Cuando empecé a escribir este artículo, pensé que deberíamos inventar un modelo educativo para mujeres, al final comprendí que la clave está en re-inventar y transformar la forma como criamos y educamos la humanidad.
Una maestra de una escuela colombiana, me contó que un niño de preescolar (5 años) lloraba amargamente porque la silla que quedaba para sentarse, era de color rosado… en su casa le dijeron que solo las niñas usan rosado…
Conecto la anterior experiencia con algo que leí hace algunos días y por un medio virtual, sin recordar la fuente, sobre una investigación realizada por una universidad de renombre, en cuya esencia exponían que las niñas a los 7 años de edad, demostraban desventajas frente a los niños de la misma edad al realizar una misma tarea. El estudio indicaba que antes de esa edad, los niños y las niñas se sentían igualmente capaces, fuertes y hábiles frente a las mismas tareas. Los argumentos de cara a las desventajas que las niñas manifestaban, se soporta en que, a esta edad (7 años), las niñas estaban más influenciadas por los imaginarios y creencias frente a lo que son capaces como mujeres. Es decir, se han instalado en ellas, prejuicios culturales (creencias patriarcales) que ponen en desventaja a las mujeres frente a los hombres.
Lo anterior me llevó a pensar en dos condiciones personales: Soy madre de una niña de 3 años y soy educadora. En tal sentido, y concediéndole credibilidad a tal investigación, así como al hecho al inicio presentado, me hice varias preguntas: ¿Cómo potenciar y preservar esa libertad con la que hoy cuenta mi hija? ¿Qué hacer para que mi hija se constituya día a día como una persona, una mujer más específicamente, libre de prejuicios, en igualdad de condiciones frente a los demás, siendo consiente de sí misma y valorando sus diferencias?
Y como educadora que soy: ¿Cómo ayudar para que, en la escuela, segundo lugar de construcción de relaciones humanas, después de la familia, sea un espacio dónde se identifiquen y transformen esos prejuicios que conllevan a poner en ventaja o desventaja a unos seres humanos sobre otros, en razón de su género o sexo, o cualquier otra condición?
He aquí algunas pautas que he venido recogiendo a lo largo de mi experiencia como mamá y educadora, que pueden servir, si nos enfocamos en la educación y la crianza desde un alto sentido humanizador. Los elementos se pueden resumir en 3 procesos para desarrollar: El autoconocimiento, la toma de decisiones y el empoderamiento humano. Entendiendo que los tres van relacionados entre sí, siendo el uno potenciador de los otros.
El Autoconocimiento:
- Enseñar a los niños y niñas a conocer y re-conocer su cuerpo. Entendido el cuerpo como un todo, sin separar de éste las emociones, los sentimientos y los pensamientos. No tenemos cuerpo, somos cuerpo. Es cambio de lenguaje, cambio de perspectiva.
- Que los niños y niñas nombren todas las partes de su cuerpo, evitando usar sobrenombres. Con ello, ayudamos a quitar ambigüedades en el lenguaje y los protegemos de riesgos de abusos.
- Me conozco, por lo tanto, me amo. No se ama, lo que no se conoce. Cuidamos lo que amamos, valoramos lo que nos enseñan a valorar.
- Que los niños y las niñas aprendan a reconocer sus emociones. El miedo, el enojo, la tristeza, la ira, la alegría, entre otras, son emociones, y sin trivializar en si son buenas o malas o, si unas pertenecen a los hombres y otras a las mujeres. Las emociones son formas únicas de expresar lo que se siente, por tanto, no son buenas ni malas, simplemente son emociones. Seguro vamos a tener menos personas enfermas y con estrés.
- Enseñar a controlar las emociones. Si bien el primer paso es aprender a conocer y expresar verbalmente cuándo estamos tristes, alegres o agradecidos, también es importante enseñar cómo lograr que las emociones no se salgan de control y conlleven a hacerse daño a sí mismos o a los demás. Ejercicios como respirar varias veces, caminar, correr, contar hasta 10, pedir perdón, abrazar, decir, estoy enojado, estoy triste, etc., según sea el caso, es pedagogía para la paz y la sana convivencia.
Toma de decisiones:
- Evitar las imposiciones y llegar a acuerdos conjuntos. A los más chicos en lugar de imponerles lo que deben comer, permitir que exploren en los sabores y texturas de los alimentos. Se trata que aprendan a decir con libertad, lo que les gusta y no les gusta.
- Ayudarles a explorar con la música para generar empatía. Que conozcan y valoren distintos géneros y ritmos musicales, y desde ahí aprendan que somos diferentes, que tenemos gustos distintos y formas diversas de expresar lo que somos y sentimos.
- Permitámonos explorar con colores. Es de nuestra cultura, si nace niño es azul, si nace niña es rosado… ¿Será? La paleta de colores es amplia y variada, desde la cuna podemos enseñarles a nuestros hijos que el mundo no solo se pinta de rosado y azul, que se puede decidir los colores que más nos gustan. Les enseñamos a valorar las otras caras y los otros matices.
- No existen deporte para fuertes, ni deportes para débiles. Los deportes tanto para niños como para niñas son disciplinas y medios para divertirse, ejercitarse y mantenerse sanos.
- No obligues a que tu hijo bese a alguien si no quiere. El afecto y el respeto se ganan, no se imponen, es decisión de cada persona, no importa su edad o estatura, cada quién decide a quién besa o abraza. Evitar “la enfermedad de complacer a los demás” Jane Fonda.
Empoderamiento Humano
De acuerdo al enfoque de Educación popular y desde Paulo Freire, pedagogo latinoamericano, el empoderamiento es: “un proceso de reducción de la vulnerabilidad, en el incremento de las propias capacidades, que conduce a promover entre las personas, particularmente los marginados un desarrollo humano y sostenible”
Cuando empoderamos a niños y niñas, les estamos dando la posibilidad de desarrollarse como personas autónomas, libres, felices, a partir de la re-significación de lo básico y vital.
Es desde lo sencillo y lo cotidiano, donde encontramos rutas para ayudarles a establecer las bases que les permitirán constituirse como personas, con estructuras fuertes y sanas, capaces de afrontar problemas mayores. Esas rutas las tienen justamente nuestros niños y niñas libres de prejuicios culturales, dejémonos tomar de la mano y que ellos nos indiquen el camino.
Esta tarea es urgente, más aún cuando la sociedad y la cultura donde tendrán que vivir, los ponen en condición de debilidad o marginación. Con mayor razón hay que hacerlo.