¿El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe? Y cómo no se va a corromper un ser humano en el territorio colombiano, si aquí la idiosincrasia no permite más. En un país de corruptos, mentirosos, mediocres, de indolentes e indiferentes, dicen por ahí.
Bien decían los adagios populares “De las aguas dormidas líbrame Dios” o “Camarón que se duerme, se lo lleva lo corriente”. Se supone que la República de Colombia lleva 206 años soñando con una nación en paz, y evidentemente seguimos idealizando, es fácil hallar compatriotas que califiquen de utópata a aquel que confía fervientemente en la reconciliación entre las personas de este lugar rodeado de mares, es posible diagnosticar como trastornado a aquel que tenga la fe de ver algún día un país equitativo, competitivo, con la noción de gozar de un pueblo educado. Sí, es un sueño, por que aparentemente a los habitantes de ese país situado en la región noroccidental de América del Sur no les interesa despertar.
Tal como en el relato bíblico (aclarando que no soy un buen creyente) es Colombia un país inundado hasta el cuello de plagas, acá podemos hablar de ríos de sangre, de norte a sur, en litorales, en selvas, en ciudades, entre vecinos, entre rojos y azules sin referirme precisamente a pasión futbolera, aunque también. Aquí es posible hablar de ranas, incluso, acá las ranas hablan y más de la cuenta, y se hacen llamar periodistas, estamos empantanados de esa especie que a diario intenta “informar” a los colombianos, hay pocos que realmente son buenos periodistas pero en un lugar donde todo se resume a dos cadenas radiales, televisivas y escritas claramente politizadas es arduo para ellos abrirse espacio.
Es así como pasadas las dos primeras plagas el gobierno de nuestro estado golpea con la vara del poder el polvo de la tierra y en todo el país el polvo se convierte en piojos. ¡Así de simple! Se tergiversa todo. Un día nos roban por la 26, al siguiente nos asaltan en los cultivos, luego se asesinan civiles y los pasan por terroristas, claro está todo sea por la fe en la causa, meses más tarde se trastorna con la salud, se suben los impuestos, se pierden regalías y con el pasar de los días el tema de interés es la sexualidad de los guardianes de la patria, ya pronto estaremos cantando un gol. ¡El polvo se convierte en piojos!
Ahora bien, toda clase de moscas molestísimas acechan diariamente al individuo colombiano, los programas matutinos, la telerealidad insípida, los ilustrados guionistas de las telenovelas nacionales, los pintorescos largometrajes de fin de año, los interminables trámites para todo hasta para ingresar a un baño público en “el modelo insignia” de transporte latinoamericano, atribuido a la peste de caballos, asnos, camellos y ovejas negras con los que aquí convivimos, esta habla por sí sola de la quinta plaga.
Es entonces cómo a través del tiempo se creó un salpullido que a su vez produjo úlceras en las entrañas del país, lesiones irreparables, lecciones como aquellas en la cual el pobre no siempre querrá ser pobre, escaso de recursos, y que si entonces la oligarquía de un estado no ofrece garantías para surgir un día cualquiera un individuo de origen apacible y sin oportunidades de educación encontrara en los idilios de los nuevos mercados reglamentados o no, la manera para acorralar a aquellos próceres del poder y a todo un pueblo contra la pared; heridas que llevaron a comunidades a alzarse con las armas al no encontrar solución en las letras condicionadas, en las leyes de la nación. Helos ahí, la sexta plaga.
Granizo mezclado con fuego, podría ser una breve descripción del pueblo colombiano, somos fríos como el granizo cuando la situación nos compete, cuando se habla de deberes, cuando es hora de actuar, cuando se nos invita a pensar, cuando debemos elegir pero no tenemos los suficientes criterios para decidir, pero somos una multitud ardiente cuando de reprochar, murmurar y señalar es necesario, cuando vulneran nuestros aparentes derechos, claro está, única y exclusivamente tras la barrera de las redes sociales. Es por ello que los verdaderos responsables de la situación en el país somos y seremos nosotros los que andamos en bus y nos faltan los cincuenta, puesto que los poderosos que cenan langosta no invertirán jamás en educación pues se hacen millonarios con nuestra ignorancia.
De esta manera a falta de educación y a falta de verraquera para querer educarse se pronostica como novena plaga tinieblas eternas en el país tan densas que podrán palparse: miseria, desempleo, inseguridad, intolerancia, corrupción, escasez de principios. Dios quiera que sus hijos no caigan en las mismas falencias por las cuales nuestra generación y las antecesoras han convertido al país del eterno corazón en el reino del eterno mierdero; ojalá que como en tiempos pasados no tan lejanos, la muerte no toque a la casa que no fuese cubierta con la sangre de un cordero, pues todos merecemos un buen morir.
No es el largo camino el que cambia nuestro corazón, sino el saludo que recibimos cuando decidimos volver a comenzar. Es ineludible relatar con tristeza e irritación los acontecimientos a través de la historia en el país. Seguramente a los colombianos nos queda un largo camino por recorrer, tal vez ya viene siendo hora de forjarnos y forjar colombianos de bien, sin moralismos y con criterio, pues a pesar de todas las plagas que en este lugar convergen no se concibe la idea de un éxodo, pues es en esta parte del hemisferio es donde se halla nuestra tierra prometida.