Salí de grabar el programa de Palabras, y uno de los panelistas, que había participado en el debate ese día, se ofreció a invitarme a comer, no objeté ya que era tarde y el hambre no me dejaba pensar, es lo natural, propuse entonces comprar pollo, a lo que el comensal discrepó diciendo que prefería ir a un sitio que vio llegando al canal, donde podíamos comer arroz chino, caminamos algunas cuadras y llegamos al restaurante, allí nos atendieron con un – ajá, bienvenidos – me extrañé que un costeño nos atendiera y me preguntaba, ¿dónde estará el chino?, mi amigo el comensal, me decía que los chinos nos tienen invadidos, y que comeríamos arroz y pollo producidos por estadounidenses, gracias al TLC, preparado por los asiáticos y servido por los colombianos, es decir: un arroz “chinogringocolombiano”.
Pedí entonces, unos rollitos chinos y el arroz que viene con pollo, y mientras esperábamos que nos trajeran nuestros respectivos menús, mi compañero de cena me dijo, si nos gobernaran los chinos no estaríamos debatiendo en vender la ETB, sino que seríamos uno de los exportadores de servicios de comunicaciones, seguro la empresa que estaría dando pérdidas sería la de Slim, tendríamos un equipo distrital de ciclismo en Bogotá, o por lo menos la Vuelta en nuestro país llegaría a la ciudad, las marquillas ya no dirían Made in China, las protestas no serían en el San Victorino, y probablemente algunos políticos como Roy Barreras, Armando Benedetti y Clara López, estarían buscando en sus abolengos sangre asiática, para no quedar fuera de la rosca, seríamos un país que sabría de negocios, y no de falsificaciones de títulos, de doctorados y maestrías, que son tan populares en estos días, como si un “título” fuera a recuperar a la ciudad.
Llegaron los cubiertos y los respectivos platos, agradecí al mesero costeño tan amable atención, y me seguía preguntando, ¿dónde estará el chino? Pensé, seguro estará en la cocina, sin mayor atención me dispuse a disfrutar de la comida, mi amigo comensal me continuaba diciendo, cómo es posible Beto que nos engañen cada rato, nos prometieron mil colegios y no existen, nos prometieron Paz sin impunidad, y los guerrilleros hacen lo que se les da la gana, a ellos nadie los gobierna, nos prometieron recuperar a Bogotá, y están tratando de vender los activos que tiene la ciudad, como lo hicieron con Isagen, si nos gobernaran los chinos, seguramente darían prioridad a las empresas nacionales, no permitirían la intervención en los asuntos internos ,y el PIB estaría creciendo y no decreciendo, le dije que no se escandalizara, que por lo menos el plato que nos habían servido sí parecía chino.
El mesero se acerca trayendo las bebidas, y yo le digo que la sazón del arroz y el pollo están exquisitos, él me responde: – Ajá bacán, es que el cocinero tiene un Doctorado en maestría – el mesero se retira, y mi amigo comensal me pide que le alcance la salsa de soya y me dice, lo que sí puedo manifestar Beto, es que cada vez más los chinos se van posicionando en nuestro país, y usted sabe que la protección a la industria nacional se queda en papel, pues acá cualquier extranjero puede alquilar locales y ofrecer lo que él quiera, sin importar si tiene estudios o no, lo importante es que tenga plata, porque como dice la ministra Lacouture “Necesitamos construir productos de calidad para competir” o por el contrario hacer como el periodista Arizmendi y hacer negocios en Panamá, yo le respondí que seguro la salsa de soya es original por su sabor y aroma.
Acabamos de comer y mi amigo comensal pide la cuenta para cancelar, el mesero costeño nos dice – Ajá cachacos, incluyo la propina? – mi amigo no quiere pasar por tacaño y dice que sí, que por supuesto, luego se dirige a lavarse las manos, y al regresar a la mesa, mi amigo tropieza con un infante y da un grito – ¡Ay, carajo! Este chino casi me hace caer. Comprendí entonces, que ese era el único chino de aquel restaurante.