Voy sentado junto a la ventana en un TransMilenio medio vacío. Sé que un articulado en esa condición hoy por hoy es casi un milagro. Pero está comenzando el año, son los primeros días de enero y gran parte de la gente está viajando. Mi cuerpo, tirado en esa silla, va con una compañera de trabajo camino a casa pero mi mente está en otra parte. Con una mano en la cara y mirando a través de la ventana, voy repitiendo esa costumbre estúpida e inútil de arreglar todos los problemas en mi cabeza. Repasándolos y atormentándome con ellos como si eso sirviera de algo.
Una pareja se sube y la mujer empieza a hablar. Se está presentando o algo así. Dice que son artistas y que usan el transporte público como medio de sustento y que a través del arte se ganan la vida. Hablan de su decisión de no estar más en una empresa. Me da risa. Muchos hemos hecho lo mismo. ¿Y qué queda al final? No vives solo de amar determinado tipo de arte. Cuando tienes tiempo no hay plata para llevar a cabo tus sueños. Si tiras todo por la borda y no trabajas más, y te dedicas a tu sueño, entonces no hay dinero y la cosa se complica. No puedo evitar que esos pensamientos salgan impregnados de algún tipo de resentimiento.
Me escoge a mí para comenzar su performance. El TransMilenio va meciéndose, casi que intentando estropear la obra. Ella lucha por mantener el equilibrio, y por hacer que yo le preste atención. Sigo mirando a través de la ventana. -¿Acaso cree que es más importante su ridícula actuación que mis problemas?- Tengo cosas en qué pensar. Soy alguien ocupado que viene de un largo y tedioso día de oficina, no tengo tiempo para eso. Después del esfuerzo intenso, de una larga pausa en la que no habla y se queda mirándome para que yo conteste, y después de comprobar que no me voltearé hacia ella, desiste y pasa a otro pasajero.
Es una obra de teatro sobre una poesía, o algo por el estilo. Ella y su compañero me recuerdan algo, me recuerdan a alguien. En una de las escenas él grita, se tensiona. Las venas de su cara se brotan y ya casi está sudando. Tiene mucha pasión y su compañera también.
A nosotros los cuerdos siempre nos causa algo de curiosidad esta gente, los artistas, como la pareja en el TransMilenio, que ahora comienza a jugar con un personaje y con otro. Sigue la obra; ahora ella es un jefe de oficina que regaña a un empleado irresponsable, su víctima, el pasajero que va justo detrás de mí.. Luego, con una improvisada cabellera hecha con su chaqueta, él se convierte en una empleada de servicio medio pelandusca que pelea con la señora de la casa. Ella cambia y ahora es la tierna y melosa esposa de un hombre que acaba de llegar a su casa en la noche; la víctima, es el mismo que va detrás de mí. Lo abraza, le da sendos besos, en la mejilla, en todas partes. Se le sienta en las piernas, le habla al oído. Todos los que íbamos distraídos en nuestras importantes preocupaciones, ahora estamos inmersos en la obra, riéndonos a carcajadas, sorprendidos y atrapados.
Después de todo, nuestros problemas pudieron esperar un poco. Pudimos escapar, aunque fuera 5 minutos de la realidad. Eso que nos tenía ocupados, tensionando nuestros músculos y produciendo dolor de cabeza, pudo hacerse a un lado, gracias a que un par de locos estuvieron dispuestos a hacer el ridículo en el transporte público. Gracias a que una pareja se niega a que sus vidas sean tan aburridas y tediosas como las de la mayoría de la gente. Gracias a que alguien hace lo que le gusta y no lo que le toca. Gracias a esa pareja que ama el arte y no lo esconde.
Qué bueno que todavía hay gente loca por ahí. Hay suficientes cuerdos aburridos como nosotros, que necesitamos que nos recuerden a ratos, que la vida se puede volver arte, incluso un lunes en la noche en un Transmilenio semi lleno con gente aburrida y mala carosa que mira a través de la ventana.
