Por: Leonardo Urrea         

En una época donde toda discusión callejera se debate si los goles del Real Madrid fueron hechos en fuera de lugar, si en verdad hubo una reunión entre expresidentes colombianos y Trump, si en Venezuela hay o no una dictadura, o si ya empezó una tercera guerra mundial, los problemas estructurales de Colombia son opacados por el cortoplacismo típico de la región. Si queremos continuar transformando este país, debemos preguntarnos: ¿Cuáles son los retos principales del equipo que asuma la presidencia en el periodo 2019 – 2022?

El país ha tenido avances significativos en reducción de pobreza, reducción de la inequidad, y ganancias de empleo. No obstante, la desigualdad continúa en niveles altos, existe población vulnerable desprotegida, la incorporación de las mujeres en el mercado laboral ha sido segmentada, las tasas de fertilidad han bajado para las familias de altos ingresos, mas no para las menos favorecidas, la gente no confía en el sistema de justicia, y la ciudadanía no ha entendido que el control político a los gobernantes y la participación, es la principal herramienta para cambiar la sociedad.

Existe una intriga profunda sobre el rumbo a tomar en 2018. Si llega un candidato que implemente los acuerdos, hay quienes sostienen que iríamos hacia un socialismo dictatorial a la Venezuela, otros, sostienen que se consolidaría el cambio político más importante del siglo XXI y se abriría una senda de desarrollo inclusivo. De otra parte, plantean que si llega un crítico de los acuerdos, se retornaría a la seguridad democrática, otros dicen, que sería la condena al subdesarrollo del país perpetuando una guerra de antaño que oculta los problemas reales del país.

La raíz de los problemas estructurales de Colombia, radica en que aquí cada uno hala para su lado (codeando a los demás), es una sociedad fragmentada que no tiene un proyecto de país colectivo, no hay una idea por la cual todos podamos luchar, respetando las diferencias en el cómo hacerla realidad. Esta ausencia de proyecto de Nación, es el producto de un modelo de desarrollo que tiene pendiente incorporar a gran parte de la sociedad en el proceso de progreso donde lo que importa es el mérito y la disciplina, y no el lugar de nacimiento o el color de piel.

Como consecuencia de lo anterior, el primer problema estructural es una crisis de la política como instrumento de construcción del orden social, donde las labores del Estado como la protección de la propiedad privada, la seguridad, y la justicia, son provistas por intereses privados. Esta crisis se puede ver claramente en la desconfianza de la gente en los políticos, estos no representan los intereses de la mayoría de la población, por eso nadie mira, y como nadie está pendiente, hacen fiesta con los impuestos que salen del sudor de los colombianos. Lo político verdadero, que casi nadie lo sabe aquí, es el interés por lo que nos afecta a todos. Esta crisis de lo político, dificulta la búsqueda conjunta de soluciones a los problemas del país, en un ambiente donde es válido (y necesario) que haya diferentes puntos de vista sobre el futuro.

La crisis enunciada sólo podrá solucionarse con el desmonte de la exclusión social y la reivindicación de la política, con ciudadanos protagonistas de sus vidas, que no se dejen robar, que hagan valer sus derechos. Para eso, el nuevo presidente y su equipo deberán garantizar el fundamento de la democracia: La posibilidad de oponerse y criticar sin miedo a ser asesinado por sus contrincantes en la arena política; si miramos atrás, las mentes más brillantes de la política colombiana (Uribe-Uribe, Gaitán, Gomez-Hurtado, Galán, Lara-Bonilla, etc) han sido asesinados. La educación, la estructura de oportunidades, la forma en que un pueblo conoce su historia, sus problemas y sus raíces, determina la calidad con la que la sociedad resuelve sus problemas.

En asuntos económicos, si en verdad no queremos ser como Venezuela (como las FARC sostienen públicamente), debemos rodear y apoyar a nuestro empresariado, garantizar derechos de propiedad, seguridad y justicia, y al mismo tiempo mejorar las condiciones que permitan a las empresas crecer, fortalecerse, pagar mejores salarios, ofrecer mejores precios, invertir en capital y sobre todas las cosas, disfrutar de una estabilidad macroeconómica como garante de la sostenibilidad económica, ambiental y social del país. El desarrollo productivo y financiero del país, tendrá que descansar en reformas precisas de pasos firmes, que focalicen el ahorro en proyectos rentables, que fortalezcan la estructura de oferta, y potencien la capacidad de compra de forma estructural.

Otro problema es la seguridad urbana y rural. El jefe de Estado y su equipo deberán asumir su rol de garantizar el orden en el territorio. Mano dura deberán tener para combatir y liberar el Estado de grupos criminales de toda índole. Nuestras fuerzas militares, necesitan de la inspiración de una idea de Patria, una renovación de espíritu que les dé la fuerza y el ímpetu para salvaguardar el territorio de una Colombia que quiere vivir sin miedo a morir por pensar distinto. Esto tendrá sus efectos con las reformas de la tierra, tema profundo y complejo que no abordaré en este escrito.

El tercer y último problema estructural derivado de la ausencia de un proyecto de país es la justicia. Esta debe ser vista no como una colmena de juzgados, sino como esa estructura garante de derechos fundamentales, y como un mecanismo no violento de resolución de conflictos. Si la justicia descansara en el juicio de los jueces, dejaría de ser vista como un instrumento estratégico de combate político. El presidente tendrá que convertir a la justicia en la señora de los ojos vendados con balanza en mano, y no la mercenaria vendida al mejor postor.

Con todo, necesitamos un proyecto de país que repare la fragmentación social y política, somos una familia y debemos asumir un papel esencial en la solución de nuestros problemas. No podemos ser más una familia disfuncional.

La transformación de esta sociedad requiere del trabajo de manadas, instituciones, grupos, movimientos, partidos y empresas. Si la persona que llegue a la presidencia, más que por una coalición integral, llega comprando votos o aprovechando la necesidad de sobrevivir de gran parte de la población, la falta de visión y legitimidad se volverán una bomba de tiempo, y el capital no tendrá incentivos para invertir en un país que seguirá en una bicicleta estática. Por el contrario si la gente se despierta y elige conscientemente (así elijan mal), las posibilidades de dar pasos en el sentido correcto serán más amplias y el panorama económico y social será más esperanzador. Amanecerá y veremos.

Twitter: @iurrea91