida en que el candidato representa la xenofobia, el racismo y el sexismo, características que en la sociedad actual deberían considerarse retrógradas y causantes de absoluta condena y expulsión, no de apoyo político. Pero, el hecho de que continúe subiendo en las encuestas demuestra la fragilidad de la democracia, incluso de una tan fuerte como la republicana de Los Estados Unidos. Los demagogos como Donald Trump, encajan en el populismo tradicional consistente al decir lo que las personas quieren oír, lo que las masas desean, así no sea lo necesario para los destinos del Estado y la nación, el populismo de Trump llega al punto de expresar públicamente aquellas ideas que llegan a las pasiones más burdas y simples del pueblo estadounidense. Los demagogos y populistas como Donald Trump tratan de hacer exaltar al pueblo con enemigos que permitan luego representar en esos líderes la unidad nacional, en contra de esa amenaza.
El simplismo de su discurso es tan sencillo y de fácil acceso a las grandes masas que el solucionar un problema tan profundo y complejo como es el de la inmigración ilegal hacia Los Estados Unidos a través de la construcción de un muro, es creer que se ataca las causas de la enfermedad pero sencillamente se afectan los síntomas, e incluso, parcialmente. Sin embargo, ahí radica la fuerza de este polémico candidato, la simpleza del discurso y su nexo indiscutible con las pasiones, en específico la rabia y el rechazo por el diferente, dan cuenta del peligro que representa una voz tan manipuladora para el pueblo estadounidense, quien encuentra en Trump otro radicalismo y extremismo.
Evidentemente Donald Trump no piensa mermar el extremismo de su discurso, lo cual puede conquistar sectores ultra conservadores, pero terminará fortaleciendo la casi inevitable candidatura demócrata de Hillary Clinton. Lo mejor que le puede pasar a Hillary Clinton es que su competidor por la presidencia de los Estados Unidos sea el polémicos Donald Trump. Incluso, teniendo una candidatura por fuera del republicanismo significa quitarle votos al candidato republicano y no a la demócrata, Clinton. El populismo de Donald Trump, podría permitir radicalizar ante la opinión pública al partido republicano, simbolizar un cambio con su “política incorrecta” y fuertes intervenciones. Trump trata de canalizar el descontento ciudadano innato de la política a través de su polémicas y personalismos, pero esa “política incorrecta” encuentra esa oposición al deber no porque anuncia asuntos delicados y sin mucha “diplomacia”, sino porque representa lo más simple de la demagogia .
Por tanto, el populismo de Donald Trump, que aunque puede no ser suficiente para ganar la casa blanca, e incluso puede no alcanzarle para ganar las primarias del partido republicano, pero basta para desestabilizar a éste último y a parte de la opinión pública estadounidense. Los populismos han sido siempre peligrosos e irresponsables, tanto de izquierda como de derecha, a lo cual Donald Trump no es la excepción; los discursos populistas caldean en lo más hondo de los deseos populares, promoviendo sentimientos nacionalistas exagerados y contraproducentes.