Porque un gran ingeniero, abogado o arquitecto, por más proezas que haga, tal vez pueda sacar adelante un gran proyecto o aumentar considerablemente los dividendos de una compañía o por qué no, realizar una obra altruista que beneficie a personas necesitadas; pero un artista, un artista puede lograr que los sentimientos más profundos del ser humano provoquen estragos en la persona que aprecia su creación. Al componer una canción desde el alma, al pintar un cuadro, al derramar su alma y su historia mientras escribe, al narrar un cuento, al interpretar un papel, etc.
Como en la velada a la que asistí hace ya como 6 meses. Nada nunca antes había tocado mis sentimientos de manera tan repentina como ese día. Una amiga mía muy cercana sería la voz principal de una de las canciones de la noche. Les explicaría con mucho gusto las razones de lo que pasó inmediatamente ella comenzó a cantar; pero el problema es que no las encuentro, o si las hay, no tengo idea de cómo describirlas. Posiblemente, mi cercanía con ella ayudó a que ese momento fuera aún más especial. Es muy joven. Pero a su temprana edad ya ha tenido que pasar por cosas muy difíciles y cosas, que el promedio de mujeres atraviesan con muchos más abriles encima. Sé de sus situaciones, porque Dios me ha dado la oportunidad de atravesarlas con ella, al menos desde una orilla cercana, la orilla de un confidente. Quizás por todas esas luchas, tiene un carácter fuerte, un temperamento indomable. No intenta quedar bien contigo. Si no le gusta algo, no tengas dudas, te lo hará saber. Por alguna razón, en el grupo en el que estábamos nos tocó llevar un proceso. Lo primero que me dijo fue -¡Te voy a dejar algo claro, yo no quería estar en esto contigo! – Para todo lo que íbamos a hacer había una objeción. Todo lo que le iba a enseñar tenía miles de -¿por qué?- Con el tiempo me fui acostumbrando. Con el tiempo supe que no importaba que fuera así, ya que, tenía una virtud que cubre miles de defectos o de problemas que alguien pueda tener en su carácter; era sincera, era honesta y eso, eso es muy difícil de conseguir por estos tiempos en los que la gente por más cercana que sea a ti, está llena de máscaras y les importa mucho más parecer que ser.
Pero además es artista. En todo el sentido de la palabra. Tiene un talento tremendo para cantar y junto con eso, los problemas clásicos de un virtuoso. El talento y la pasión por momentos parecen no ser suficientes en un país indigestado de capitalismo y con una urgencia de consumo bestial, en donde hay que conseguir un trabajo decente lo más pronto posible para adquirir recursos. En una sociedad insensible ante las manifestaciones del arte, en familias necesitadas de que un nuevo integrante de la familia que va creciendo se sumerja para siempre en el tedioso y enfermo mundo laboral. Ella como tantos artistas, tiene un alma indomable y soñadora, capaz de percibir y sentir mucho más que la gente del común. Los artistas son complicados, podría decir alguien, y al mismo tiempo saben muy bien cómo disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Con ella puedes hablar por horas en las gradas de un estadio de fútbol de un parque solitario, sin más compañía que un cielo totalmente azul y un viento suave que lleva y trae pensamientos, sueños, anhelos y recuerdos. O puedes soportar el frío intenso de una noche bogotana, en alguna zona verde entre conjuntos residenciales mientras escuchas todos sus problemas e intentas solucionarlos, no porque puedas, más bien porque lo deseas con todo el corazón. O puedes no querer solucionarlos, solo escuchar, pensar, acompañar, caminar por largo rato, ir por un café a una panadería cualquiera del barrio, escuchar música, buscar las mejores voces y dejar que la piel se erice al escucharlas…
