Hace mucho se trascendió el debate entre izquierda y derecha y más aún, el debate sectario que no permite un diálogo entre estos dos. El actual debate es entre la república y el populismo, como lo ha expresado mi colega guatemalteca Gloria Álvarez, con quien a pesar de que sostengo algunas diferencias concuerdo en que los populismos buscan cambiar las instituciones políticas a su favor y el de los líderes corruptos, elegidos, incluso, democráticamente; así, los populismos son una de las mayores amenazas que tienen los sistemas democráticos. Asimismo, la politóloga considera que los populismos, ligados al caudillismo, juegan con las pasiones y se aprovechan con la miseria y la necesidad de la gente, finalmente prometiendo lo imposible e imponiendo una dictadura.
Colombia no es la excepción y este es una gran amenaza, no solo para la cultura política misma sino para el cuidado de los recursos públicos. Hay campañas que significan un concierto para delinquir y terminarán siendo, de conquistar el poder, una malversación de los recursos públicos. Los populismos generan esperanza en las sociedades en cuanto un caudillo será la salvación de todas las problemáticas, pues es la encarnación de un mesías, que no importa si es de izquierda o de derecha, pues en últimas, significa dejar atrás la ideología o instrumentalizar en favor del populismo.
El populismo subsidiador genera ciudadanos y empresas dependientes del Estado, en vez de constituir las condiciones de competencia necesarias para que estos desarrollen sus capacidades al máximo, lo cual redunda en mayor equidad. Al fin y al cabo, el populismo socava la dignidad misma de los ciudadanos que hace que estos dependan del Estado para realizarse, es una transacción muy básica, el ciudadano entrega su racionalidad y sus votos para instaurar autoritarismos demagógicos y subsidiarios. En una sociedad en la cual se quiere todo gratis el resultado será la insostenibilidad de la economía, pues nada es gratis, simplemente el Estado asume el costo de una responsabilidad que no le corresponde.
Mi invitación es muy clara, no podemos permitir que el populismo coopte las instituciones políticas regionales y que a partir de estas se catapulte a las instancias nacionales. Colombia necesita debates de altura y racionales, no demagógicos y emocionales. Nuestro país puede desmontar y alejar el populismo a partir del debate crítico y racional, alejado de los grandes demagogos que buscan incautos con amplias necesidades en orden de acrecentarlas y constituirlas como la fuente de su poder. El populismo es y será de los más grandes peligros de cualquier democracia.