¿Por qué los colombianos dudamos de la paz, y mucho más de la reconciliación?

Por: Yolima Gómez

El proceso de paz en Colombia el cual es consultado a los colombianos, ha encarado los sentimientos, dudas y preocupaciones más profundos del corazón de los colombianos.

Voces a favor y otras en contra, así como voces desinformadas del proceso de paz se han escuchado, pero lo más interesante de la situación por la que atraviesa el país, son los movimientos que muchos ciudadanos de manera consciente e intencional han venido gestando en distintos espacios y lugares. Hoy, en Colombia, se habla de paz.

Empezaremos por las voces, las que están a favor, las que aceptan los acuerdos de paz firmados en la Habana. Estos aducen que quienes están en contra del proceso de paz en Colombia carecen de memoria, o han vivido en las urbes, por lo cual su experiencia con la guerra ha sido mediática pues la intensidad del conflicto armado se ha desarrollado en nuestros campos colombianos.

Carecen de memoria, porque han olvidado que producto de la guerra han sido los fratricidios, hemos olvidado los muertos en combate, a los desaparecidos, las masacres de pueblos enteros, la destrucción y el atraso a la que han sido sometidas las comunidades en condiciones de aislamiento, rurales, empobrecidas, cuyo capital ha sido logrado a fuerza de unión y trabajo comunitario. El conflicto ha dejado según últimos reportes ocho millones de víctimas y seis millones de desplazados, cada vez más reportes de desaparecidos. Basta con revisar las cifras del Centro de Memoria Histórica.

Han olvidado a los falsos positivos, ciudadanos víctimas de torturas y aniquilamiento por parte de las fuerzas armadas regulares, con el objetivo de ganar reconocimiento, condecoraciones, incrementos salariales, escalar posiciones. Estas son solo algunas atrocidades de la guerra. Y ¿qué decir de los campos minados?, ¿qué decir del reclutamiento forzado de niños, niñas y jóvenes…?

A su vez, en las grandes ciudades y para un amplio número de población que las habita, el conflicto armado se ha vivido a través de lo que medios de información reportan. El escenario de enfrentamientos armados y los ataques directos o indirectos a la población civil se han dado en el campo. Departamentos como Antioquia, Magdalena, Bolívar, Nariño, Sucre, municipios del Valle, han vivido en carne propia el conflicto armado de la guerrilla, de los paramilitares, del narcotráfico, son los departamentos con mayor extensión rural, y con relieves adecuados para el combate, con poblaciones en mayores condiciones de aislamiento, remotas, donde la única emisora que se oye es la de la guerrilla y donde un sacerdote va cada 20 años, donde las instituciones del Estado han estado ausentes, desconocidas para muchos. Son las regiones donde las comunidades han experimentado amenazas constantes a su vida y seguridad.

Por su parte, están las voces en contra de los acuerdos de paz y de un proceso negociado con las FARC, grupo revolucionario con 52 años de existencia y actividad en nuestro país. Aducen que los acuerdos tienen grandes falencias, que no es posible negociar con terroristas, que es necesario aplicar penas altas en prisión, que es entregar el país a un modelo de socialismo caduco en Latinoamérica. Que se incrementarán los impuestos para los ciudadanos… en fin, muchas expresiones que hoy son campaña para que los ciudadanos entren en desacuerdo y voten No, cuando se enfrenten al plebiscito.

Todo este escenario abordado a grandes rasgos, no impide ver lo que sucede en otros nichos de la sociedad colombiana. Además de voces a favor y en contra, lo cual sin duda nos polariza como país y como individuos, ha surgido un afán por trabajar en función de la paz y la reconciliación. Ciudadanos y ciudadanas, trabajadores, educadores, apuntan desde distintas formas a construir esa paz estable y duradera. Gestos y acciones de perdón también se han hecho escuchar. Un hecho significativo en estos últimos días es el acto de perdón que vivieron las familias de los 11 diputados del Valle, secuestrados en 2002 y asesinados en cautiverio en 2007, el artículo publicado por la Revista Semana “La increíble Fuerza del Perdón en el Proceso de Paz”, es una muestra que los colombianos somos capaces de perdonar.

Textos como Perdonar lo Imperdonable, Crónicas de una paz posible; de la periodista Claudia Palacios, recoge experiencias de paz en Colombia que no están contadas, pues como dice ella, los medios han estado más preocupados por narrar la guerra que por narrar la paz. Son hechos que nos dicen es necesario narrar la paz desde la cotidianidad.

Sin duda, abordar el conflicto armado con las FARC con acciones y proyectos concretos, le da la posibilidad al país, al Estado y a los gobiernos, a mirar y enfrentar otros escenarios y actores de otras violencias presentes en nuestro país.

Las anteriores son razones suficientes para comprender por qué los colombianos tenemos el corazón fracturado, desconfiado; pero sin duda, es un tiempo histórico y propicio para Colombia, único para los colombianos. La de creer firmemente en la reconciliación como la capacidad de reconstruir corazones y vidas, de creer que la paz no es un sueño o imaginación de algunos. La paz es camino, es principio porque es tarea a iniciar, y es el fin porque es el objetivo, de buscar una paz permanente y duradera. Es una decisión personal, de la conciencia y de la lectura de lo que pasa a nuestro alrededor. Son oportunidades para construir un proyecto de nación digna y justa.

Twitter. @yolicampos