Por: Jair Peña  

“La política sabia es el arte de vigorizar la sociedad y debilitar el Estado”, Nicolás Gómez Dávila.

No recuerdo cuándo fue la última vez que escuché en el país el término: Gobierno limitado. Tal vez porque ningún político lo ha dicho nunca, quizá porque la sociedad jamás lo ha exigido, o de pronto, porque es tan políticamente incorrecto que ni siquiera en la burbuja de la academia tiene asidero.

Fruto de ese desconocimiento o intencionada omisión, hoy por hoy nos enfrentamos a niveles escandalosos de endeudamiento: a marzo de 2017 según información del Banco de la República, Colombia alcanzó su máximo histórico de deuda externa, US$121.334 millones, lo cual representa el 39,1% del PIB. La excusa gubernamental es que la caída de los precios del petróleo influyó en el incremento de la deuda, una pizca de verdad en una taza de mentiras, porque el endeudamiento ha crecido gracias a los gastos excesivos del Estado.

Pese a que nuestra Constitución Política dice que somos una Economía Social de Mercado – como la del demócrata cristiano Ludwig Erhard – ya sabemos que el papel lo soporta todo, y en la práctica estamos mucho más cercanos a un modelo de economía planificada y asistencialista. Así pues, en Colombia no impera el capitalismo salvaje como se aventuran a decir los congresistas del Polo, Alianza Verde o Partido Liberal (que de liberal sólo tiene el nombre), somos un Estado medularmente socialista. Veamos el porqué:

Para 2015 el número de empleados públicos era de 1’166.517 según el DAFP. Esto representó nada más y nada menos que un gasto de 25 billones de pesos, cifra desproporcionada teniendo en cuenta el pésimo servicio que prestan las entidades estatales. Usted coincidirá conmigo si hace parte del SISBEN y ha tenido que pedir una cita médica, o si ha tenido que ir a un CADE a pedir un cupo estudiantil para sus hijos.

No parece haber pronta mejora en este sentido, pues parafraseando a Hayek, hay socialistas en todos los partidos. Nadie querrá agarrar esa papa caliente y propender por la reducción del tamaño del Estado, por el contario querrán aumentar la base de empleados y usarla como plataforma para perpetuarse en el poder individualmente o a través de su grupo político. Esto aplica también a nivel regional o municipal, el mejor ejemplo de ello fueron los 12 años de administración de la izquierda en Bogotá. Como dato curioso: Colombia tiene más burócratas que el número de habitantes en países como: Chipre, Malta, Luxemburgo, Islandia, Liechtenstein o Mónaco.

Un país que se jacte de tener una economía de libre emprendimiento opta por reducir impuestos, genera incentivos para la creación de nuevas empresas y permite la inversión extranjera. Aquí ocurre lo contrario, somos el quinto país en tasa impositiva total, nuestros empresarios deben pagar alrededor del 75% de sus ganancias en impuestos y los inversionistas foráneos se ahuyentan al ver las condiciones desfavorables del régimen tributario colombiano.

El programa de viviendas 100% subsidiadas o de viviendas “gratis” es una política abiertamente asistencialista, por más bienintencionada que parezca. Por lo general, un Estado que propicia el libre mercado se limita a sus fines primarios: justicia, seguridad y soberanía. Un Estado que mezcla algunos elementos de mercado y asistencialistas, garantiza fines secundarios: salud y educación. Luego, un Estado socialista es aquel que se extiende hasta los fines terciarios o contraproducentes: vivienda, alimentación, vestuario, recreación, etcétera. En este último grupo se ubica Colombia.

El acuerdo con la guerrilla marxista-leninista de las FARC que fue derogado popularmente en el plebiscito, pero dictatorialmente aprobado en un congreso coartado por el ejecutivo, pone en riesgo la propiedad rural. No se nos puede hacer extraño en unos cuantos años escuchar el famosísimo “exprópiese” de Hugo Chávez Frías. Todo ello sin mencionar las curules para este grupo terrorista y las que tendrá el ELN. Mayor participación para la extrema izquierda.

Estas son algunas de las razones que me permite esbozar la brevedad del artículo, y por las cuales me atrevo a sentenciar: Colombia no está en riesgo de convertirse al socialismo como religión política, ya lo está, lo que corre peligro es algo mucho más importante, la democracia misma, y con ella, la libertad.

Apostilla: Las advertencias del exprocurador Alejandro Ordóñez se han venido cumpliendo una a una, en abril del año pasado afirmó que “el país está nadando en coca”, ahora esta sentencia queda confirmada por la ONU, de 96.000 hectáreas de coca en 2015, Colombia pasó a tener 146.000 en 2016. Urge reanudar la aspersión aérea. La lucha contra el narcotráfico y el crimen transnacional organizado sigue vigente, a pesar del Nobel, las firmas, la parafernalia en Cartagena, las zonas veredales y los encuentros en la Habana.

Twitter: @JairPenaGomez