Sé que la mayoría de nosotros hemos tenido que terminar relaciones en las que no sabemos qué es peor: si las razones por las cuales acabó o la etapa siguiente al fin. Este último periodo, mejor conocido como “tusa”, es caracterizado por sentimientos de negación y varias llamadas en las que se distinguen las típicas frases: “recuperemos lo nuestro”, “no puedo vivir sin ti” o la mejor de todas: “prometo que esta vez no cometeré los errores del pasado”.
Pues bien, esas famosas oraciones no son usadas solamente por los “ex” novios/as que no quieren aceptar el adiós de su pareja, sino también por los expresidentes colombianos que se niegan a dejar el poder y que creen, con mucha convicción, que ellos son los indicados para “recuperar el rumbo del país en el 2018”, como bien lo afirmaron en su comunicado el pasado 22 de junio. Bonita hora para querer hacer una buena gestión ¿no?
Cuando una relación se termina y la pareja intenta volver es porque definitivamente el uno estaba hecho para el otro y seguro porque ambos eran buenas personas y merecían una segunda oportunidad. Pero en la relación Colombia-expresidentes no funciona así, pues estos dos exmandatarios, que este año se unieron en una “gran coalición”, no tienen el mejor pasado como para querer intentarlo de nuevo (así sea indirectamente). Refresquemos un poco la memoria:
Uno de ellos tuvo cuatro años y al terminar su periodo fue catalogado como el presidente con la peor imagen en ese entonces principalmente porque intentó hacer un proceso de paz con las Farc, pero falló, lo dejaron con la silla vacía y los colombianos perdieron la esperanza de terminar el conflicto con esa guerrilla.
Ese mismo mandatario, en 1998, fue el encargado de crear la famosa zona de distención del Cagúan que tenía una extensión de 42.438 km2, tamaño similar al de países como Suiza o Dinamarca. En dicho territorio, las Farc se fortalecieron, crecieron y cometieron actos delictivos: según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, mientras funcionó ese territorio donde estaban agrupadas las Farc, este grupo armado secuestró a aproximadamente 180 personas y como lo afirmó la Revista Semana: “Los ataques contra los municipios también continuaron. Un informe militar de julio del 2000 señaló que desde que se había iniciado la zona de despeje, las Farc habían ejecutado 45 acciones armadas contra 24 municipios periféricos”.
Además, bajo su mandato, según la Unidad de Víctimas, los muertos por el conflicto armado fueron 2’453.628, una de las cifras más altas en la historia de nuestro país. En ese entonces (1998-2002), el país estaba fuera de control, pues las Farc prácticamente se tomaron el país y ni el Plan Colombia pudo mejorar en algo la situación.
Pero en 2002 llegó un hombre que prometía devolverle la seguridad y esperanza a Colombia. Efectivamente lo hizo y todos le agradeceremos siempre por eso. ¿Cómo no? Después de su gestión e inteligencia los colombianos pudimos volver a salir tranquilos por las carreteras del país sin temor a ser secuestrados.
Tan bien lo hizo en su primer mandato, que tuvo cuatro años más para trabajar por el país. Pero lastimosamente, lo que hizo con la mano lo borró con el codo en su segundo periodo, pues a pesar de que logró debilitar militarmente a las Farc, fueron él y sus “buenos muchachos” quienes, con sus acciones, se encargaron de perder la confianza de muchos ciudadanos: recordemos que su reelección fue comprada (leer “Recordar es morir” de Daniel Coronell para comprobarlo o ver este video); su Departamento de Seguridad fue el responsable de chuzar a varios magistrados y periodistas; miembros de su ejército fueron los autores de los conocidos “falsos positivos”; su fiel seguidor, Andrés Felipe Arias, hoy está escapando de la justicia por el escándalo de AIS y finalmente no hay que olvidar que, como lo dije antes, aunque debilitó a las Farc, no pudo acabar con ellas ni por la vía militar y mucho menos por la del diálogo.
Teniendo en cuenta este pasado no tan brillante de los dos expresidentes que prometen un mejor futuro para Colombia, ¿ustedes les darían una segunda oportunidad? Piénsenlo, porque hoy, más que nunca, nuestro país necesita una renovación. Los jóvenes pedimos a gritos alguien nuevo, distinto, alejado de los funcionarios de siempre que han ocupado la casa de Nariño, y ¿qué tan diferentes son Uribe, Pastrana y sus representantes? No mucho. Son los mismos que en tiempos pasados se odiaban, los mismos que hace años fracasaron en sus intentos de paz y hoy, irónicamente, quieren salvarla. Los mismos que hoy desatan el odio por redes sociales, los mismos que no supieron aprovechar el poder mientras lo tuvieron, los mismos que no han podido superar sus mandatos y que hoy se unen por una nueva oportunidad para manejar el país.
Por lo tanto, ¿si fueran sus novios/as, volverían con ellos? yo claramente no lo haría, pero como estamos abiertos al debate: ¡espero sus comentarios!