Hay fenómenos sociales y políticos que pese a ser declarados ilegales continúan persistiendo, algunos de estos por más que puedan ser tildados de inmorales y concebidos por fuera de los principios y los valores ocurren en la realidad colombiana por distintos motivos, entre otros, las desigualdades estructurales que afronta el país. En este orden de ideas, la prostitución es una realidad, que así se declare ilegal e inmoral continuará sucediendo como lo ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad.
El senador Armando Benedetti promovió, sin éxito, durante el 2013 un proyecto en búsqueda de regular esta realidad, ahora vuelve la polémica sobre este asunto. “A mí nunca me ha gustado que el Estado sea papá de nadie, ni que defina cómo se debe hacer el amor.” Afirmó el senador, el problema es que el Estado, salvo las relaciones sexuales se de bajo consenso y sin infringir la ley (violaciones, edades mínimas, etc.) sí puede regular las relaciones sexuales, y más aún cuando hay una transacción monetaria a cambio de ellas.
La polémica en cuanto a la prostitución es amplia, considero que cada individuo es libre de actuar bajo su libertad y, más aún, cuando no limita o interfiere con los derechos de los otros. Sin embargo, el dilema presente no ronda sobre la posibilidad de aceptar la prostitución como un derecho libre al cual cada uno puede optar, sino de intervenir problemáticas sociales que están presentes en el país. No obstante lo anterior, comprender la libertad individual como una máxima de la política sería un avance estructural en materia de igualdad y progresismo socio-político, dado que se respetarían mínimos de convivencia y realización individual.
La prostitución es una realidad, reitero, que no ha cambiado durante la historia por más “inmoral” que se conciba, por lo cual es necesario, a pesar de lo polémico de este tema, brindar espacios cerrados, limpios y seguros para su ejecución. El repudio social a esta labor no va a terminar con las múltiples enfermedades, inseguridad tanto del cliente como de la prostituta (son pocos los hombres que lo realizan) que giran entorno a estas actividades, es decir catalogarlo como inmoral no terminará con las problemáticas reales del fenómeno. Así pues, es innegable que hay personas que tienen como sustento económico y laboral este oficio, sin embargo, es necesario que se realice acompañamiento psicológico y médico a quienes prestan los mencionados servicios, e incluso, que tengan seguridad social como cualquier otro ciudadano.
Hay una franja, puede ser minoritaria, pero existente, de la sociedad que realiza las mencionadas actividades. Regular la prostitución no significa fomentar esta actividad, pero sí crear ambientes dignos para su accionar y asegurar que las personas involucradas estén en ambientes más seguros. Las realidad sociales y políticas que se presentan en el marco de las desigualdades socioeconómicas no pueden ser obviadas por el Estado, así estas sean de corte “inmoral” y sujetas de repudio social, está en la obligación de intervenir y regular dichas acciones. La problemática, evidentemente, se prestará para un debate largo, que por el bien de la sociedad debe ser profundo e ir más allá de concepciones meramente religiosas.