Por Daniel Correa

Es una pregunta que puede escandalizar o causar inicialmente un rechazo absoluto, pues el que diga que no es democrático en un país como el nuestro, será tildado de antisocial, casi un hereje. Pero porqué no analizar un poco más allá y mirar el estudio de los poderes a lo largo de la historia o al menos la historia de los últimos 100 años que todavía nos deja con muchas dudas e intrigas del proceder de gobiernos que al parecer no eran ni tan totalitarios ni tan democráticos.

En la actualidad la mayoría de ciudadanos afirman que prefieren la democracia ya que les permite participar en las decisiones del gobierno y no los pueden obligar a nada. Esta definición contrasta con la de Norberto Bobbio un politólogo italiano quien aseguraba que no todos podemos decidir, las masas no deciden, deciden personas individualmente, y así sea dentro de una democracia, elegimos a algunos representantes para que decidan por nosotros, y muchas veces no sabemos claramente lo que deciden. Otro obstáculo de la que hablaba muy claro Bobbio, es la oligarquía en la que estamos sumidos y la capa de humo perfecta es la democracia ante semejante sistema hereditario del poder, donde las mismas familias se hacen elegir y tienen el poder desde que éste se puede tener por votación. Es allí donde la democracia existe y no existe al mismo tiempo, pues el pueblo elige pero al tiempo no puede escoger a quien quiere o a quien se necesita.

En esto tienen que ver muchísimos los medios de comunicación, y los cito, porque soy Comunicador Social y el futuro de la democracia está ligado el futuro de los medios de comunicación. El papel que tienen los medios de comunicación en el ámbito político y cultural es fundamental para la democracia de cualquier país del mundo. La comunicación definitivamente es un poder y también un privilegio, al cual podemos comparar con un cuchillo, puesto que puede ser muy valioso en el momento de cortar alimentos en una brigada para niños de paupérrimos recursos, o puede ser dañino si lo usamos para robar o incluso matar. Se supone que los comunicadores tenemos el deber socio-político de contribuir a la paz, siendo objetivos, transparentes, aportando una opinión crítica y reflexiva, hablando con la verdad y dando un mensaje de esperanza a una sociedad sedienta de ella, obviamente siendo realistas pero no “terroristas”, en el sentido de resaltar lo bueno que tiene nuestra nación en vez de decir repetidamente que estamos en la “olla” y favorecer con múltiples mensajes enajenadores a quienes ejercen el poder.

A veces parece casi imposible cambiar este panorama, y digo casi, porque hay una nueva generación de ciudadanos que creemos que sí se puede mostrar una Colombia nueva, en búsqueda de una política justa, actuando con veracidad y responsabilidad civil. Existen muchos casos colombianos de políticos y gobernantes realmente buenos que trabajan en beneficio de su comunidad, y sí, es difícil de creer, claro que es difícil pues nos han robado por siglos el derecho de creer. Por ejemplo en el concejo de Bogotá, una corporación manchada por la corrupción se ha renovado en un 50% y jóvenes como José David Castellanos que buscan darle otro sentido a la política, lo quieren lograr. También he viajado con Colombia Líder y en otra época con La Federación Colombiana de Municipios a lugares que salen adelante por buenos gobernantes que desafortunadamente no tienen el apoyo del nivel central y que su gestión no se visibiliza fácilmente, pero que con mis ojos he visto un trabajo social y político extraordinario. Puede sonar muy romántico, pero creo que algo se puede hacer en medio de tanto caos y descomposición política.

Por otro lado está el totalitarismo o dictadura, que de solo nombrarlo parece terrible. Pero asombrosamente, mentes ilustres y grandes pensadores están de acuerdo con estos regímenes y los ejecutan, están convencidos de que es lo mejor para su pueblo y no es cuestionable, garantizan los derechos fundamentales de la población, son absolutamente respetables ante la mirada de su pueblo y admirados por su poder.

Claro que la corrupción y hasta la exageración doctrinal de aquellas naciones, pervierte una supuesta buena intención de gobierno y la vuelve malvada, cínica y abrumadora. El totalitarismo solamente les pasa a sus ciudadanos una lista de deberes y prohibiciones, dándoles su sustento sin por qué preocuparse, sin la ansiedad de saber cuales son las decisiones que toma el gobierno, pues nunca participará y sin el afán de querer superarse, todos viven sin tantos afanes porque para qué si todos son iguales.

Pareciera que existieran muchas diferencias entre democracia y totalitarismo, pero es sí en nuestro mundo moderno, entre más creemos que somos libres en un sistema democrático, más estamos siendo engañados. Quienes vivimos en naciones aparentemente democráticas, vivimos bajo un sistema socio político manipulado por el poder público, sin incidencia directa en el Estado o gobierno, enajenados con la repetición de mensajes que vuelven verdades populares hechos que no lo eran, las mismas familias nos gobiernan y hacen lo que quieren para cubrir sus necesidades y no las del país. Esto sucede con la derecha y con la izquierda, ambas son iguales a la hora de llegar al poder y encubrir sus verdaderos ideales: obtener más poder.

Así que viene otra vez la pregunta: ¿qué es preferible la dictadura o la democracia? Y ¿cómo queremos formar nuestra sociedad?

Twitter: @Danielleocorrea