Por: Jair Peña Gómez

Transcurría el año 1973 y los chilenos enfrentaban una crisis sin precedentes en el país austral. Por desgracia, las políticas económicas del socialista Salvador Allende habían llevado a Chile a una fuerte recesión, el déficit fiscal superaba el 23% del PIB y la hiperinflación rompió la barrera del 500%. Casualmente, ese mismo año el mundo afrontó la denominada “primera crisis del petróleo”, a los países de la OPEP se les sumó el apoyo de Siria, Egipto y Túnez, quienes detuvieron la producción y exportación del hidrocarburo a los países aliados de Israel en la guerra de Yom Kipur, lo cual tuvo como resultado la inflación de los precios del crudo.

Los más destacados líderes de la Unidad Popular (coalición de partidos que apoyaban a Allende) y el presidente mismo, no tuvieron reparo a la hora de culpar de la crisis interna a la OPEP, al imperio y a las dinámicas globales, desatendiendo e intentando ocultar las desastrosas medidas fiscales y monetarias del gobierno, como quien pretende cubrir un elefante con la manta de un bebé. Ya sabemos lo que vino después, el 11 de septiembre se dio el golpe militar, Salvador Allende se suicidó y las medidas implementadas por los ‘Chicago Boys’, que no Pinochet, lograron el milagro económico más grande en la aún joven América Latina, el milagro económico chileno.

Es difícil establecer un paralelo entre Chile del 73’ y la Colombia actual, sin duda son tiempos y escenarios distintos, el Banco de la República – en nuestro caso – aún conserva un algo de independencia, lo que imposibilita que el gobierno alcabalero y derrochón de la “Unidad” Nacional emita dinero de forma indiscriminada y temeraria para financiar su gasto. Pese a esto, la tercera vía que planteó Anthony Giddens y que Juan Manuel Santos (su discípulo en el LSE) implementó en el país, ha resultado ser un fracaso.

Aquí es cuando la historia empieza a parecerse y, tal vez, a repetirse. Salvador Allende en Chile puso en marcha el Plan Vuskovic, que a grandes rasgos consistía en aumentar el gasto estatal, esperar que de esta forma se aumentara el consumo, se generara un ambiente de bienestar y se revitalizara la economía. En la práctica ocurrió lo contrario, el dichoso plan acabó con las reservas del Banco Central, dejó al país andino con un déficit fiscal altísimo, sumió en la pobreza la clase media chilena, disminuyó el poder adquisitivo de la población, distorsionó los precios y el salario real se vino a pique. En Colombia, el gobierno Santos ha querido implementar una política económica similar en varios aspectos, específicamente el gasto público, bueno, los keynesianos del Ministerio de Hacienda le llaman “inversión social”.

El exministro de Vivienda Luis Felipe Henao afirmó en Portafolio que la primera fase del programa de viviendas 100% subsidiadas representó un gasto de 4,4 billones de pesos, cerca de 0,8% del PIB. Anunció también, que la segunda fase tendrá un costo de 1,44 billones de pesos. Lo dijo con orgullo, como si este terruño fuera Suiza y los colombianos estuviésemos tan holgados en materia económica que esa “inversión” fuese poca cosa, una bagatela.

No obstante, y en honor a la verdad, debo decir que el gasto público no ha sido únicamente en materia social, lo cual incluso, siendo laxos, puede llegar a ser moralmente aceptable. No, la mayor parte del gasto ha sido en funcionamiento del aparataje estatal. Entre 2010 y 2015 se crearon 14 agencias gubernamentales, cuyo coste de funcionamiento supera el 2% del PIB. Eso, sin mencionar los superministerios que se hacen a la medida de alguien y luego se disuelven, con una facilidad que resulta inquietante.

Cabe recordar que el déficit fiscal se acerca peligrosamente a los 40 billones de pesos, un 3,7% del PIB según cifras del CEPEC de la Universidad del Rosario, mientras de forma desvergonzada nos siguen diciendo que es causado por la crisis petrolera y demás commodities. Queda claro que es debido a políticas económicas irresponsables. Todo hay que decirlo, la economía se desacelera, este año apenas ha crecido por encima del 1%, la reforma tributaria afectó principalmente a los ciudadanos de a pie minando su poder adquisitivo, la inversión extranjera directa ha caído, muchas compañías han migrado o quebrado y los empresarios nacionales están siendo asfixiados por las altas cargas impositivas.

De seguir por este camino, con auténticos pirómanos que han incendiado nuestras instituciones y nuestra economía, el país se enfrentará a una recesión económica en el corto plazo. No es cuestión de azar que firmas calificadoras de riesgo como Moody’s, Fitch Ratings y Standard & Poors vengan advirtiendo sobre las perspectivas económicas de Colombia, y recomendándole al gobierno apretarse el cinturón. Lastimosamente son palabras al viento, ni Cárdenas, ni Santos saben el significado de austeridad. Será el próximo gobierno quien tendrá que tomar al toro por los cuernos y lidiar con el costo del derroche.

Apostilla: Adivina adivinador, no me quieren los del sí, no me quieren los del no, los primeros no me quieren aunque estuve allí, los segundos menos pues dicen soy traidor. Mejor me muestro de centro para ver que pesco hoy…

Twitter: @JairPenaGomez