Si la que fue considera la peor masacre en la historia reciente de los Estados Unidos, tampoco sirvió para propiciar una discusión a fondo, frente a la segunda enmienda constitucional de este país que hace parte de la llamada Carta de Derechos, la cual básicamente da vía libre al porte de armas, sencillamente el poder de las compañías fabricantes de armas sobrepasa el mismo deseo de seguridad y libertad que aparentemente defienden tanto los estadounidenses.
La masacre de Orlando, arroja un doloroso saldo de 49 víctimas, muchas de ellas pertenecientes a la comunidad LGTB y tres de ellos colombianos, todo por cuenta de las motivaciones homofóbicas y radicales del joven Omar Mateen. Siendo esta una razón de peso para plantear alternativas y soluciones reales a las problemáticas de terrorismo domestico o violencia urbana que se gestan en el mundo entero, por cuenta de la permisividad mundial frente al uso deliberado de armas y el absurdo pretexto de preservar la seguridad personal, dejando en riesgo a ajenos.
Debemos entender que nuestros derechos no pueden si quiera significar un riesgo latente para la vida, integridad y libertad del otro. Por tal motivo, en un país donde uno de cada cuatro adultos manifiesta síntomas de algún trastorno mental cada año, y casi la mitad sufren problemas mentales a lo largo de toda su vida, según los diarios Washington Post y USA Today, basados en un estudio auspiciado por el gobierno de EEUU. Con dichos índices es un despropósito no ejercer mayor control sobre la posesión de armas, que más allá de garantizar protección y seguridad para el portador, superpone los intereses de un individuo sobre las libertades, la integridad y el orden de la nación y sus conciudadanos, especialmente en un contexto de extremismo, adoctrinamiento y radicalización.
El argumento base para permitir el uso de las armas, se centra en “el derecho de las personas a defenderse y a defender el Estado”, como se establece en la Constitución de Pennsylvania de 1776, así como en la necesidad de combatir invasiones, suprimir insurrecciones y participar en la aplicación de ley ¿Acaso no son esas las funciones de la Policía y las Fuerzas Armadas? ¿Dónde queda el orden y el contrato social, los poderes públicos y la naturaleza del Gobierno y el Estado?
Abro este debate con motivo del anuncio del fin del conflicto en Colombia, donde a través de un cese al fuego bilateral, guerrilla y Ejército se comprometieron a no agredirse, teniendo como finalidad silenciar los fusiles de las FARC y aportar a la construcción de la Paz. Sin embargo, la Paz se encuentra estrechamente ligada con la tranquilidad de la ciudadanía y esta se construye con el menor número posible de armas accionadas, es decir, reducir las manifestaciones de violencia, a lo que apunta el esperado cese bilateral en Colombia. Por tanto, aunque hemos logrado avances enormes en el país, el porte y uso deliberado de armas, lejos de acercarnos a la Paz, acentúa fenómenos de violencia, terrorismo, crimen e intimidación que en muchas ocasiones ha tenido amparo en la necesidad de la defensa y la protección por cuenta de la ausencia del Estado, la impunidad o la ineficacia del sistema judicial. Es hora de percatarnos sobre este fenómeno en Colombia.
Experiencias como la masacre de Orlando o los atentados de Paris y Bruselas ponen de manifiesto que no estamos exentos de lamentar un hecho de tal magnitud. En efecto, en Colombia frecuentemente estamos llorando la muerte de personas víctimas de balas perdidas.
Por tales motivos, enhorabuena iniciativas como las de Cesar López con el programa 24/0 (24 horas; cero muertes) o la escopetarra, así como los ceses al fuego y a las hostilidades por parte de la insurgencia. No obstante, queda abierta la discusión tanto en el Capitolio de Estados Unidos como en el mundo entero, sobre la necesidad de construir Paz, acompañada de tranquilidad y por ende propender hacia la reducción del uso y porte de armas.
NOTA: Ad portas de unas elecciones presidenciales en medio de propuestas y discursos xenofóbicos por parte del candidato Trump, hechos como el de Orlando exacerban ese nacionalismo y racismo que viene promoviendo el magnate.