Por: Tania López

Si alguien nos preguntara qué es una persona NINI, ¿qué es lo primero que se nos vendría a la mente? Seguramente, que así se llama, que tiene una característica especial, una personalidad singular, ¿o se refiere a un personaje animado? Antes de responder este interrogante, y la complejidad que encierra el concepto NINI quiero que seamos conscientes de la situación democrática que vivimos como latinoamericanos.

Varios países en América Latina vienen creciendo económicamente, no siendo Colombia la excepción, con un crecimiento del 3,2% en el 2016 como año importante de contracción para el sector minero-energético. Las economías fuertes crean un ambiente de bonanza y prosperidad material pero en nuestra región ello no se ha visto reflejado directamente en la calidad y mejora de vida de la sociedad, especialmente en la población juvenil. El fenómeno NINI es una muestra de la ineficacia de los gobiernos en satisfacer las Necesidades Básicas Insatisfechas y derechos fundamentales garantizados constitucionalmente como lo es el Derecho a la educación y el Derecho a un trabajo como una obligación social en condiciones dignas y justas.

El Banco Mundial lanzó recientemente un informe acerca de los NINIs en América Latina, el cual se refiere a los jóvenes que NI estudian NI trabajan, esta población suma más de 20 millones de jóvenes entre 15 y 24 años. La pregunta importante ahora sería: ¿qué va a pasar si no abordamos esta problemática?

Lo primero que va a suceder será la perpetuación y contribución a la transmisión intergeneracional de la desigualdad de género y pobreza. El 60% de los NINIs de la región viven en hogares pobres o vulnerables y el 66% son mujeres, por causas como el matrimonio antes de los 18 años y el embarazo adolescente. Pero también el número de hombres NINIs ha aumentado, ello se encuentra vinculado a que en muchos casos existe deserción escolar temprana para trabajar y se da la posterior pérdida del empleo, este desempleo se mantiene, ya que los jóvenes por no tener las calidades necesarias para un trabajo formal, se conforman con empleos informales o inestables.

Segundo, el fenómeno NINI en América Latina puede estar vinculado a la delincuencia y violencia. En contextos de crimen organizado como sucede en Colombia, los jóvenes pueden verse involucrados en violencia, y se van produciendo ciclos en los cuales generación tras generación se acentúa el conflicto en la sociedad.

Tercero, la región no se beneficiaría de la transición demográfica que se abre para América Latina. Se puede frenar por completo las ventajas del dividendo demográfico, en el cual Colombia se ubica entre uno de los países más jóvenes del continente con más del 28% de población entre los 14 y 28 años de edad. Si no atendemos a tiempo el fenómeno NINI vamos a tener gran limitación en la formación integral de capital humano, fuga de cerebros, y sin oportunidades de educación y trabajo para la juventud nuestro desarrollo social simplemente se estancaría. 

¿Y el camino hacia la PAZ?

Ahora bien, frente a esta desoladora situación, los jóvenes debemos plantearnos la decisión de no esperar que las soluciones vengan de afuera, la propuesta intergeneracional del postconflicto se debe comprender una visión holística desde ya, de cara al momento histórico que estamos viviendo y no ser indiferentes, no vivir en el pasado, ni lamentarnos más de la situación crítica que nos rodea.

Se abren diferentes alternativas políticas, estrategias legales y jurídicas para la resolución de la agenda de seis puntos pactada entre el Gobierno Nacional y las FARC llamada: ‘Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera’. Aún no nos ponemos de acuerdo en los caminos que debemos tomar, teniendo la precaución que algunos de ellos se pueden convertir en callejones sin salida. La Paz de Santos no ha podido congregar al país en un mismo sentir y corazón para lograr un apoyo eficaz al mismo proceso. El equipo negociador le deja al país un acuerdo viciado de falta de unanimidad e integración con la ciudadanía, escepticismo y legitimidad.

Independientemente de los esfuerzos, sólo algunos de los puntos de la agenda han sido acordados como lo es desarrollo rural, participación política, drogas ilícitas y víctimas; pero no nos hemos podido poner de acuerdo en la refrendación, las zonas temporales de ubicación que daría paso a un cese al fuego bilateral, y costos de la paz. El desarme, la desmovilización y la reintegración es otro tema sin resolver, con la esperanza de que en los últimos 20 años se han desarrollado procesos exitosos de DDR en más de 52 países con participación y verificación de organismos internacionales.

El otro punto es el mecanismo de legitimación de los acuerdos de paz en La Habana con las FARC que puede ser vía plebiscito (con el 13% del censo electoral, lo que equivaldría al menos a 4,4 millones de votos) como un mecanismo de participación ciudadana; una declaración unilateral del presidente o una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Cualquiera que se llegue a dar funcionará si no se pasa de largo al constituyente primario, ya que el verdadero legitimador del proceso no será la guerrilla, la comunidad internacional o el Gobierno Nacional sino la sociedad civil, la población colombiana, o sea, cada uno de nosotros como únicos receptores directos de las consecuencias de las negociaciones.

Twitter. @TaniaLopezLizca