En lo corrido del año 2015, casi 1.500 quejas llegaron a la secretaría de movilidad por el mal servicio que prestan los taxis en la capital del país. Realmente esta cifra es insignificante a la hora de compararla con los millones de recorridos que en un año hacen los amarillos de Bogotá. Ahora pregunto, si estamos tan inconformes con el mal servicio ¿por qué no hacemos llegar nuestras quejas? Creo que es porque nada pasa, ningún caso trasciende y para perder el tiempo mejor hacemos otra cosa. Pero un día hace meses algún amigo en la oficina nos habló de Uber, otros nos enteramos de la plataforma por noticias y otros por los malos comentarios de un taxista resentido. Muchas personas que se cansaron de estirar la mano en la calle viendo pasar uno y otro taxi desocupado diciendo que no los recogía, o llamando a los teléfonos con repetidos números dónde la operadora decía no hay carros disponibles, todos ellos vieron la luz al descargar una plataforma que les brinda todo lo que el otro no. Eso es como en una relación cuando tu pareja no te llama, no te dice que te ama, no te toca, no te tiene en cuenta y llega una personas que te ofrece todo para que te sientas bien, pues eso mis amigos es lo que pasó, y estamos poniéndole los cachos a los taxistas. Es muy chistoso verlos rasgándose las vestiduras protestando ante los ministerios, porque son ELLOS LOS CULPABLES, nos arrojaron a los brazos de UBER, no nos culpen.
Aclaro que no tengo la aplicación y tampoco lo uso con frecuencia, pero cada vez que un amigo lo pide, me le pego. Tengo varios amigos taxistas y reconozco que generalizar no es lo ideal, pues taxistas buenos hay, pero casi nunca me recogen. Ahora estas son las razones que hacen ver muy mal a los taxistas y que el “otro” las suple:
- Atención al cliente. Lo dejaron a un lado, se visten como quieren, te tratan como quieren, tienen una pésima actitud y uno es el culpable de los trancones, de dañarles las puertas y de no tener “sencillo” a la hora de pagar.
- Limpieza del vehículo. Cada día son más sucios, nunca huelen bien, entre más viejos los carros son más sucios y cuidadito si usted le llega a hacer una observación de este tipo.
- Exceso de velocidad y técnica de manejo. Nada nuevo, son los que más cierran en las vías (ahora su gran competencia son los buses del SITP), se pasan los semáforos en rojo, hacen doble fila, cruces prohibidos, etc. Siempre en contra de la seguridad vial.
- No paran, menos en hora pico. La última vez que salí de una cita médica con mis hijas tipo 5 de la tarde, salí a coger un taxi y para colmo empezó a llover. Con sorpresa noté que sí pasaban taxis desocupados, pero ningún me quería parar, no los juzgo de pronto estaban reservados, pero entonces ¿por qué llevan encendido ese letrerito rojo con blanco en la parte superior derecha del panorámico que dice LIBRE?
- Taxis discoteca. Son aquellos “artistas” que tienen luces de neón al interior del vehículo y uno preciso con dolor de cabeza. Aparte están estrenando equipo de sonido con un bajo que choca las palpitaciones del corazón y que nos pone más nerviosos de lo que ya estábamos. A eso súmele sus emisoras “chistoretas” llenas de vulgaridades y sus gustos musicales que a veces no son afines a los míos pero que nos obligan a escuchar por según ellos es su carro y punto.
- Hablando por celular sin manos libres. En general esto se ha vuelto muy frecuente en los conductores de la capital, pero los taxistas ocupan la primera posición en esta falta que hace que no solo haya riesgo de accidente, sino que nos pone a escuchar conversaciones que nos importan 0.0.
- Cobran redondeando la cifra y se enojan si se les corrige. Acá quiero nombrar tres elementos. Si la carrera vale 3.700 para ellos es 4 mil y si quiero hacer el reclamo no me dejan ver su tabla pues la esconden. Lo otro es el muñeco del taxímetro que en ocasiones es muy evidente, ya que vamos 4 cuadras y las unidades ya van en 50. Y por último sus cuentas alegres en las noches cuando la carrera les pareció muy lejos o “pre acuerdos” que quieren imponer.
- Los juegos y charlas abiertas con otros compañeros. Antes era con los radio teléfonos que sonaban todo el tiempo y vocecitas del más allá empezaban a gritar: “El gordo es gay” o “Pacho no se baña”. Ahora son en notas de voz y aunque a veces son graciosos, sus groserías no las queremos escuchar más.
- La ruta que ellos digan. Esto le sucede mucho a los extranjeros para que la carrera valga más. Quieren irse por donde mejor les parece. Para ellos es la muerte cuando uno va con otros compañeros tarde en la noche y hace ruta para dejarlos. Allí salen frases como “esto no es un bus”, “cada carrera se la cuento por aparte”, y tenga su Uber Pool.
- Y el famosísimo. Por allá no voy. Bueno de este ni hablar, solo recordarlo como una nefasta excusa para no trabajar y que deja el título de “Servicio Público” desvirtuado, desvalorado y sin sentido.
Estoy convencido que el sistema de transporte debe evolucionar y las autoridades competentes deben regular a Uber para que deje de ser competencia desleal y los amarillitos dejen su discurso de ilegalidad a un lado y se pongan a competir con calidad, seguridad y buen trato.