Encontrándome con la magia Caribe de mi país, tan confundido y humillado por estos días, en donde los victimarios se volvieron victimas y dignos de admirar. Y las victimas perros y obstáculos, para que sus victimarios logren por fin lo que siempre han querido, tomarse el poder, primero auto absolviéndose de decenas de años de humillar, masacrar, y violar los derechos de sus compatriotas, para así poder llegar a tomar las riendas del país embriagados de dólares del narcotráfico, y manchados de sangre de miles de inocentes, pero eso si, sin pagar un día de cárcel.
Lo anterior: un grito de desahogo que tenía que sacar desde muy adentro de mi alma colombiana. Este artículo lo escribo para ilustrar con palabras la primera impresión que la región Caribe y especialmente la capital del Atlántico me ha dejado hasta ahora.
Desde hace 3 meses llegué a vivir a la arenosa, a la puerta de oro de Colombia, y que puedo decir…
El Caribe Colombiano es realismo mágico. El Caribe de García Márquez, de Sofía Vergara, de Edgar Rentería, de Shakira, de Rafael Escalona, de Totó la Momposina, lleva impregnado en el alma una sonrisa.
Entre el orden desordenado, como le llaman algunos de sus habitantes, la Puerta de Oro de Colombia está siempre riéndose. El día que llegué la ciudad me recibió con un letrero vivo, que parecía que hablara, decía: Barranquilla, y cada una de sus letras llevaba un motivo alusivo a una de las fiestas más grandes de este país y de América Latina: El Carnaval de Barranquilla. Y eso es lo que es esta ciudad; un Carnaval.
Pareciera que sus habitantes se han olvidado que todavía no es época de carnavales, y para hacer alusión a estas fiestas, y mantener el ambiente durante todo el año, utilizan el pito del carro como instrumento musical. En la arenosa un carro sin un buen pito no es carro.
Este es uno de los factores que aporta desorden al desorden ordenado de este fascinante lugar, en donde por momentos te sientes en una ciudad muy desarrollada y pujante, en la que las vallas anuncian grandes proyectos de construcción, y obras, las vías son largas y anchas anchas, los centros comerciales muestran el poderío económico de la ciudad y los grandes parques, hacen pensar que existe una buena administración con una buena planeación.
En otros momentos, te sientes en el puro Caribe tercer mundista, en donde los servicios públicos no funcionan bien, las casas y calles no están pavimentadas, y de planeación y buena administración poco. Pero la gente está siempre sonriente, sentada en su mecedora en la acera de su casa, con un vallenato a todo volumen, y eso sí, un equipo de sonido, que vale más que la casa misma.
De pronto vas por la calle y entre el abrumador estruendo de los pitos, la brisa, y el resplandor del sol, sale un porsche último modelo de una casa que más que casa pareciera un bunker o un castillo, y en ese mismo momento pasa un caballo halando una carreta, con tres personas montadas en ella, vendiendo aguacate, mango, piña, corozo, o cualquier otra fruta tropical.
En la gran urbe del Caribe se fusionan múltiples culturas, para nadie es un secreto que en Barranquilla está la mejor comida árabe del país, hay excelentes restaurante italianos, chinos, españoles… pero también es la tierra de la arepa de huevo, el bollo limpio y que decir del desgranado, que creo es el clásico de la comida barranquillera, encuentras uno en cada esquina.
Y esta ciudad es multicultural, pues fue esta la puerta de oro de por la que entraron la mayoría de colonias de emigrantes que llegaron a nuestro país durante el siglo XIX, y muchas de esas colonias se asentaron en esta ciudad que sabe mucho de acogidas. Y así fueron introduciendo sus costumbres gastronómicas, religiosas y culturales a la gran ciudad del Caribe Colombiano, lo que la convierte en un lugar aún más fascinante.
Lo anterior, mi primera impresión de Barranquilla señores; la pujante, la desordenada, la arenosa, la que pereciera siempre un Carnaval, en el que pobres, ricos, blancos, negros, musulmanes, católicos y judíos, van cada uno en su propia comparsa, unas más bonitas que otras, unas más difíciles que otras, pero eso si, todas impregnadas de la misma alegría y el mismo sabor que caracteriza a esta la tierra del realismo mágico.