Por: Daniel Rojas Medellín

La movilidad en bicicleta a diferencia del transporte público bogotano tiene la virtud de prescindir del uso de combustibles fósiles, uso que configura el primer lugar en la lista de emisión de Gases Efecto Invernadero causantes del calentamiento global, es decir, quienes nos transportamos en bici contribuimos como pocos a la salud de la ciudad y la conservación del planeta, en retorno recibimos la injusta recompensa de tener que soportar el uso indiscriminado y desregulado de combustible, especialmente el diésel, al obligarnos a inhalar el humo tóxico que emiten en particular los vehículos de transporte público y de carga, cuyos gases han sido considerados como cancerígenos por la OMS, obramos para que el resto de la ciudad respire un aire más limpio y en contraprestación respiramos un aire más contaminado.

Esta realidad verificable en la mayoría de bicicarriles y ciclorrutas paralelas a vías principales, revela una de las tantas injusticias que derivan de la fe exagerada que profesan algunos gobernantes por conceptos de desarrollo ligados al combustible fósil, la expansión urbana descontrolada y el libre mercado

En Bogotá este fundamentalismo de mercado se hizo gobierno, el alcalde Peñalosa usa de forma cosmética una bicicleta para dar la impresión que es un alcalde alternativo, pero sus políticas y visión de ciudad le contradicen

Planea una expansión de la ciudad hacia la sabana superando la barrera del río Bogotá que beneficiará a constructores propietarios de grandes extensiones de tierra mediante el cambio del uso del suelo y perjudicará a la gran masa de bogotanos que su plan expansivo ubicará en zonas que además de contar con alto riesgo de inundación, se encuentran demasiado lejos del borde oriental de la ciudad, donde se realizan la gran mayoría de sus actividades económicas, académicas y sociales, como lo confirma la matriz Origen Destino del transporte público de Bogotá, las largas distancias son según la encuesta distrital de movilidad la segunda razón por la cual los bogotanos no usan la bicicleta para movilizarse

El alcalde podrá construir una larga ciclorruta, pero será una solución cosmética, muy pocos optarán por la bicicleta para movilizarse en tanto que las enormes distancias desestimulan este uso, podrá estimular a lo sumo, su uso recreativo, pero minimiza considerablemente las acciones para mitigar el cambio climático, algo en lo que Bogotá venía avanzando.

La preferencia incondicional que el alcalde ha manifestado por los buses de combustión diesel para la movilidad, el desprecio por los trenes eléctricos que venían proyectados por la anterior administración y otros vehículos movilizados por energías limpias también son medidas que resultan favorables para los dueños y los fabricantes de los buses y muy agresivas contra quienes optamos por la bicicleta para transportarnos, el lector puede obtener evidencia empírica utilizando la ciclorruta de la carrera 13 en el sector de chapinero o el bicicarril de la carrera 50

La agenda global para el desarrollo en el siglo XXI se enmarca en los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, cuyas metas exigen, entre otros, nuevos paradigmas de movilidad. Bogotá empezaba a insertarse en el siglo XXI tomando medidas para adaptar la ciudad al cambio climático, entre ellas estimular el uso de la bicicleta y el uso de energías limpias en el transporte público, hoy parece que la ciudad vuelve a ese siglo XX donde el petróleo y su consecuente emisión de gases era el protagonista, considero que aumentar la tarifa de Transmilenio no estimulará el uso de la bici, por el contrario logrará una mayor cantidad de vehículos particulares en las calles emitiendo más gases, la revocatoria podría ser una esperanza para volver a la senda del siglo XXI, mientras se da, sólo atino a decir que Peñalosa logró bajarme de la bici

Twitter @DanielRMed