Por: Victoria Carrillo

Hace algunos días, tuve la oportunidad de compartir tiempo junto a varios niños, y algo me sorprendía, ese algo, era la capacidad que ellos tenían para imaginar, para soñar e inventar, pero sobre todo, para asombrarse y sonreír por cosas pequeñas, como el inventar que en medio de una volqueta de juguete unos trozos de papel eran arena y sonreír con tan solo eso.

Entonces me pregunté por qué al pasar el tiempo perdemos esa magia que nos invadía cuando éramos unos niños y por qué ahora, justo cuando se acaba el año, donde hacemos un balance de lo que hicimos y no hicimos, de lo que logramos y perdimos, nos invade un sentimentalismo tan inútil del cual nos salvaríamos si fuéramos unos niños porque allí no existían preocupaciones.

Querido Santa:

Cada año deja mil historias por contar y también nacen nuevos deseos para el siguiente, estos son mis deseos y esta es una de las tantas historias.

Mi deseo es que volvamos a tener esa capacidad de sonreír y ser felices con pequeñas cosas, como cuando al lado del árbol de Navidad, destapábamos nuestros regalos que creíamos no traía Papá Noel. ¿No era la única que creía esto, cierto?

Mi deseo es que volvamos a creer a pesar de todo. Es entender que lo mejor que nos puede pasar es estar al lado de quienes amamos alrededor de una mesa en esta Navidad. Ya no quiero nada material. No todo es material. Eso me lo enseñó un malabarista que prefirió dejar su show al frente del semáforo y me preguntó si necesitaba un abrazo porque me veía triste (no Santa, no se lo acepte) pero tuvimos la oportunidad de hablar y él teniendo poco me regaló un helado que pagó con las monedas que había recogido durante el día, diciéndome que pidiera el que más me gustará sin importar cuánto pudiera valer. Allí, entendí que todo va más allá de lo que vemos por encima y que las personas que menos pensamos tienen el alma más exquisita y después de tanto repetírmelo le creí que sí, que todo iba a estar bien.

Otra cosa te pido y es que nos devuelvas la paz que teníamos cuando éramos unos niños, cuando nos dolían más las trenzas apretadas que nos hacía mamá al dolor de un corazón roto. Devuélvenos eso, por favor.

Y por último, que no nos predispongan a una felicidad fugaz, sino a una vida auténtica en el ahora, porque todo es ahora, lo bueno, lo no tan bueno y lo malo. Porqué esa fugacidad es nuestro mejor motivo para siempre volver a empezar.

Nos vemos pronto.

Twitter: @Vic12_27