Por: Yolima Gómez

¿Qué parte es la que aún nos falta comprender? 

A los dos años de edad mi hija empezó a despedirse de una manera muy original, me dijo: ¡Cuídate de dinosaurios y dragones! En su idioma de bebé no le entendí muy bien la frase, porque parecía decir “¡Cuídate de dinosaurios y ladrones!” pensé algo asustada, ¿cómo alguien tan pequeño me puede alertar con el peligro de encontrar ladrones, por ahí?, y en mi mente, hice una serie de asociaciones comunes a lo que vivimos en la cotidianidad, con respecto a la inseguridad.

Conforme pasaron los días, su lenguaje se hacía más comprensible, entendí que realmente su despedida, que aún utiliza, es: ¡Cuídate de los dinosaurios y dragones!

Para claridades en la compresión del escrito, cuidarse, lo entenderemos como vivir con advertencia. Por su parte, los dinosaurios, fueron los vertebrados terrestres dominantes durante 135 millones de años. Los dragones, son animales míticos presentes en varias culturas, con distintas formas y distintas simbologías. “Se cree que en origen el término, dragón, hace referencia al poder fascinante e hipnótico de la mirada de la serpiente” (fuente: Wikipedia).

Si cerráramos por un momento nuestros ojos, e imaginamos que en nuestros campos y ciudades colombianas, transitan dinosaurios y dragones, tendríamos bastante material para un largometraje de ciencia ficción. Pero no hay que ir tan lejos. Fácilmente, nos hemos acostumbrado a convivir con unos seres inmensos que no pasan por desapercibidos, y con esos seres míticos que al parecer nos han hipnotizado.

He aquí los dinosaurios y dragones que debemos advertir como ciudadanos, para que las sociedades civilizadas que estamos construyendo sean lugares donde las actuales y nuevas generaciones, realmente puedan vivir bien y sean fundamentalmente felices. La advertencia consiste en sorprendernos y no acostumbrarnos a ciertos dinosaurios que andan campantes por ahí, y a salir del hipnotismo de la falsa democracia.

Dinosaurios en el mundo de lo político. Monseñor Nel Beltrán, fue un obispo que me ayudó a reconciliarme con lo político. Él me enseñó algo muy básico que me ha servido mucho. Es la diferencia entre lo político, la política y los políticos. En Colombia, tendemos hacer un sancocho con estas tres palabras, sin hacer diferencia en su significado. Tan es así, que estamos cansados de los políticos (personas que ejercen la política) y decidimos ausentarnos de la política (ejercicio de tomar decisiones), y por lo tanto, terminamos subvalorando o perdiendo la credibilidad en lo político (partidos políticos y personas asociadas a organismos, asociaciones o instituciones públicas).

Mientras nos confundimos en esta maraña, que además es grave para la democracia de un país, hemos dejado pasar dinosaurios monumentales.

Dinosaurio 1: los barones electorales. Escribió hace años un periodista de El Tiempo, al definir el perfil de un “barón electoral” “A ritmo de papayera y ron consolidan su poder. Sus aspiraciones políticas no pasan de ser eternos congresistas o ministros de pocos meses. Pero su poder es tal, que deciden quién será el próximo Presidente de la República. No actúan solos: un organizado ejército los sigue” (El Tiempo, 11 de marzo de 1990). La persistencia histórica de este dinosaurio en Colombia, que deja regiones cada vez más empobrecidas, devastadas, se debe al mal ejercicio que se hace del poder político, en particular el que dejamos de ejercer como ciudadano. Tenemos una gran tarea, y es la de formar a las masas votantes, para que su decisión sea cualificada y no manipulable, pues es fácil manipular a alguien con hambre y necesidades extremas; o peor aún manipular personas con elevadas ambiciones políticas, económicas y de sobre todo de poder.

Dinosaurio 2: La fragilidad de las instituciones. La columna de un Estado social de Derecho, como lo es Colombia, son sus instituciones, pues son las encargadas de organizar, administrar y cuidar los recursos que garantizan los derechos básicos de todos los colombianos, sin excepción. Colegios, hospitales, organismos judiciales, ministerios, secretarías, seguridad, entre otras.

Hemos dejado solas nuestras instituciones, no hemos hecho veeduría, nos callamos ante los atropellos, hemos permitido y en ocasiones nos hemos beneficiado de la corrupción; las mafias generadas por el narcotráfico, así como las generadas por el conflicto armado, han dejado unas instituciones débiles, sin credibilidad, corruptas. Creer y confiar en que las instituciones pueden y deben hacer bien su trabajo, hacer veeduría es lo que ayuda a fortalecer y afianzar el Estado de Derecho.

Dinosaurio 3: La seguridad. Nos han hecho entender que un país con más armas sofisticadas, aviones de guerra, misiles, ejércitos especializados, es un país más seguro. La humanidad lleva miles de años desarrollando estrategias de seguridad con una base bélica, y hoy nos sentimos más inseguros que nunca. Siempre cuestionemos las guerras. La seguridad empieza en la capacidad que tenemos los ciudadanos de cuidar unos de otros, de respetar la vida en todas sus manifestaciones, de confiar. Los campesinos y pobres son quienes mejores lecciones de calidez humana y puertas abiertas para todos y en todo sentido, nos dan. Basta con que llegues a la casa de un pobre, un campesino, un indígena y te darán lo mejor que tienen, jamás lo que les sobra.

Así mismo, los dragones, se pasean confiados entre nosotros, estos seres míticos que nos han enceguecido. En el grupo de los dragones están: La polarización política. Un pueblo dividido es más fácil de manipular. Muchos líderes políticos se levantan alargando su estatura, haciendo alarde de la defensa de unas verdades y valores, los ciudadanos caemos en un juego, a veces sin saber de qué lado estar. Salir de las garras del dragón, es pensar en lo justo y verdadero para todos, las radicalismos de cualquier tipo no nos dejan pensar y actuar con sabiduría.

Otro dragón, el miedo a defender los derechos laborales, hoy difícilmente en un grupo de trabajo las personas defienden sus derechos laborales, por miedo a quedar desempleados. La defensa es palabra en pasillos, pero no logra escalar más allá. En el fondo la tendencia es que prevalece la cultura de satisfacer a todos y estar bien con todos. De ahí que hoy en Colombia estén asesinando líderes sociales, porque exigen sus derechos, porque superan el miedo, porque no buscan decirle al otro lo que el otro quiere oír, sino la palabra justa. Es hora de rodear al líder valiente contra el dragón del miedo y el dragón de las represalias, que hoy se pagan con la vida.

En conclusión no podemos pasar por inadvertidos estos dinosaurios que pisan la dignidad de los ciudadanos, ni esos dragones que nos hipnotizan quitándonos autonomía y voluntad propia.

Ahora sí… ¡Cuídate de dinosaurios y dragones!

Twitter. @Yolicampos