Por: Jorge Camargo Tovar

“Al sur del cerro del Pacandé, está la tierra bonita, la tierra del Huila que me vio nacer”.
Jorge Villamil

Con estas palabras del maestro y paisano, Jorge Villamil, quiero dar partida a una reflexión sobre el futuro de un departamento de la región andina, ubicado al suroccidente del país, el Huila. Un territorio bañado por el río Magdalena, con tierras prósperas y gente pujante.

El legado cultural del Huila para Colombia es invaluable, su historia, su gastronomía, sus recursos naturales, sus gentes y paisajes, son majestuosos e irremplazables. Así como, también lo es el valioso aporte del departamento a la economía del país, debido a sus productivas tierras, donde se cultivan las mejores cosechas de café, arroz, sorgo, algodón, frutas, entre muchos otros productos que solo los opitas saben sembrar y recoger. Sin embargo, pese a las riquezas y pujanza del departamento, en el Huila se evidencian los estragos de la desindustrialización, la falta de proyección y la pérdida de identidad. Que Colombia importe arroz, leche y frutas es un despropósito, toda vez que nuestros campesinos también son creadores de estos productos.

En ese sentido, resulta indignante ver el abandono en el que se encuentra el campesinado del país y particularmente de la región, por eso, necesitamos ¨Mil obras para el campo¨, sí, tal como lo plantea Carlos Ramiro Chavarro. Mil obras traducidas en rehabilitación y mejoramiento de las vías del sector rural, tecnificación del campo para cultivar, recolectar y comercializar los productos, y de esa manera empoderar al productor primario para que las ganancias del sector agrícola no las obtengan solo los intermediarios.

Dignificar la actividad agropecuaria, devolviendo al Huila esa naturaleza agrícola y campesina, es una prioridad que deben tener en cuenta nuestros próximos gobernantes del departamento, “es desde el campo donde se construye la paz de Colombia”. Prueba de ello, es que el primer punto de negociación en La Habana, Cuba, con las FARC, fue la discusión de una política de desarrollo agrario. No obstante, promover la educación y la cultura, por medio de concursos de talla nacional e internacional para la exposición de artesanías, composición e interpretación musical y, de poesía y literatura, a lo largo y ancho del departamento, también son apuestas para la construcción de paz e identidad.

Pese a los varios años que he estado lejos de mi ciudad natal, Garzón, nunca he perdido contacto y mucho menos interés por mi tierra, donde se encuentran mi familia y mis raíces, como no mencionar cuánto se extraña una taza de café de Pitalito acompañada con achiras de Altamira y por supuesto la fiestas de San Pedro. Experiencias, que como describe con mucha precisión el maestro Ramiro Chavarro Vargas en su composición de fiestas opitas: “la locura del pueblo no se la puedo contar, es preciso que usted venga y lo pueda comprobar”.

Por tanto, los huilenses tenemos el deber de exigirles como condición a los candidatos a la gobernación, inversión y proyección en el sector rural para la generación de empleos, educación para las nuevas generaciones, junto con la promoción del arte y la cultura para incentivar el turismo en la región. Siendo así el empleo, la educación y la cultura, nuestra formula de desarrollo, progreso y calidad de vida.

Nota: A partir del primero de enero de 2016, los huilenses tendremos la tarea de ser garantes y veedores del cumplimiento de las propuestas y compromisos del próximo gobernador, para que quien obtenga la fe pública en las urnas el próximo 25 de octubre, nos entregue en el 2019, un departamento prospero y productivo.

Twitter: @jorgecamargo92