Me pregunto si, cuando dijo que fue el «no» más difícil de dar, tendría algo que ver con lo que pasó esa noche.
Por esos días yo me sentía más espiritual que nunca. Pensaba que cada vez que abría la boca, un mensaje divino saldría de ella, o algo así. Salíamos tarde en la noche de las reuniones y nos íbamos juntos; por casualidad… No, nada de casualidad, me encantaba acompañarla. Así solo fueran 15 minutos, y como excusa, la cercanía de nuestras casas. Venía preparándolo hacía mucho tiempo y estaba decidido a que mis sentimientos hacia ella no seguirían escondidos, no a partir de esa noche.
Antes de entrar al conjunto, después de hablar un poco, casi siempre había algún tema qué tratar, le dije que había algo que quería que supiera. Por si no lo había notado, en mi corazón había sentimientos más fuertes por ella. Habíamos sido amigos mucho tiempo y le tenía gran cariño, pero esto era diferente. Me gustaba, me estaba enamorando de ella y no podía seguir reservando esos sentimientos para mí solo. Recuerdo haberle casi que pedido excusas por no saber bien de qué manera decirlo, cómo hacerlo más especial, me consideraba terriblemente malo para ese tipo de cosas. Solo quería que lo supiera, necesitaba hacérselo saber. No quería seguir despidiéndome de ella como los mejores amigos, sintiendo por dentro que me estallaba el corazón. No podía seguir fingiendo ante lo inevitable. Le dije que con nadie me sentía como con ella, que me sentía completo, en el lugar correcto cuando compartíamos tiempo juntos. Le confesé lo difícil que había sido para mí tomar la decisión de decírselo. Y finalmente le dije qué cosa me había hecho tomar la decisión y no dejar que pasara más tiempo. Le escuché a alguien, que daba una conferencia sobre temas relacionados, decir que si mirabas hacia el futuro y no podías imaginarte tu vida sin la otra persona; era tiempo de hablar. Y lo hice, imaginé el futuro, traté de mirar hacia adelante sin ella en medio y bueno… eso me dio valor de hablarle de mis sentimientos esa noche.
Ella tiene un carácter fuerte, o al menos eso demuestra. Es una mujer muy inteligente. En serio inteligente, de la clase de mujer que a veces te hace sentir un poco mal. Cuando habla de algo que tenga que ver con su profesión, usa términos complicados, da ejemplos que también son complicados y uno se queda pensando en lo genial que sería saber de eso y poder entenderla. Siempre parece tener todo claro. Aunque los demás estén confundidos, bajos de nota y necesitando ayuda; ella parece que siempre tiene la fuerza para no solo cargar con sus líos, sino también para lidiar con los de los demás. Siempre con un consejo, con una palabra de ánimo y de consuelo. Siempre mostrando una postura, ante las circunstancias difíciles, digna de imitar. Firme, decidida, con unos principios inquebrantables, queriendo siempre tener la razón y siendo hasta terca por momentos. Así es ella, y por eso me causó tanta sorpresa ver su reacción ante lo que le dije esa noche.
No pudo sostenerme la mirada. Nunca antes la había visto tan perdida como ese día. Miraba para un lado y para el otro. No sé si recuerde mal, pero creo que en un momento se le aguaron los ojos. Trataba de explicarme algo que, ahora pienso, no puede explicarse ni ella misma. Confundida e indefensa, así la recuerdo en ese momento. Tratando de hacerme creer que todo estaba bajo control, sin poder demostrarlo.
Primero me dijo que estaba muy confundida y que no sabía bien qué decir. Acto seguido me dijo que era algo que se venía venir y que por las circunstancias que nos rodeaban era normal. Después trató de explicarme que no era un momento para dar un veredicto sobre el tema. Ni si, ni no. O mejor más un no que un sí, para no darme ilusiones ni jugar con mis sentimientos. Era mejor no hablar de esto ya que me aprecia mucho y no quiere herirme.
Lo cierto es que ese día quedé más confundido que ella misma con la respuesta.
Pero esa no fue la única vez. Otro día en un restaurante volvimos a tocar el tema y sucedió algo muy parecido. Primero lo de costumbre. Me quiso aclarar que no estaba en el momento de entablar nada en este sentido. Me quiso recordar que esa noche, aunque con muchas explicaciones que ni ella se entiende, me dio un no, por ahora. No, porque es complicado. No, porque es mejor un no. No, porque…etc. Pero de nuevo volvió esa mirada, insegura, vidriosa. Esa mirada que no encuentra refugio en ningún lado. Esa postura que más me recuerda a cuando era niña. Esa niña que no tiene una respuesta clara porque no tiene claro qué responder. Esa niña indefensa que con su boca dice que no, pero que quisiera gritar otra cosa.
Siento que con lo que diga puedo presionar un poco y hacer que diga cosas que, tal vez, yo quiero escuchar. Pero decido no hacerlo. Me quedo callado, no la miro más. Trato de concentrarme en la comida, que está más seca y más difícil de pasar que nunca. Percibirla tan indecisa me provoca ternura. Quisiera decirle que todo va a estar bien. Que estoy dispuesto a todo, que no tenga miedo porque yo no lo tengo. Que me cuente qué pasa, en qué piensa. Que si quiere que cambie lo puedo hacer. Que puedo ser la persona correcta, que confíe en mí. Dejo pasar esa oportunidad de ponerla entre la espada y la pared. No es mi estilo, no lo haré por más que lo quiera hacer. Nada será bajo presión, no forzaré nada. Ella puede decidir y si no lo hace, de todos modos, no decidirse también es tomar una decisión. Y la tomó.
Me pregunto qué será eso tan malo que Dios le dijo de mí. Me pregunto también por qué no soy lo suficiente. Me pregunto por qué no lleno las expectativas. Leí en algún lado que el amor no es ver al otro perfecto. Al contrario, es conocer el lado no tan bueno del otro y aun así, estar dispuesto a afrontarlo, y avanzar y mejorar juntos. Yo conozco varias cosas de su lado no tan bueno y sé que no será fácil y sé que habrá que trabajar. ¿A caso es eso en lo que piensa? ¿Acaso es de dónde vengo? ¿No piensa que puedo ser distinto? Y me pregunto muchas otras cosas que me han hecho mucho daño y que no quiero preguntarme más. Pero es que estoy en un momento crucial. Siento que es un punto de no retorno. Siento que se acaba el tiempo y puede ser el final de la historia.
Ya me pasó una vez. Me di cuenta de que había perdido algo para siempre. Lo que más amaba en la vida era jugar fútbol y estaba tan seguro de que sería jugador profesional, que se me olvidó poner en consideración que podría no serlo. Recibía comentarios de todas partes que aseguraban que lo sería y no lo logré. Cuando me di cuenta de que la oportunidad se iba para nunca volver pensé, entre otras cosas, que hubiese podido dar un poco más en todo sentido por alcanzarlo. Por esas épocas me hacía una pregunta y me la hago de nuevo ahora: ¿Por qué puedes llegar a querer tanto a algo o a alguien sin poder alcanzarlo?
Me pasó de nuevo. Como nunca antes pensé que la había encontrado.
No quiero que acepte nada. Ahora no pretendo que cambie de opinión. Hubiese sido genial sí, gustarle como me gusta ella a mí. Haber sido su primer y mejor elección. Que el sentimiento hubiese sido mutuo. Eso sería demasiada suerte, creo…