No sé los detalles técnicos de su voz, no sé cuánto le falta o cuanto le sobra, no sé si está siempre en el tono preciso o no, no soy un conocedor del tema pero de algo sí estoy seguro, cuando comienza a cantar algo cambia en la atmósfera. Así sea en un ensayo, si canta con pasión la gente que esté en el salón deja lo que está haciendo y se pone a escucharla. Por esas cosas que no me logro explicar, tenía acceso a la consola de sonido del grupo al que pertenece. Aunque no sé mucho del tema y acierto, a lo sumo, a tener los canales prendidos durante un rato; había momentos durante el ensayo o en los toques, en los que me ponía los audífonos de monitoreo, dejaba habilitado únicamente el micrófono de ella, y me desconectaba del mundo, con los ojos abiertos…
Algo así sucedió esa noche. El escenario no podía ser mejor. Casi todas las luces estaban apagadas, una que otra tenue luz producía tímidas sombras aquí y allá en el auditorio. El piano abrió de una manera suave la canción y ella comenzó a cantar. Y este es el momento en el que no logro describir lo que pasó. Es como cuando estás enamorado de algo o de alguien. Puede que logres tener algunas razones, pero si eres sincero, si vas al fondo, encuentras que no hay explicaciones para el amor, amas porque sí y porque no, amas y ya. Desde la primera estrofa, se apoderó de mi algo extraño que me apretaba el corazón. Estaba cerca de una mesa y me senté. Cuando empezó, me parece que todo al rededor desapareció, menos alguien, que se me acercó y me dijo: – ¿Qué van a pensar los que te vean la cara que estás haciendo? -Una mano cubrió mi rostro y las lágrimas no dejaban de brotar de mis ojos. No sé bien en qué pensaba. Una maraña de recuerdos y sentimientos batallaban ahí dentro en algún lado y trataba de seguir presente en el auditorio para no perderme el momento. Su voz salía por las cabinas y llenaba el lugar. Con una fuerza y una potencia tal, que parecía irreal que pudiera salir de esa muchacha, bajita por demás. Parecía que todos sus problemas y las cosas que le pasaban perdían importancia ante la fuerza de su voz. Tal vez las lágrimas no eran de tristeza, tal vez la emoción y la felicidad de que dentro de ella había una grandeza expresada a través de una potente y hermosa voz eran tan desbordantes que vencían todos los obstáculos por los que ha pasado y por los que pasará, que el cuerpo no sabía expresarlo de otra forma. Me gusta escucharla e intento siempre ayudarle, pero prefiero oír esa voz que sale de sus entrañas y que no pasa desapercibida en ningún lado. Creo sinceramente que es la voz que debe dejar salir con fuerza, determinación y alegría en todos los momentos de su vida. No importa por lo que pase, no importa lo que venga, por ningún motivo debe callarla.
Qué fuera del mundo sin esos locos, tan diferentes a la gente del común. Necesitan mucha seguridad en sí mismos, mucha pasión, mucha determinación y, por qué no, algo de suerte para lograr llevar a cabo sus sueños y sus metas aun con todo y todos en contra.
Locos como Gabriel García Márquez que un día se le ocurrió dejar sus estudios a un lado para dedicarse a hacer algo por lo que apenas si le pagaban pero que le apasionaba, escribir, y emprendió un viaje. Su madre le pidió que lo acompañara a vender una casa vieja por allá en Aracataca. Y ese viaje fue el comienzo de todo, el primer escalón rumbo a un premio Nobel. Como tantos otros que han hecho cosas estúpidas, solo con la idea de que sus vidas no serán una copia exacta de la de cualquier otro, y lo han logrado.
Me arrepentí de haber tenido esa actitud al principio de la puesta en escena, de no haber puesto cuidado y no haber respondido y haber hecho parte. Me arrepentí de haber sido uno más de los que no aprecian el arte y es indiferente; el resto de la obra estuve pendiente y al final me uní al aplauso y al aporte económico.
“La medicina, el derecho, los negocios, la ingeniería, se tratan de actividades nobles y necesarias para sostener la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor: estas son las cosas por las que vivimos” Robin William