Por: Jorge Camargo

Entre Pacho Maturana y Carlos Gustavo Arrieta los colombianos nos hemos bandeado, pues para el primero «perder es ganar un poco», cuando la selección Colombia era goleada, y para el segundo, el pronunciamiento de la Corte de La Haya donde Colombia se arriesga a perder a San Andrés, «es una derrota con sabor a triunfo». Con razón fuimos considerados por varios años el país mas feliz del mundo, porque folclóricos sí somos.

Mientras la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha venido fallando en contra de los intereses del pueblo colombiano frente a la necesidad de preservar la integridad del territorio, el equipo de Colombia se ha quedado corto en objetar lo que debería ser el argumento central de la defensa, la geografía humana del lugar; los raizales.

La defensa del territorio es un asunto que debe unirnos en torno a la idea fraternal de proteger nuestra soberanía nacional, sin mezquindad ni cálculos políticos, para poder hacer frente a las pretensiones expansionistas de Nicaragua y los fallos de La Haya. Por tanto, no podemos continuar con la arrogancia bogotana que nos caracteriza, donde todas las decisiones se toman desde la capital, menospreciando la opinión y la incidencia del pueblo de San Andrés. Sumado, a la falta de una política de frontera seria que propenda por la presencia estatal en las fronteras terrestres y marítimas, ya que con Venezuela y Ecuador también tenemos disputas pendientes.

Nicaragua a dado claras muestras de que va por San Andrés, y no es un secreto, que el interés de fondo para ganar territorio marítimo y extender su plataforma continental, hasta en 350 millas, colindando con Cartagena y Santa Marta, es para demostrar ante la Unesco que la reserva Seaflower hace parte de su territorio, donde por cierto, China tiene claros interés geoestratégicos en complicidad con el mandatario nicaragüense Daniel Ortega. En horabuena, no hacemos parte de la Convención del mar y no estamos exhortados a cumplirla.

Los fallos de La Haya han sido perjudiciales para los intereses nacionales y hasta contradictorios, puesto que en la sentencia de 2012 desconocieron el meridiano 82 como limite fronterizo entre los dos países y manifestaron que no se pronunciarían sobre la extensión de la plataforma continental de Nicaragua, pero 4 años después, dieron un reversazo y se declararon competentes para pronunciarse sobre dicha plataforma continental. Sin embargo, Nicaragua no ha hecho esta solicitud ante la comisión de limites de la ONU, es decir, aún no han presentado la solicitud formal.

Por su parte, el equipo de Colombia ha flaqueado en aspectos tan elementales como la inclusión de una comisión donde se involucre a la población directamente afectada; San Andrés, no en vano la indignación de los isleños con el Presidente Santos. Del mismo modo los doctores Carlos Gustavo Arrieta y Manuel José Cepeda, de la defensa colombiana, son una autoridad en temas jurídicos en Colombia, pero no cuentan con el bagaje necesario en Derecho Internacional para la misión encomendada. Pruebas de ello, han sido los confusos argumentos presentados ante La Haya, como que Colombia «acata pero no acepta» la sentencia de 2012. Pues, aquí y en Cafarnaúm acatar es cumplir, someterse y aceptar.

Todo lo anterior, pone de manifiesto la necesidad de que Colombia ahonde en un cuerpo diplomático y consular con mayor experiencia, para que las embajadas y consulados dejen de ser el escenario de favores políticos por excelencia, porque en los argumentos presentados por Colombia se evidenció el desconocimiento de la Convención de Viena sobre tratados internacionales, junto a la escasa voluntad de negociar con Nicaragua de forma bilateral, donde el Embajador Carlos Salgar era ficha clave.

Hasta el momento queda claro que la estrategia del país, había estado encaminada a dilatar el proceso, incumpliendo la sentencia sin propiciar una negociación bilateral con Nicaragua, por eso la determinación del Presidente de desacatar el fallo, es viable en el panorama actual, porque aunque sacrifiquemos instancias de defensa y apelación, si aceptamos la competencia de la Corte, nos arriesgamos a seguir perdiendo territorio.

Es aquí donde dejo abierta la discusión sobre la pertinencia del desmonte del gasto en seguridad y defensa, toda vez que en un eventual acuerdo de paz, los problemas de Colombia se alivianan pero no terminan, y el país está en deuda de preparar sus tropas para hacer presencia en zonas fronterizas, para velar por la soberanía nacional y el cuidado de los ciudadanos, evitando así las confrontaciones ya usuales con Venezuela y Ecuador. Cambiando el paradigma y la estrategia de combatir exclusivamente a la insurgencia y emitiendo una política de frontera efectiva, donde la concepción no sea establecer limites para dividir, sino para conectarse y cooperar con nuestros vecinos.

Nota: Entre tanto, las FARC se regocijan y felicitan a Nicaragua. No es extraño, ese siempre ha sido el talante desleal de ese grupo guerrillero con el país.

Twitter @jorgecamargo92