El sábado en la tarde vivimos algo totalmente doloroso, algo que nos indignó. En Bogotá, en el centro comercial Andino, estalló una bomba en uno de los baños de mujeres. Claro, esta historia ya la conocemos. El tema aquí es: ¿qué hacemos con estos acontecimientos? Tristemente lo que hacemos es difundir el odio y el miedo. Termina ya siendo algo muy natural en Colombia, y habrá que recordar los atentados en Manchester, donde todo el país a una sola voz se unió a favor de las víctimas y rechazó el atentado terrorista.
En nuestro país empezaron las especulaciones, se señalaron culpables, aún sin tener una investigación con pruebas sobre el caso. Antes de pedir respeto por la familias, y acompañarlas en su duelo, los sectores políticos comenzaron a culparse entre sí, a poner en duda los acuerdos de paz y a maltratar. Empezó nuevamente el lenguaje del miedo para fines electorales. Las redes reventaron en una polarización tediosa, como raro, lo que nos caracteriza como colombianos.
Hace un tiempo escribí sobre el miedo y vuelvo a retomar algunas frases que comenté en aquel post. Después del atentado, muchos empezaron a alimentar el miedo, a decir: “estos u otros son los enemigos” o ”es por culpa de cierto grupo”. Se quería encontrar un culpable, un enemigo a quien juzgar y exterminar. Líderes políticos en sus redes decían: “solo estaremos a salvo, cuando este grupo de personas haya sido exterminado, y haya desaparecido de la faz de la tierra”. Eso, sin duda, le aportó un grano de arena a la polarización que vive actualmente Colombia y lo más probable es que a alguien no le guste este artículo, y me escriba uno contestándome, y ahí gastaremos una cantidad valiosa de energía mirando quien tiene la razón, mientras hay más civiles inocentes muriendo en el mundo cada hora.
Y quiero recordarle que el miedo es un don que nos fue dado por Dios para estar alerta de ciertos peligros. Si pensamos en el proceso evolutivo del celebro nos daremos cuenta que la parte inferior de este nos fue dada para identificar el miedo y tomar acciones para protegernos. Pero cuando usamos ese miedo que nos fue dado como un don, y cavilamos en él, estamos expandiendo un veneno a toda la sociedad, causando más odio y rencor, que una solución que pueda ser usada para traer paz.
Por un momento dejemos la academia, nuestro prejuicio a un lado, y pensemos en qué hacer para evitar más muertes. Mi propuesta, si se descubre quienes son los responsables de tales atentados, será dialogar con ellos, obvio debe haber justicia, pero debo sentarme a dialogar, y que sea esa vía la que impida más muertes. Mi propuesta es enfatizarnos en el perdón, aunque es doloroso, el primer paso para que haya justicia es el perdón, ayudar a las familias de las personas afectadas a que suelten esa carga, y aunque suene ilógico, la única manera de hacerlo es que perdonen a los victimarios. No podemos permitir que el orgullo siga cobrando más víctimas. El desahogo, el pedir una explicación a los victimarios puede resultar liberador.
El país no necesita más odio, necesita es justicia y rapidez en los resultados e investigaciones. Hay que entender que si llenamos de más odio el país lo único que tendremos son más muertos y si seguimos dando opiniones acaloradas en redes, no vamos a solucionar nada.
Si utilizamos esa grandiosa energía dada por Dios para discutir con alguien por Facebook o Twitter, estamos desperdiciando ese regalo que es nuestra vida y no estamos ayudando a nadie. Entonces en tiempos como este, donde la gente le aumenta cada vez más el pulso y se pregunta ¿esa gente nos va a asesinar?, más que nunca, requerirá esta respuesta calmada, sensata y pacifica: “este es quién soy, por lo que estoy aquí, esta es la tarea que voy a hacer: ¡No voy a tener miedo¡ no propagaré el miedo y tampoco dejaré que políticos, religiosos, medios, sigan usando el miedo como un arma donde satisfagan sus intereses, que sigan usando el miedo como un fortín de votos, donde sus campañas se centran en la indignación y el odio hacia otros seres humanos.